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ALGUNAS SUPOSICIONES FUNDAMENTALES

[i53] Emprenderemos un curso de estudio donde predominará la tendencia a obligar al estudiante a depender de sí mismo y, por consiguiente, de ese yo superior, que en la mayoría de los casos ha hecho sentir su presencia solo en raros e intensos intervalos emocionales. Cuando el yo es conocido y no simplemente sentido, y cuando la comprensión es tanto mental como sensorial, entonces el aspirante puede ser verdaderamente preparado para la iniciación.

Quisiera señalar que mis palabras están basadas en ciertas suposiciones fundamentales, que para mayor claridad desearía mencionar brevemente.

Primero, cuando el estudiante es sincero en su aspiración, está dispuesto a avanzar, no importa cuál sea la reacción de y sobre el yo inferior. Solo podrán trabajar inteligentemente quienes distingan con claridad los dos aspectos de su naturaleza, el yo real y el yo ilusorio. Esto ha sido bien expresado en Los Aforismos de Yoga de Patanjali:

La experiencia (de los pares de opuestos) se adquiere por la incapacidad del alma para distinguir entre el yo personal y el purusha (espíritu). Las formas objetivas existen para uso y experiencia del ser espiritual. Meditando sobre esto, surge la percepción intuitiva de la naturaleza espiritual.” Libro III, Af. 35.

En el aforismo cuarenta y ocho del mismo libro, hay una afirmación que abarca una etapa posterior a la de esta comprensión discriminadora, cualidad discernidora fomentada por una actitud mental de recogimiento y por una cuidadosa y constante atención sobre el método de la recapitulación de la vida. [i54]

Segundo, actúo suponiendo que todos han vivido y luchado suficientemente contra las fuerzas adversas de la vida, como para permitirles desarrollar un sentido bastante real de los valores. Presumo que tratan de vivir como aquellos que conocen algo de los verdaderos valores eternos del alma. Que ningún acontecimiento de la personalidad los detendrá, ni la presión del tiempo y de las circunstancias, la edad o la incapacidad física. Han aprendido inteligentemente que la precipitación entusiasta hacia adelante y el progreso violento y enérgico, tienen sus desventajas, y que con un firme, regular y persistente esfuerzo, a la larga progresarán más. Los esfuerzos esporádicos y el apremio momentáneo se convierten en desgano y en un agobiador sentido de fracaso. Es la tortuga y no la liebre, la que llega primero a la meta, aunque ambas logran su objetivo.

Tercero, considero que los que, con toda seriedad, esperan beneficiarse por las instrucciones de este libro, estarán preparados para cumplir con estos simples requisitos: leerlo reflexivamente, tratar de organizar la mente y dedicarse al estudio de la meditación. La organización de la mente es una tarea continua, y la aplicación de la mente a todo asunto entre manos durante nuestras ocupaciones diarias, es la mejor forma de hacer fructíferos los períodos de estudio y meditación y de adquirir la aptitud para la vocación de discípulo

Habiendo quedado bien aclaradas estas suposiciones, estas palabras van dirigidas a quienes tratan de estar a la altura de la necesidad actual de servidores entrenados. Observen que no digo quiénes están a la altura para ello. La intención y el esfuerzo son considerados por nosotros de primordial importancia, y ambos constituyen los principales requisitos para todo discípulo, iniciado y maestro, más el poder de persistir.

Al considerar estas reglas, no me interesa tanto su aplicación al trabajo mágico mismo, como el entrenamiento del mago, y su desarrollo desde [i55] el punto de vista de su propio carácter. Más adelante podremos aplicar el conocimiento a la manifestación externa de las fuerzas mundiales, pero ahora nuestro objetivo es algo distinto; trato de que las mentes y los cerebros -por lo tanto el yo inferior- de los estudiantes, se interesen en el yo superior, para agudizar en esta forma su interés mental, a fin de generar el suficiente ímpetu que los llevará adelante.

Además no debe olvidarse que, una vez que la personalidad ha captado la magia del alma, esa alma dominará constantemente y se podrá confiar en que lleve el entrenamiento del ser humano a su fructificación, sin estar impedido (como lo están ustedes) por los conceptos de tiempo y espacio y por desconocer el curso recorrido anteriormente por el alma implicada. Debe tenerse presente que, al tratarse de individuos, el trabajo requerido es doble:

1. Enseñarles a vincular el yo inferior personal con el alma influyente, de modo que haya en el cerebro físico una consciencia segura respecto a la realidad de ese hecho divino. Este conocimiento evita que la hasta ahora supuesta realidad de los tres mundos atraiga y retenga, y es el primer paso para salir del cuarto reino y entrar en el quinto.

2. Darles una instrucción tan práctica que permitirá al estudiante:
        a. Comprender su propia naturaleza. Esto implica obtener algún conocimiento de las enseñanzas del pasado respecto a la constitución humana, y la apreciación de las interpretaciones de los investigadores modernos tanto orientales como occidentales.
        b. Controlar las fuerzas de su naturaleza y aprender algo referente a las fuerzas que lo rodean.
        c. Capacitarse para desarrollar de tal manera sus poderes latentes que pueda resolver sus propios problemas específicos, sostenerse por sí mismo, manejar su propia vida, solucionar sus [i56] dificultades y llegar a ser tan fuerte y equilibrado en espíritu, que se le reconozca su aptitud como trabajador en el plan de la evolución, como mago blanco e integrante de ese grupo de discípulos consagrados, denominado la “jerarquía de nuestro planeta”.

A quienes estudian estas cuestiones se les pide que amplíen su concepto de esa jerarquía de almas, incluyéndose en ella todas las esferas exotéricas de la vida humana - política, social, económica y religiosa -; y también que no restrinjan el concepto, como lo hacen muchos, únicamente a quienes han traído a la existencia su propia y pequeña organización particular, o a los que trabajan exclusivamente en el aspecto subjetivo de la vida, y en aquello que los conservadores reconocen como religioso o espiritual. Todo lo que tiende a elevar el nivel de la humanidad, en cualquier plano de manifestación, es obra religiosa y tiene una meta espiritual, pues materia es solo espíritu en el plano más bajo, y espíritu, según se dice, es materia en el plano más alto. Todo es espíritu, y las diferenciaciones solo son producto de la mente finita. Por lo tanto, todos los colaboradores y conocedores de Dios, encarnados o desencarnados, que trabajan en cualquier campo de la manifestación divina, forman parte de la Jerarquía planetaria y constituyen unidades integrantes de esa gran nube de testigos, los “espectadores y observadores”. Ellos poseen el poder de la visión o percepción espiritual, además de la visión física u objetiva.

Al estudiar la Regla I podríamos resumirla en forma sencilla, aunque profunda, con las siguientes palabras:

        1. Comunicación Egoica.
        2. Meditación Cíclica.
        3. Coordinación o Unificación.

En Tratado sobre Fuego Cósmico, estas reglas comienzan con un breve resumen del proceso y una exposición referente a la naturaleza del mago blanco.

[i57] En esta primera consideración sobre el tema, quisiera enumerar brevemente los datos proporcionados en el comentario, con el fin de demostrar al aspirante cuánto se le proporciona para su consideración y para su ayuda, si sabe leer y reflexionar sobre lo que lee. La breve exégesis de esta regla expresa lo siguiente:

1. Mago blanco es aquel que está en contacto con su alma.

2. Es receptivo y consciente del propósito y del plan de su alma.

3. Es capaz de recibir impresiones del reino del espíritu y registrarlas en su cerebro físico.

4. Se afirma también que la magia blanca:
        a. Actúa de arriba abajo.
        b. Es el resultado de la vibración solar y por lo tanto de la energía egoica.
        c. No es un efecto de la vibración del aspecto forma de la vida, porque está divorciada de la emoción y del impulso mental.

5. La energía que desciende del alma es el resultado de:
        a. El constante recogimiento interno.
        b. La concentrada y centralizada comunicación del alma con la mente y el cerebro.
        c. La continua meditación sobre el plan de evolución.

6. Por lo tanto, el alma está en profunda meditación durante todo el ciclo de encarnación física, y es lo único que le concierne al estudiante.

7. Esta meditación es de naturaleza rítmica y cíclica, como lo es todo en el cosmos. El alma respira y por esto vive su forma.

8. Cuando la comunicación entre el alma y su instrumento es consciente y sostenida, el ser humano se convierte en mago blanco.

9. Por lo tanto, quienes trabajan con magia blanca son invariablemente, y debido a la naturaleza misma de las cosas, seres humanos avanzados, pues se requieren muchos ciclos de vida para entrenar a un mago.

10. El alma domina su forma mediante el sutratma o hilo de vida, y (a través de este) vitaliza su triple instrumento (mental, emocional y físico) y así establece comunicación con el [i58] cerebro. A través del cerebro, conscientemente controlado, el ser humano es energizado para realizar una actividad inteligente en el plano físico.

Lo antedicho es un breve análisis de la primera regla para la magia, y quisiera sugerir que, en el futuro, a medida que los estudiantes meditan sobre estas reglas, hagan un análisis similar. Si proceden de este modo en la consideración de cada regla, encararán toda la cuestión con mayor interés y conocimiento. Además se evitarán la necesidad de releer y valerse de las referencias.

En la consideración del análisis hecho, se observará que se ha dado un resumen muy claro y que el estudiante inicia su estudio de magia con una breve comprensión de la situación pasada, de su equipo y del método de acercamiento. Desde el principio se deberá comprender la simplicidad de la idea que he querido impartir a través de mis observaciones. Así como, en el pasado, el instrumento y su relación con el mundo externo constituyó el principal hecho en la experiencia del ser espiritual, así ahora es posible efectuar un reajuste donde el ser espiritual, el ángel solar o alma, constituirá el hecho sobresaliente. También se comprenderá que su relación será (por medio del aspecto forma) con los mundos interno y externo. El ser humano ha incluido en su relación solo el aspecto forma del campo de la evolución humana común.

Ha utilizado la forma y ha sido dominado por esta. Ha sufrido por ello, y con el tiempo se ha rebelado, pues se ha saciado de todo lo que pertenece al mundo material. Insatisfacción, hastío, desagrado y profunda fatiga, son características muy frecuentes de quienes están al borde del discipulado. Y, ¿qué es un discípulo? Es quien trata de aprender un nuevo ritmo, entrar en un nuevo campo de experiencia y seguir los pasos de esa humanidad avanzada que, antes que él, ha hollado el sendero que conduce de la oscuridad a la luz y de lo irreal a lo real. Ha saboreado las alegrías de la vida en el [i59] mundo de la ilusión y ha aprendido que son impotentes para satisfacerlo y retenerlo. Ahora se encuentra en una etapa de transición entre los nuevos y los viejos estados del ser. Vibra entre la condición de la percepción del alma y la percepción de la forma. Por lo tanto, ve “doble”.

Su percepción espiritual aumenta lenta y firmemente a medida que el cerebro se va capacitando para recibir iluminación del alma, por intermedio de la mente. Al desarrollarse la intuición, el radio de percepción aumenta y se abren nuevos campos de conocimiento.

El primer campo de conocimiento que recibe iluminación puede describirse como aquel que abarca la totalidad de las formas que se encuentran en los tres mundos del esfuerzo humano -etérico, astral y mental. El discípulo en ciernes se hace consciente de su naturaleza inferior a través de este proceso, y comienza a darse cuenta de la amplitud de su aprisionamiento y (como lo expresa Patanjali) de “las modificaciones de la versátil naturaleza psíquica”. Le son revelados los impedimentos para la realización y los obstáculos para el progreso, y su problema se convierte en específico. Con frecuencia llega a la posición en que se encontró Arjuna, enfrentado con enemigos en su propio hogar, confundido respecto a su deber, desanimado al tratar de equilibrarse entre los pares de opuestos. Entonces la plegaria para él debería ser la famosa oración de la India, pronunciada por el corazón, captada por la cabeza y complementada por una ferviente vida de servicio a la humanidad:

        “Revélanos el rostro del verdadero sol espiritual,
        Oculto por un disco de luz dorada,       
        Para que conozcamos la verdad
        y cumplamos con todo nuestro deber,
        Mientras nos encaminamos hacia Tus sagrados pies.”

A medida que lucha y persevera, supera sus problemas y controla sus deseos y pensamientos, se revela el segundo campo de conocimiento, conocimiento del yo en el cuerpo espiritual, y del ego al expresarse mediante el cuerpo causal [i60], el Karana Sarira, y la percepción de esa fuente de energía espiritual, impulso motivador que reside detrás de la manifestación inferior. El “disco de luz dorada” es traspasado; el verdadero sol es percibido; el sendero es descubierto y el aspirante lucha por avanzar hacia la luz cada vez más clara.

Cuando se estabiliza el conocimiento del yo y la consciencia de lo que ese yo percibe, oye, conoce y hace contacto, el discípulo encuentra al Maestro; se pone en contacto con su grupo de discípulos y comprende el plan del trabajo inmediato que le corresponde desarrollar gradualmente en el plano físico. Así disminuye la actividad de la naturaleza inferior y el ser humano entra poco a poco en contacto consciente con su Maestro y su grupo. Pero esto ocurre después de “encender la lámpara” -alineamiento de lo inferior con lo superior y descenso de iluminación al cerebro.

Es esencial que estos puntos sean comprendidos y estudiados por todos los aspirantes para poder dar los pasos necesarios y desarrollar la deseada percepción. Hasta no realizarlo, por más voluntad que tenga el Maestro, es impotente para admitir a alguien en su grupo, incluirlo en su influencia áurica y convertirlo en una avanzada de su consciencia. Cada peldaño del camino debe ser preparado por el ser humano mismo, y ningún camino, corto o fácil, conduce de la oscuridad a la luz.