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II. Las Siete Leyes de la Vida del Alma o Vida Grupal - Parte 1

II. Las Siete Leyes de la Vida del Alma o Vida Grupal

Llegamos ahora a esa parte del estudio del alma y su vida, de gran importancia para todos aquellos que viven (o comienzan a vivir) y actúan como almas conscientes por medio del alineamiento definido y la unificación. Sin embargo, esta parte será algo abstrusa para aquellos cuyas vidas están centradas en la personalidad. A través de las épocas, los que han tratado de dilucidar las Escrituras del mundo, se han preocupado por hacer comprender a la humanidad la naturaleza de esas cualidades que deberían caracterizar a todos los verdaderos creyentes y aspirantes y a los sinceros discípulos, cristianos o no. Esta enseñanza se ha basado en la buena conducta y la correcta acción y, por lo tanto, en los efectos producidos por causas internas que no siempre han sido especificadas. Fundamentalmente, todas esas virtudes, buenas intenciones y sanas cualidades, representan el surgimiento de ciertas energías y tendencias y su expresión en el plano físico, que son inherentes al alma misma, y están a su vez regidas por energías y leyes de naturaleza distinta de las que gobiernan a la personalidad. Es importante insistir sobre esto y tener presente que los poderes del alma, tal como se presentan hoy en el mundo, constituyen (en su desarrollo) un grupo de fenómenos que, varios siglos atrás, hubieran sido considerados mágicos, imposibles y sobrehumanos. Los descubrimientos de la ciencia, la adaptación de las leyes que rigen la materia y la energía material dirigida para servir al género humano y satisfacer sus crecientes necesidades, y el sutil y delicado mecanismo del [i86] cuerpo humano y su sensibilidad, que aumenta constantemente, han creado una conciencia mundial y una civilización que -a pesar de sus evidentes defectos, basados en las actitudes separatistas y egoístas de la personalidad, a través de la cual el alma tiene aún que trabajar- son una garantía de la divinidad innata en el ser humano, con todo lo que puede ser inherente a la misma y lo que se infiere de esa frase. Lo que aún no se ha alcanzado a comprender es que las emergentes cualidades deiformes, las características benéficas y las virtudes de la humanidad, que aparecen lentamente, sólo indican las potencialidades ocultas que no han sido estudiadas científicamente. A las buenas cualidades se las denomina así porque constituyen, en esencia, las energías que controlan las relaciones grupales; los poderes llamados sobrehumanos expresan fundamentalmente la actividad grupal; las virtudes son únicamente efectos correctamente manejados de la vida grupal, que tratan de expresarse en el plano físico. La creciente ciencia de relaciones sociales, de responsabilidad social o vida cívica coordinada, de economía científica y de interrelaciones humanas, el constante desarrollo del sentido de internacionalismo, de unidad religiosa y de interdependencia económica, indican las energías de la vida del alma que actúan en el plano físico y en la familia humana. De allí el conflicto de ideales en el mundo de hoy, el dualismo masivo que produce tal confusión y de allí los compromisos y la inconsistencia. Tenemos aquí la causa de todas las divergencias en el mundo de ideales civilizados, y los móviles antagónicos de amplias diferencias que impelen a las personas de buenas intenciones y nobles propósitos y de elevados principios, a emprender actividades antagónicas.

Dos series de principios controlan la vida humana -el egoísmo y el altruismo, el bien individual y el bien grupal, la meta objetiva y la meta subjetiva, el incentivo material y el impulso espiritual, el patriotismo [i87] nacional y el ideal mundial, la creencia religiosa separatista, la federación de religiones y el conjunto de dualidades que indican sencillamente el realismo de quienes son personalidades (integradas y separatistas) o almas (alineadas y conscientes del grupo). Tal la principal divergencia que existe hoy en el mundo; el peso del poder está a favor de la separatividad y de las diferenciaciones críticas, pues son la línea de menor resistencia. Gradualmente ambas se equilibrarán con el peso del idealismo mundial que entrará paulatinamente en el reino de la unificación del alma, hasta que oportunamente (pero no antes de cierto tiempo) el énfasis del pensamiento mundial se pondrá definitiva y permanentemente «del lado de los ángeles». Observen la verdad oculta que encierra esta conocida frase. En consecuencia, podemos esperar que las nuevas leyes que rijan la vida del alma, que significa vida grupal, comiencen a actuar y hacer sentir su presencia. Al principio esto traerá acrecentadas dificultades mundiales, de allí la necesidad de aclarar el significado de estas leyes, simplificar sus objetivos y hacer comprensible sus potencialidades.

1. La Ley del Sacrificio

El tema que estudiaremos ahora es difícil y suscitará controversias. El hilo que nos sacará del intrincado laberinto del pensamiento y en el cual debemos por fuerza entrar, es el hilo dorado del amor grupal, de la comprensión grupal, de las relaciones grupales y de la conducta grupal.                                        

Nombre Exotérico Nombre Esotérico Símbolo Energía de Rayo
1 La Ley del Sacrificio La Ley de quienes eligen morir La Cruz rosada con un pájaro dorado El cuarto rayo afluyente, energía unificadora


La ley del sacrificio es la primera de las leyes que debe ser captada por la inteligencia humana y es la más fácilmente comprendida por el ser humano (porque está regido por ella [i88] y es consciente de la misma), tuvo su primera y principal expresión en la era que va desapareciendo lentamente, la actual era pisciana; esta ley siempre ha estado activa y en vigencia en el mundo, pues es una de las primeras leyes subjetivas internas que se expresan conscientemente como ideal activo en la vida humana. Todas las religiones mundiales han tenido por tema el sacrificio divino, la inmolación de la Deidad cósmica por medio del proceso de la creación universal y de los Salvadores del mundo, mediante Su muerte y sacrificio como medio de salvación y eventual liberación. La ceguera y la influencia contaminadora del individuo separatista inferior son tales, que esta ley divina del sacrificio se utiliza con la intención egoísta de una salvación personal e individual. 

Pero la verdad disfrazada permanece siendo la verdad inmaculada en su propio plano, y esta dominante ley mundial rige a la aparición y desaparición de universos, sistemas solares, razas y naciones, líderes y gobernantes mundiales, a los seres humanos que encarnan y a los que se revelan como Hijos de Dios.

Veamos ahora si podemos interpretar o definir la verdadera significación de esta ley, que realmente es la expresión de un impulso divino, que conduce a una actividad definida, con sus consiguientes y subsiguientes resultados y efectos. Este aspecto del sacrificio condujo a la creación de los mundos y a la manifestación del divino Creador.

Para una mejor comprensión de la Ley del Sacrificio será de utilidad expresarla por medio de palabras y términos sinónimos.

a. La significación de la ley del sacrificio

Significa el impulso de dar. El secreto de la doctrina del “perdón de los pecados” y de la «expiación» está oculto en esta simple frase. Es la base de la doctrina cristiana del amor y del sacrificio. De allí el énfasis [i89] puesto en la Era de Piscis y la influencia ejercida por el Cristianismo sobre ambas cosas –perdón y expiación. Ciertamente el ser humano, como de costumbre, desfiguró e interpretó erróneamente la enseñanza y la verdad, y fueron absorbidas, como comúnmente sucede en la actualidad, por el espejismo y la ilusión del plano astral, más la influencia pisciana. El pensamiento del ser humano dominó y distorsionó el ideal y produjo una doctrina tan condenable como la del elegido de Dios, la del preferido del Señor, de los que podían beneficiarse por el sacrificio y la muerte del gran Hilo de Dios, que debido a los méritos de esa muerte vicaria, pasan a un estado de bienaventuranza en el cielo, simplemente por su elección emotiva que ignoran los millones de seres que no han hecho ni han tenido la oportunidad de hacer tal elección. La actividad simbólica del gran Instructor de Nazaret será bien comprendida y su significación convenientemente apreciada, sólo cuando sus implicaciones grupales se estudien más cuidadosamente, cuando el significado del sacrificio y de la muerte ocupen su correcto lugar en la conciencia humana y cuando la ley de dar, con todo lo que ella implica, sea correctamente comprendida y aplicada. Quienes así se sacrifican son:

La Deidad solar que dio Su vida al universo, al sistema solar, al planeta y a los mundos manifestados que en consecuencia aparecieron. La Deidad cósmica ha obrado del mismo modo, pero ¿qué significado tiene para nosotros? Ninguno, excepto un símbolo. Fueron Su impulso, Su voluntad, Su deseo, Su incentivo, Su idea y propósito de aparecer. Entonces tuvo lugar el acto creador, comenzando con el proceso de la manifestación, su cíclica existencia evolutiva. El Cristo Cósmico fue crucificado sobre la cruz de la materia y, debido a ese gran sacrificio, se les ofreció la oportunidad a todas las vidas en evolución en todos los reinos de la naturaleza y en todos los mundos creados. Y así pudieron progresar. Comenzó el trabajo en tiempo y espacio y se inició la admirable marcha de los seres vivientes hacia la meta hasta ahora ignota. No es posible [i90] dar la razón de por qué la Deidad decidió actuar así. Nosotros no conocemos su propósito o plan final, y únicamente en las mentes iluminadas comienzan a aparecer aspectos de Su técnica y método. Quienes saben más que nosotros, debido a su extenso ciclo de vida y a sus mayores experiencias, insinuaron que comienza a despuntar una vislumbre de la intención eterna y cósmica en la conciencia de Aquellos que han recibido algunas de las iniciaciones superiores. Su naturaleza necesariamente permanece incomprensible para el género humano. Todo lo que el ser humano inteligente puede captar, echando una mirada retrospectiva a la historia del planeta (hasta donde puede proporcionar la historia moderna) es que:

  1. 1. Ha progresado la facultad humana de ser consciente.
  2. 2. Ha habido un refinamiento creciente y paralelo de las formas de vida en los distintos reinos de la naturaleza.
  3. 3. Se ha intensificado la actividad consciente, dentro de una escala de vida acelerada y progresiva que, como se sabe, ha llevado constantemente a trascender el tiempo tal como lo conocemos.
  4. 4. Ha habido un amplio progreso de una dimensión a otra, y hoy hablamos en términos de un estado de conciencia cuadridimensional y captamos el hecho de que son maravillosamente posibles cinco o seis dimensiones.
  5. 5. 6. Se ha acrecentado el control científico de los elementos en que vivimos y de las fuerzas de la naturaleza. Actualmente hablamos del dominio del aire, así como hace quinientos años (cuando se lo consideraba imposible) hablábamos del dominio de los mares. Contrarrestamos la atracción de la fuerza de gravedad de la tierra a fin de poder «volar hacia la faz del sol».
  6. Se ha progresado desde la vida instintiva de la conciencia sensoria en la forma material, hasta la vida intelectual de los seres humanos autoconscientes, incluyendo la comprensión [i91] intuitiva de los que comienzan a actuar como entidades superhumanas.

Todo ello ha sido el resultado de la actividad determinante y condicionada de la Gran Vida, que prefirió sacrificarse y ser crucificada en la Cruz cardinal de los Cielos, a fin de pasar una iniciación cósmica, la Cual, según nuestro punto de vista mediocre y relativamente ignorante, está crucificada en la Cruz fija de los Cielos, y por medio de la Cruz mutable, produce, no obstante, cambios durante el ciclo evolutivo, para lograr el desarrollo de la conciencia, el refinamiento constante de la forma y la intensificación de la vida que caracteriza Su creación.

El estudio de los objetivos mencionados:

  1. 1. El desarrollo de la conciencia,
  2. 2. El refinamiento de las formas,
  3. 3. La intensificada realización de la vida

proporcionaran a los ansiosos estudiantes una pobre comprensión de los aspectos inferiores del divino propósito. La imaginación humana vacila ante la maravilla que encierra dicha idea. Si la enunciación de estos hechos e ideas sólo son la mera expresión de los propósitos cósmicos más profundos y bellos ¿no podría ser que la meta estuviera más allá de todo cálculo humano, si únicamente su expresión inferior abarca los conceptos intuitivos y abstractos más avanzados de que es capaz la conciencia humana más elevada? Les recomiendo que reflexionen profundamente sobre este pensamiento.

Por lo tanto, se evidenciará por qué la energía de cuarto rayo se relaciona con la Ley del Sacrificio y por qué en este cuarto sistema planetario y en nuestro cuarto globo -la Tierra- se pone tanto énfasis sobre la Ley del Sacrificio, «la Ley de los que eligen morir». El cuarto rayo [i92] de conflicto (conflicto que eventualmente termina en armonía) no es en la actualidad uno de los rayos que están en manifestación, sin embargo -a la luz del ciclo mayor- este rayo es uno de los principales factores que controlan la evolución en la tierra y en nuestro sistema solar, que es de cuarta categoría. Esto, bien comprendido, nos dará una idea de por qué nuestro pequeño planeta Tierra tiene aparentemente tanta importancia en el sistema solar. No es simplemente porque queremos creerlo y con ello nutrir nuestro orgullo, sino porque el cuarto rayo de conflicto y esta primera ley, son, en tiempo y espacio, factores predominantes en el cuarto reino de la naturaleza, el reino humano. Nuestro planeta, el cuarto en la serie de la divina expresión, con la cual estamos asociados, tiene una relación particular con la posición de nuestro sistema solar en la serie de sistemas solares que constituyen el cuerpo de expresión de Aquel del Cual Nada Puede Decirse.

Nunca debemos olvidar que el cuarto rayo de conflicto es aquel cuyas energías, correctamente aplicadas y comprendidas, traen armonía y unificación. Esta actividad armonizadora produce belleza, la belleza obtenida por medio de la lucha. Trae vivencia a través de la muerte, armonía mediante la lucha y unión por medio de la diversidad y la adversidad.

El sacrificio de los ángeles solares trajo a la existencia el cuarto reino de la naturaleza. Los «nirvanas que regresan» (según se los denomina en la literatura esotérica), deliberadamente y con plena comprensión, tomaron cuerpos humanos a fin de que esas formas inferiores de vida se acercaran más a la meta, y nosotros fuimos y somos esos nirvanas. Los «Señores del Conocimiento y de la Compasión y los de la perseverante e incesante Devoción» -nosotros- eligieron morir a fin de que las vidas inferiores pudieran vivir y este sacrificio permitió que evolucionara la conciencia que mora internamente en la Deidad. Al abrirse camino a través de los reinos [i93] subhumanos de la naturaleza, esta conciencia necesitó de la actividad de los ángeles solares para poder seguir progresando. Aquí reside:

a. Nuestro servicio a Dios, por medio del sacrificio y la muerte.
b. Nuestro servicio a otras almas, por medio del propósito deliberado de autosacrificio.
c. Nuestro servicio a otras formas de vida en otros reinos.

Todo esto implica la muerte y el sacrificio de un hijo de Dios, un ángel solar, pues desde el punto de vista de la Deidad, al descenso a la materia, la manifestación por medio de la forma, la apropiación de un cuerpo y la expansión de la conciencia mediante el proceso de la encarnación, se lo considera ocultamente que es la muerte. Pero los ángeles «eligieron morir, y al morir, vivieron”. Debido a su sacrificio la materia es ascendida a los Cielos. Éste tema predomina en las páginas de La Doctrina Secreta y está expuesto más detalladamente en el Tratado sobre Fuego Cósmico. El sacrificio de los ángeles, la muerte de los Hijos de Dios, la inmolación del Cristo místico, la crucifixión en tiempo y espacio de todas las entidades vivientes llamadas almas, es el tema tratado en dichos libros. Es el misterio insinuado en las Escrituras del mundo y el secreto de las edades, sólo descubierto por las almas de los seres humanos a medida que cada uno, individualmente, se relaciona conscientemente con su propia alma y descubre lo que ha realizado gozosamente en el pasado, llegando así a comprender el supremo sacrificio realizado premeditadamente en los albores del tiempo, y vuelve a repetirlo consciente y simbólicamente en alguna etapa de su transcurso en la tierra como alma, para beneficio de otras almas, a fin de acelerar su progreso hacia sus respectivas metas. Luego, en determinada vida, representa o desarrolla en sí mismo y también ante el mundo expectante, el gran drama simbólico denominado:

El Sacrificio de un Salvador del Mundo. Éste es el tema del [i94] romance histórico de todos esos Hijos de Dios que, en el transcurso de las épocas, han llegado a comprender la significación del propósito divino de Dios, del Verbo encarnado a través de un planeta, de los ángeles solares que a su vez son el Verbo encarnado en una forma humana. Aunque represente este drama, como lo hizo el Cristo, para presentar al ser humano el simbolismo de la muerte y del sacrificio, o como lo hizo el Buda, para demostrar al ser humano el sacrificio y la muerte del deseo personal (mencionando sólo dos de los manifestados Hijos de Dios), el tema sigue siendo el mismo -la muerte de lo inferior a fin de liberar lo superior- o –en escala mayor- la muerte de lo más elevado en el orden y la escala del ser, a fin de liberar lo inferior.

Pero la lección que debe ser aprendida (y el ser humano la está aprendiendo), es que, muerte, dolores y tristezas, pérdidas y desgracias, alegrías y aflicciones, tal como lo comprende la conciencia humana, existen porque el ser humano todavía se identifica con la vida de la forma y no con la vida y la conciencia del alma, el ángel solar, cuya percepción es, potencialmente, la de la Deidad planetaria, cuya mayor percepción es, a su vez, potencialmente la de la Deidad solar. El momento en que el ser humano se identifica con su alma y no con su forma, comprende el significado de la Ley del Sacrificio; espontáneamente está regido por ella, convirtiéndose en aquel que premeditadamente elegirá morir. Pero no hay dolor ni tristeza y tampoco verdadera muerte.

Tal el misterio de la ilusión y del espejismo. Todos los Salvadores del Mundo están libres de estos dos factores esclavizantes. No son engañados. Sería bueno señalar, al margen, que en la Nueva Era se ampliará el concepto que tenemos acerca del término Salvador Mundial. En la actualidad se aplica predominantemente a las almas que pertenecen al rayo de la enseñanza, el segundo rayo o [i95] rayo Crístico, las cuales están representando el drama de la salvación. Pero esto es un error, y se debe al poderoso espejismo emocional de la era pisciana, influencia astral que tiene sus raíces en la anterior civilización Atlante que precedió a la nuestra. En esa época el cuerpo astral era el tema de atención. Gran parte de lo que sucede hoy y puede suceder, tiene sus raíces en ese aspecto de la energía. Las simientes entonces sembradas, florecen ahora. Esto es muy bueno y necesario, aunque cause angustia al experimentarlo.

Pero debe reconocerse que los Salvadores del Mundo vienen para servir a la raza, sacrificándose de diversas maneras y en muchas formas. Pueden aparecer como grandes gobernantes, dictadores, políticos, estadistas, científicos y artistas. Su trabajo es salvar, restituir o renovar y revelar, y lo cumplen sacrificándose a sí mismos. Por lo tanto, deben ser reconocidos por lo que son, siendo hoy incomprendidos, mal interpretados y juzgados erróneamente por sus errores, más que por sus objetivos, pero son almas consagradas. Rescatan, elevan, integran e iluminan, y el resultado neto de su trabajo, desde el punto de vista histórico, es bueno.

La Ley del Sacrificio y el impulso de dar, pueden observarse también en todos los reinos de la naturaleza. Tenemos su ejemplo en los sacrificios básicos que tienen lugar entre los reinos. Las cualidades esenciales de los elementos minerales y químicos de la tierra podrían servir de ejemplo. Son necesarios para otras formas de vida y fueron otorgados al ser humano por medio del reino vegetal y el agua que bebe, por eso en el primero y más denso reino de la naturaleza (cuya conciencia está tan distanciada de la nuestra) tiene vigencia el proceso de dar. Sin embargo, no es posible delinear esta Ley del Sacrificio en los reinos subhumanos, y [i96] aquí debemos confinar nuestra atención al mundo de la conciencia y del vivir humano.

b. El trabajo de salvar o la salvación

La Ley del sacrificio también significa salvar y subyace en todo el proceso evolutivo, y surge con clara significación en la familia humana. El instinto de perfeccionarse, el ansia de progresar (física, emocional e intelectualmente), el esfuerzo por aliviar la mala situación, la tendencia a la filantropía, que tan rápidamente se está extendiendo por el mundo, y el sentido de responsabilidad, que permite al ser humano comprender que es el custodio de su hermano, son todas expresiones de este instinto de sacrificio. Este factor, reconocido por la psicología moderna, tiene una significación mucho más amplia que la que tuvo hasta ahora. Tal tendencia instintiva rige la Ley de Renacimiento. Es la expresión de un factor aún mayor del proceso creador; principal impulso determinante que impelió al Alma de Dios Mismo a entrar en la vida de la forma, e impele a la vida, en el arco evolutivo, a descender a la materia, produciendo así la inmanencia de Dios. También constituye lo que obliga a la humanidad a luchar implacablemente por el bienestar material. Es además lo que impulsa al ser humano, con el tiempo, a volver la espalda «al mundo de la carne y del demonio», según El Nuevo Testamento, y a orientarse hacia las cosas que tienen importancia espiritual. El hijo pródigo sacrificó el hogar del Padre cuando decidió alejarse hacia lejanos países. Desperdició y sacrificó su sustancia por haber abusado de la experiencia de la vida en la tierra, hasta que agotó todos sus recursos y tuvo que sacrificar lo que tanto había querido, pero descubrió que no lo satisfacía. Por las cosas de menor valor sacrificó los valores superiores y tuvo que regresar a su punto de origen. Ésta es la historia de la vida de todos los [i97] Hijos de Dios que vinieron a la encarnación, expuesta en forma simbólica en la Biblia, tema que está en todas las Biblias del mundo.

El anhelo de sacrificarse, de abandonar esto por aquello, de elegir una forma o línea de conducta sacrificando otra, de perder para eventualmente ganar, es la historia que subsiste en la evolución, lo cual debe ser comprendido en forma psicológica. Es el principio que rige la vida misma y corre como canon dorado de belleza a través de los oscuros elementos con los cuales se forja la historia humana. Cuando este impulso de sacrificio para conquistar, adquirir o salvar, lo que se considera deseable, sea comprendido, se revelará la clave del desarrollo del ser humano. Esta tendencia o anhelo es algo distinto del deseo, tal como hoy se comprende y estudia académicamente, pero lo que en verdad significa es el surgimiento de lo más divino en el ser humano. Constituye un aspecto del deseo; es la parte activa y dinámica, no la parte sentimental-sensual; es la característica predominante de la Deidad.

Sin embargo, es interesante que los que estudian esoterismo observen que este anhelo de salvar y sacrificarse, con el fin de redimir, obra de distintas maneras en los diferentes esquemas planetarios. Cada Señor de Rayo de un esquema, que se manifiesta por medio de un planeta, expresa este impulso de diferente manera y cada manifestación es tan distinta de las otras, que lo único que puede hacer el ser humano es presentir el método que existe en nuestro propio planeta. Los iniciados saben que las características psicológicas variables de las Vidas de rayo condicionan muy especialmente el método de expresar el sacrificio en el transcurso de la manifestación. La gran corriente de energía viviente que se manifiesta en el esquema evolutivo de nuestra Tierra está condicionada por el temperamento, la actitud y la orientación de un «Divino Rebelde». Sólo la rebelión produce dolor y tristeza, pero dicha rebelión es inherente [i98] e innata en la Deidad de nuestro planeta, «Aquel en Quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser». En consecuencia, constituye una tendencia mayor que la del ente individual. Esta verdad asombrosa respecto a la Vida planetaria, sólo puede expresarse en forma velada mediante la simbología y en términos del pensamiento humano. Incluso en esto, existe siempre un riesgo, pues los seres humanos interpretan lo que leen, oyen y experimentan, relacionándolo con ellos mismos.

El Antiguo Comentario reza:

«Entró en la vida y supo que era la muerte.
«Tomó una forma y se entristeció porque era oscura.
«Se obligó a salir del lugar secreto y buscó el lugar de la luz, y la luz le reveló lo que menos buscaba.
«Esperaba obtener permiso para regresar.
«Buscó el Trono en lo alto y a Aquel que estaba sentado en él. Exclamó: ‘No buscaba esto. Buscaba la paz, la luz, la libertad de servir, de demostrar mi amor y de revelar mi poder. Aquí no hay luz. Aquí no hay paz. Dejadme regresar.’
«Pero Aquel que estaba sentado en el Trono no volvió la cabeza. Parecía no escuchar ni oír.
«Entonces desde la esfera inferior de las tinieblas y del dolor, surgió una voz que exclamó: ‘Aquí sufrimos. Buscamos la luz. Necesitamos la gloria de un Dios entrante. [Sólo he hallado estas dos últimas palabras para poder expresar el antiguo símbolo que estoy traduciendo.]
“Elévanos a los Cielos. Entra, Oh Señor, en la tumba. Resucítanos a la luz y haz el sacrificio.
‘Derriba los muros de la prisión y penetra en el dolor.’
«El Señor de la Vida retornó. No le agradó, de allí el dolor».

Las mismas condiciones que fusionan la ley del Sacrificio con el dolor, la tristeza y la dificultad, existen también en los planetas Marte y Saturno, pero no en los demás planetas. Quienes han leído detenidamente La Doctrina Secreta y el Tratado sobre Fuego Cósmico, saben que la Tierra no es un planeta sagrado. Sin embargo, Saturno, Marte y la Tierra, constituyen, de manera esotéricamente curiosa, la [i99] personalidad de una maravillosa Vida de rayo, cuya energía es de tercer rayo. Existen, como ya se ha especificado, siete planetas sagrados, pero sólo diez esquemas planetarios y, en tres casos (los de los tres rayos mayores), tres planetas constituyen la personalidad de cada Vida de rayo. Algunos pensadores esotéricos creen que nuestro sistema solar incluye doce planetas, pero su conclusión tiene una base. La personalidad de dicha Vida de tercer rayo actúa por intermedio de los siguientes planetas:

  1. 1. El cuerpo mental se expresa por intermedio del planeta Saturno.
  2. 2. El cuerpo astral se expresa por medio del planeta Marte.
  3. 3. El cuerpo físico se expresa mediante el planeta Tierra.

La potencia de esta Vida es tal que requiere tres esquemas completos -los tres están estrechamente aliados y son interdependientes- para que ella pueda expresarse. Urano, Júpiter y Venus están similarmente aliados a fin de manifestar o expresar una gran Vida.

Estos hechos constituyen un grandioso misterio y no niegan la afirmación de que Venus tiene una relación particular e íntima con la Tierra. Lo que se quiere subrayar es difícil de expresar, pero tiene gran importancia. Permítaseme ser más explícito, empleando las siguientes afirmaciones:

1. Sólo tres esquemas planetarios son conscientes del dolor y la tristeza tal como comprendemos estos términos; ninguno de ellos conoce tan bien o los siente tanto como nuestro Logos planetario.

2. El dolor y la tristeza son el resultado de la rebelión y del divino descontento. El instinto de perfeccionamiento, basado en el descontento, ha implicado necesariamente el temperamento o la actitud planetaria que reconoce las dualidades. [i100]

3. Existe una etapa que se debe alcanzar en la conciencia humana donde aquello que está detrás de las dualidades -la etapa de unificación esencial- puede ser y será reconocido.

4. Cuando esto tenga lugar, la conciencia de nuestra humanidad se fusionará con la subyacente conciencia del todo, que no reconoce el dolor ni la tristeza y ha quedado fuera de la comprensión que rige predominantemente la conciencia de las tres grandes Vidas de nuestro sistema solar.

5. Esta verdad vagamente sentida se halla detrás del más elevado pensamiento metafísico, por ejemplo, el de la Ciencia Cristiana (Christian Science), Unidad (Unity), Ciencia Divina (Divine Science) y el énfasis puesto sobre la unificación por el cristianismo y las escuelas esotéricas.

El instinto de perfeccionamiento mediante el sacrificio es diverso.

Primero, el instinto por el mejoramiento individual que conduce al egoísmo, a la codicia y lleva, a los que poseen mente materialista, a adquirir posesiones materiales.

Segundo, el instinto de aliviar la mala situación de otras personas, ante todo por el móvil egoísta (para evitar la angustia personal que proporciona ver sufrir a otros) y, después, por el servicio puro y desinteresado, que es una cualidad del alma.

Tercero, tenemos la dedicación activa y el total sacrificio del yo inferior separado, mediante el poder de «permanecer en el ser espiritual»; lógicamente significa haber alcanzado ese estado de conciencia que trasciende lo que puede ser denominado simbólicamente el estado de conciencia «Tierra, Saturno y Marte».

Sin embargo, no debe olvidarse que la contribución que se haga a estas tres grandes Vidas planetarias, puesto que personifican preeminentemente [i101] la Ley del Sacrificio mediante el dolor y la rebelión, contribuyó grandemente a la totalidad y a enriquecer la suma total. Las unidades de vida divina y los átomos de energía eléctrica que pasan a través de estos tres esquemas planetarios están sujetos a ellos con el fin de adquirir esa sensibilidad síquica que, de otra manera, sería imposible. Únicamente esas unidades de vida que están predominantemente coloreadas por el tercer rayo de actividad, pasan durante un tiempo a través de estos tres esquemas. Aquí hay un indicio de por qué predominan las Mónadas de tercer rayo entre los hijos de los seres humanos. El rayo de inteligencia activa, que se expresa por medio de los siete tipos de rayo, es sobre todo el rayo al cual pertenecen la mayoría de las mónadas humanas, especialmente en la actualidad. Por lo tanto, hallaremos que los tipos psicológicos dados a continuación coloran el grueso de la humanidad, y que el rayo de inteligencia activa se expresa a través de:

  1. La voluntad, evoca el propósito divino.
  2. El amor, expresa la cualidad divina.
  3. El intelecto, refleja la intuición.
  4. El conflicto, produce la armonía.
  5. El conocimiento o la ciencia, conduce a la irradiación.
  6. El idealismo, establece el canon divino.
  7. El ritual u organización, manifiesta la Deidad.

Por lo tanto, hablando psicológicamente, cuando se haya obtenido un mayor conocimiento de las energías que determinan el tipo de un ser humano, por ejemplo, un individuo cuya Mónada se presume que pertenece al tercer rayo, su ego al cuarto rayo y su personalidad al séptimo, se designará como Tres, IV, 7. Dentro de esta simple fórmula habrá diferenciaciones menores; una personalidad de séptimo rayo puede tener un cuerpo mental de primer rayo, un cuerpo astral de quinto, y un cuerpo [i102] físico de tercer rayo. La fórmula que la describiría sería:

                 { 1
Tres, IV. 7 { 5
                 { 3

Esta interpretación significa:

Mónada............ tercer rayo.
Ego................... cuarto rayo.
Personalidad.... séptimo rayo.
Cuerpo mental.. primer rayo.
Cuerpo astral... quinto rayo.
Cuerpo físico.... tercer rayo.

De acuerdo a la fórmula que antecede será útil para los estudiantes hacer un análisis de sí mismos y de otros, y establecer sus fórmulas personales, lo cual debe hacerse consultando conjuntamente sus horóscopos. Esto será tratado más detalladamente después de haber considerado las implicaciones astrológicas de los rayos en el siguiente tomo de esta serie.

Por lo tanto, la Ley del Sacrificio no puede ser eliminada del esquema de nuestra Tierra, en lo que se refiere a las reacciones humanas y subhumanas, respecto al pesar y al dolor, como tampoco puede ser eliminada de los planetas Saturno y Marte. Es relativamente desconocida en los otros esquemas. Bienaventuranza y Sacrificio son términos sinónimos en lo que concierne a nuestro Logos solar y también para la mayoría de los Logos planetarios. Esto no debe olvidarse. Los más evolucionados hijos de los seres humanos en la Tierra han logrado, en ínfima medida, liberarse de las limitaciones impuestas por el pesar y el dolor, y conocen el éxtasis del místico, la exaltación del iniciado, la exquisita agonía del sacrificio o cualquier otro sentimiento llevado a la sublimación. Cuando esto ha sido logrado, el mecanismo del sufrimiento y la capacidad para registrar percepciones sensorias son trascendidas y, momentáneamente, el ser humano se evade hacia el plano de la unidad. [i103] Allí no hay dolor, tristeza, rebeldía ni sufrimiento. Cuando el viviente y vibrante antakarana o puente, ha sido construido, este «camino de evasión» se convierte en sendero normal de la vida. Entonces se evade automáticamente del dolor, pues enfoca su conciencia en otro lugar. En los casos mencionados y donde el antakarana no es un hecho consumado y establecido, el delgado filamento del «camino de evasión» parcialmente construido, al estar bajo una enorme presión y excitación, surge violentamente como un trémulo haz de luz y toca momentáneamente esa luz que es el Yo. De allí el éxtasis y la exaltación. Pero esto no dura y no se repite conscientemente hasta no haber pasado la tercera iniciación. Después de eso el «camino de escape» se convierte en el «camino de la vivencia diaria» (traducción inadecuada de una oculta y antigua frase). Luego se trasciende paulatinamente el sufrimiento, y los pares de opuestos -placer y dolor- ya no dominan al discípulo.

Lo antedicho constituye el tema de la psicología esotérica y, cuando se comprenda correctamente, explicará:

  1. 1. La influencia saturnina en la vida humana.
  2. 2. La cesación de la rebelión, o el fin de la influencia marciana.
  3. 3. La construcción del antakarana, que libera al individuo del control de la vida de la personalidad.
  4. 4. La evocación de la conciencia grupal.
  5. 5. La consiguiente negación del dolor y el pesar.
  6. 6. La entrada en el Nirvana y el comienzo del verdadero Camino.

La Ley del Sacrificio significa también:

c. Renunciar a lo adquirido

Éste es el tema básico de El Bhagavad Gita. En este tratado sobre el alma y su desarrollo, se enseña a «realizar la acción sin apegos», estableciendo así las bases para posteriores renunciamientos que pueden efectuarse sin [i104] dolor ni sentido de pérdida, porque se ha adquirido el poder, latente siempre en nosotros, de desprendernos de las posesiones adquiridas.

Esta ley actúa de diversas maneras y sólo es posible indicar algunas de las significaciones generales que contienen las principales lecciones que debe aprender todo discípulo.

Primero, el alma debe desprenderse de la personalidad. Durante épocas, ésta se ha identificado con el yo personal inferior y, por intervención del mismo, ha adquirido experiencia y mucho conocimiento. Llegará el momento en que ese medio «no será tan apreciado» por el alma, y se invertirán sus respectivas posiciones. El alma ya no se identifica con la personalidad, pero ésta se identifica con el alma y pierde su cualidad y posición separatista. Todo lo que ha adquirido en el transcurso de largos siglos de lucha y contienda, dolor y placer, desgracias y deseos satisfechos y todo lo que la rueda de la vida, girando incesantemente, ha puesto en posesión del alma, Todo debe ser abandonado. La vida del discípulo se convierte entonces en una serie de desprendimientos, hasta haber aprendido la lección del renunciamiento.

La secuencia consiste en lograr, primero, el desapasionamiento, luego, la discriminación y, finalmente, el desapego. Los discípulos deben meditar sobre estas tres palabras, si alguna vez quieren cosechar los frutos del sacrificio.

«Habiendo compenetrado los mundos con un fragmento de Mí Mismo, Yo permanezco». Tal es el tema del esfuerzo del alma y tal es el espíritu que debe subsistir en todo trabajo creador. En este pensamiento reside la clave del símbolo de la Ley del Sacrificio -una cruz rosada con un pájaro que vuela sobre ella. Ésta es la cruz amada (el rosado es el color del afecto), y el pájaro (símbolo del alma) que vuela libre en tiempo y espacio.

Segundo, el alma también debe desprenderse, no sólo de su atadura y adquisiciones logradas por el contacto con el yo personal, sino [i105] definitivamente de su atadura con los otros yoes personales. Los discípulos tienen que aprender a conocer a las personas únicamente en el plano del alma, y aquí reside una dura lección para muchos discípulos. Pocos son los que se han preocupado de sí mismos y lograron el desapego personal y no les interesa el contacto con el yo personal inferior. Están aprendiendo a trascender todo eso, o lo habrán trascendido en cierta medida, pero su amor por los hijos, la familia, los amigos y los íntimos, es para ellos de suprema importancia, amor que los mantiene prisioneros en los mundos inferiores. No se han detenido a pensar que ese amor es primordialmente amor a las personalidades y sólo secundariamente amor por las almas. Contra esta roca, muchos discípulos se estrellan durante vidas, hasta que llega el momento en que por el dolor, el pesar y las constantes pérdidas de lo que más quieren, su amor entra en una faz nueva, superior y verdadera. Se elevan por encima de lo personal y vuelven a encontrar -después de las pérdidas y el sufrimiento- a quienes ahora aman como almas. Entonces se dan cuenta que en vez de perder han ganado, que sólo ha desaparecido lo ilusorio, efímero y falso, adquiriendo al Ser Humano verdadero que jamás volverán a perder.

Tal es el problema que frecuentemente deben enfrentar los padres que se hallan en el Sendero del Discipulado y aprenden, por intermedio de sus hijos, la lección que los liberará para recibir la iniciación. Retienen a sus hijos, y por ser esto contrario a la ley de la naturaleza, les ocasionan desastre. Éste es el máximo egoísmo. Sin embargo, si sólo pudieran saber y ver correctamente, se darían cuenta que para retener hay que desapegarse y para conservar hay que liberar. Tal es la ley.

Tercero, el alma debe también aprender a renunciar a los frutos, o a lo adquirido, sirviendo, y a servir sin apegarse a los resultados, a los medios, a las personas o a las alabanzas. Trataré esto más delante.

[i106] Cuarto, el alma debe también desprenderse del sentido de responsabilidad por lo que otros discípulos puedan hacer. Algunos ávidos servidores retienen a sus colaboradores y no quieren perder el dominio que ejercen sobre ellos y sus actividades en el plano externo. Éste es un error sutil que se oculta detrás de un sentido de virtuosa responsabilidad y adhesión a los principios, tal como lo concibe el individuo, y la acumulada experiencia del discípulo, que lógicamente es una experiencia incompleta. La relación que existe entre los discípulos es egoica y no personal. Es el vínculo del alma, no de la mente. Cada personalidad sigue su propio curso, debe hacerse cargo de sus propias responsabilidades, cumplir su propio dharma, y agotar su propio karma, la cual será responsable de sí misma ante su Señor y Maestro, el Alma. Y tendrá que responder. ¿Esto en sí, infiere separación y soledad? Sí, en lo que a las actividades externas concierne. La única forma de llevar a cabo un trabajo unido consiste en que los servidores colaboren desde el punto de vista del vínculo subjetivo interno.

En esta época de la historia del mundo, de su periódica salvación de las condiciones que están destruyendo la actual civilización, es necesario que los aspirantes comprendan que la salvación debe llevarse a cabo bajo la Ley del Sacrificio y que sólo puede lograrse una relativa unidad externa en estos momentos. La mayoría de los servidores no poseen aún una visión suficientemente clara, como para trabajar con perfecta unidad de propósitos y objetivos, técnicas y métodos, o una completa comprensión y unicidad en el acercamiento. Esta fluida y perfecta colaboración reside todavía en el futuro. Es magníficamente posible establecer contacto y conexión internos basados en la comprensión de la unidad de propósitos y en el amor del alma y, para ello, todos los discípulos deben luchar y esforzarse. Debido a que predomina en esta época la mente separatista, no es posible en el plano externo llegar a un completo acuerdo sobre los detalles, métodos e [i107] interpretaciones de los principios. La colaboración y las relaciones internas deben ser establecidas y desarrolladas a pesar de las divergentes opiniones externas. Cuando el alma mantiene ese vínculo interno y los discípulos se desprenden del sentido de autoridad sobre los demás y de su responsabilidad por las actividades ajenas y, al mismo tiempo, contribuyen mutuamente en el Trabajo Uno, entonces las diferencias, las divergencias y los puntos de desacuerdo serán automáticamente superados. Existen actualmente tres reglas de importancia para los discípulos:

Primero, no deben permitirse las divergencias en las recíprocas relaciones internas, sino ha de permanecer intacta la integridad del grupo interno de servidores.

Segundo, cumplir con el deber y desempeñar cada uno su tarea, cargar con la propia responsabilidad y dejar que los condiscípulos hagan lo mismo, libres del impacto del pensamiento y de la crítica. Los caminos y los medios son muchos, y los puntos de vista varían en cada personalidad. El fundamento del trabajo es amor hacia todos los seres humanos y servicio a la raza, conservando al mismo tiempo un profundo amor interno hacia aquellos con quienes se está destinado a trabajar. Cada alma progresa en el camino de la luz por medio del servicio realizado, la experiencia adquirida, los errores cometidos y las lecciones aprendidas. Eso debe ser necesariamente personal e individual. Pero el trabajo es uno. El Sendero es uno. El amor es uno. La meta es una. Y éstos son los puntos más importantes.

Tercero, mantener siempre en el trabajo esa actitud mental que debe surgir de las dos reglas anteriores, seguidas fielmente. Los puntos de vista y la conciencia del discípulo le pertenecen y, por lo tanto, son para él correctos. Lo que le parece claro y de vital importancia no es, necesariamente, del mismo valor o de la misma importancia para sus hermanos. Aquello que para un discípulo puede ser un principio importante, otro más avanzado, con una mente más capaz, [i108] puede interpretarlo como aspecto de un principio mayor y una interpretación de un principio correcto y apropiado en determinado momento, pero susceptible de ser aplicado en distinta forma en otro momento y por otra mente. Bajo la Ley del Sacrificio estas tres reglas pueden interpretarse de la manera siguiente:

1. Abandonar o sacrificar la antigua tendencia a criticar y a inmiscuirse en el trabajo de otro y, así, conservar la integridad del grupo interno. Muchos planes para el servicio han sido desviados y muchos trabajadores han sido también obstaculizados por la crítica más que por cualquier otro factor.

2. Abandonar o sacrificar el sentido de responsabilidad por la acción de otros y, particularmente, de los discípulos. Traten de que la propia actividad se ajuste a la de ellos y, en la alegría de la lucha y por medio del servicio, las diferencias desaparecerán y se logrará el bien general.

3. Abandonar el orgullo mental que considera correctas y verdaderas sus modalidades e interpretaciones, y las de los demás, falsas y erróneas, lo cual conduce a la separación. Adhesión al camino de integración, el del alma, no el de la mente.

Estas palabras son severas, pero constituyen las reglas por las cuales los Instructores internos guían Sus actos y pensamientos, cuando trabajan juntos y con Sus discípulos. La integridad interna es lógicamente un hecho probado para ellos, pero no para los discípulos. Los Instructores internos consideran detestables las diferencias externas. Cada uno da libertad al otro para servir al Plan. Entrenan a Sus discípulos (sin distinción de grado) para servir al Plan con libertad, ya que en la libertad y en el sentido de alegría y en la fuerza del amor cooperativo interno es donde se realiza el mejor trabajo. Lo que buscan es la sinceridad. Lo que buscan es la voluntad de sacrificar lo inferior cuando se percibe lo superior. Están guiados porel espontáneo abandono de los ideales largamente sustentados, [i109] cuando se presentan otros mejores y más incluyentes. El sacrificio del orgullo y de la personalidad los impele a colaborar cuando comprenden la vastedad del trabajo y la urgencia de la necesidad. Es esencial que los discípulos aprendan a sacrificar lo no esencial, para que el trabajo pueda ir adelante. Aunque no sea bien comprendido, las muchas técnicas, métodos y procedimientos son secundarios a la gran necesidad mundial. Hay innumerables modalidades y puntos de vista, experimentos y esfuerzos que fracasan o triunfan, y todos aparecen y desaparecen, pero la humanidad permanece. Todos evidencian la multiplicidad de pensamientos y experiencias, pero la meta permanece. Las diferencias existen siempre en la personalidad. Cuando esta Ley del Sacrificio rija la mente, conducirá inevitablemente a que los discípulos abandonen lo personal en bien de lo universal y del alma, que no conoce separación ni diferencia alguna. Entonces ni el orgullo, ni la perspectiva estrecha y miope, ni el placer de entrometerse (tan querido por muchas personas) ni y la incomprensión del móvil, impedirán la mutua colaboración como discípulos, ni su servicio al mundo.