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INTRODUCCIÓN

[i259] Al iniciar este nuevo capítulo de nuestro estudio, consideraremos al ser humano tal como es, en la mayoría de los casos, en el plano físico. Haciendo una amplia generalización, podría decirse que los seres humanos se agrupan en cuatro clases:

1. Los pocos que se hallan bajo la influencia de sus almas, o los que rápidamente están llegando a ser susceptibles a tal influencia.

2. Las personalidades, de las cuales hay muchas en la actualidad.

3. Las innumerables personas que están despertando la conciencia mental.

4. La gran masa humana, constituida por esos seres humanos que aún no han despertado y constituyen la mayor parte de los habitantes del mundo.

En cada etapa de la historia humana, lo único que puede ser condicionado por la Gran Logia Blanca es la cualidad de la civilización. A los Miembros de la Logia sólo se les permite trabajar en los aspectos cualitativos que emergen de la naturaleza divina. Esto, a su vez, condiciona lentamente la vida de la forma, y así el aspecto forma se altera y adapta constantemente a medida que avanza hacia una creciente perfección. Este proceso de acondicionamiento se desarrolla [i260] a través de las almas que reencarnan; pues en la medida que han despertado, o están en proceso de despertar, le es posible a la Jerarquía prevalecer sobre ellas o influenciarlas, para que consideren que el factor tiempo es de suma importancia cuando se aborda el tema de la encarnación.

La generalidad de las almas humanas encarnan obedeciendo al anhelo o deseo de adquirir experiencia, siendo la atracción magnética del plano físico el factor determinante definitivo. Como almas están orientadas hacia la vida terrena. Las almas que despiertan o las que (ocultamente hablando) “vuelven en sí”, vienen a la experiencia de la vida física apenas conscientes de otra atracción superior. Por consiguiente, no tienen una orientación definida en el plano físico, como la mayoría de sus semejantes. Estas almas, en proceso de despertar, a veces pueden ser influenciadas para retardar o demorar su entrada en la vida física, a fin de condicionar el proceso de la civilización, o para acelerar su entrada en la vida terrena, y estar así disponibles, como agentes, para tal proceso de acondicionamiento. Dicho proceso no lo llevan a cabo mediante una actividad determinada e inteligentemente valorada, sino en forma natural por el simple efecto de vivir en el mundo y lograr los objetivos de su vida. De esta manera, acondicionan su medio ambiente por medio de la belleza, el poder o la influencia de sus vidas y, con frecuencia, ellas mismas son inconscientes del efecto que producen. Por lo tanto, es evidente que los cambios necesarios, en nuestra civilización, pueden ser rápidos o lentos, según sea el número de quienes viven como almas en entrenamiento.

Al comenzar el siglo XVIII, después de la [i261] reunión de la Jerarquía, en la gran Asamblea Centenaria de 1725, se determinó realizar un esfuerzo que ejerciera una influencia más definida sobre el grupo de almas que esperaba encarnar, induciéndolas a apresurar su entrada en la vida del plano físico. Así se hizo, y vino a la existencia la civilización moderna con resultados buenos y malos. La era de la cultura, característica sobresaliente de la era Victoriana, los grandes movimientos que despertaron la conciencia humana para reconocer la libertad esencial, la reacción contra el dogmatismo de la Iglesia, los grandes y maravillosos desarrollos científicos del pasado inmediato y las actuales revoluciones sexuales y proletarias, son el resultado de los impulsos impuestos a las almas para acelerar su encarnación, momento que no había llegado realmente, pero cuya influencia condicionante era necesaria para resolver ciertas dificultades (presentes desde 1525). Los malos efectos mencionados indican las dificultades incidentales al desarrollo prematuro y el indeseable desenvolvimiento de lo que podría denominarse el mal -no obstante es un término erróneo-.

Estas almas entrantes, gracias a su comprensión altamente desarrollada y a su “fuerza de voluntad”, produjeron a menudo trastornos en diversos sentidos. Sin embargo, si pudiéramos observar, como lo hacen aquellos que están en el aspecto interno, y comparar la luz que posee la humanidad actual, con la que poseía hace doscientos o trescientos años, apreciaríamos el enorme progreso realizado. Esto se evidencia en el establecimiento de un grupo de “almas condicionantes” que actúa con el nombre de Nuevo Grupo de Servidores del Mundo, iniciado en 1925, las cuales pueden ahora encarnar gracias al trabajo realizado por ese grupo de almas que aceleraron su encarnación debido al impulso de la Jerarquía. Las palabras “condición” y [i262] “condicionante” se emplean aquí con mucha frecuencia, porque son apropiadas para indicar la acción. Estas almas, debido a su grado de evolución, a su etapa de desenvolvimiento y a su impresionabilidad a la idea grupal y al Plan, pueden venir a la encarnación y comenzar más o menos a desarrollar el Plan y a evocar una respuesta al mismo, en la conciencia humana. De ahí que pueden “preparar el camino para el advenimiento del Señor”. Esta última frase es simbólica, e indica un determinado nivel de cultura espiritual en la humanidad. Dichas almas son, a veces, vagamente conscientes de su magnífica tarea y, en la mayoría de los casos, inconscientes del carácter del destino que lo cualifica. Según El Antiguo Comentario, son guiadas como almas de la Jerarquía y antes de encarnar son conscientes del impulso de “ayudar al acongojado planeta y así liberar a los prisioneros que fueron cautivados por el deseo inferior”; pero una vez encarnados, esa conciencia también desaparece y su cerebro físico no será consciente de lo que sus almas se han propuesto. Sólo permanece el anhelo de realizar ciertas actividades específicas. No obstante, el trabajo continúa.

Pocas almas encarnan por propia voluntad y decisión, trabajan con claro conocimiento y emprenden la tarea inmediata. Son las personas clave de cualquier época y los factores psicológicamente determinantes en cualquier período histórico dado. Son quienes marcan el paso y realizan el trabajo precursor; atraen hacia sí el odio y el amor del mundo; trabajan como Constructores o Destructores y, con el tiempo, retornan a su lugar de origen llevando consigo el botín de la victoria, como símbolo de la propia libertad obtenida o la ajena. Hablando en sentido psicológico, conservan las cicatrices infringidas por los opositores, pero tienen la seguridad de [i263] que han desempeñado con éxito la tarea que tenían designada.

El número de personas del primer grupo, ahora en encarnación, ha aumentado notablemente durante el último siglo, razón por la cual podemos esperar el rápido desarrollo de las características de la Era acuariana entrante.

Las del segundo grupo, designadas como personalidades, también están adquiriendo mucho poder. Se mezclan con el primero y tercer grupos.

Hay en el mundo, actualmente, personalidades de los siguientes tipos:

1. Personalidades que rápidamente pasan a la categoría de “almas condicionantes”.

2. Personalidades que están integradas, hombres y mujeres coordinados pero que aún no están bajo la influencia del alma. Su “propia voluntad y amor propio” son factores tan poderosos en sus vidas, que ejercen una influencia determinante en su medio ambiente. Está bien señalar la diferencia esotérica entre condicionante y determinante. La primera significa actuar libremente, sea un ser humano, una raza o una civilización. Simplemente influye y proporciona las condiciones, por las cuales lo mejor de la raza puede florecer y llegar a un estado de perfección. La segunda no permite actuar libremente, sino que determina por medio del poder, egoístamente aplicado y utilizado para fines personales, el camino que debe seguir una persona, una raza o una civilización.

3. Personalidades que están en proceso de despertar, las cuales se fusionan con la tercera clasificación y constituyen la flor y nata o la mejor expresión del tercer grupo.

Ahora consideraré estos tres grupos de personalidades en esta parte del Tratado. La [i264] palabra personalidad se emplea muy superficialmente, por lo tanto, será de valor dar las distintas definiciones de la palabra personalidad, tanto en su empleo común como en su verdadera significación espiritual. ¿No les parece que es de valor para los estudiantes conocer las numerosas formas en que se emplea correcta o incorrectamente esta palabra? Las enumeraré a continuación.

Una personalidad es un ser humano separado. Lo mismo podríamos decir un ser humano separatista. Pero es la definición más pobre y superficialmente empleada, y se emplea comúnmente para considerar a cada ser humano como una persona. En consecuencia, tal definición no es la verdadera. La mayoría son simples animales, con indefinidos impulsos superiores, que siguen siendo simples impulsos. Existen quienes, primordialmente, no son ni más ni menos que médiums; término empleado para designar ese tipo de persona que sigue ciega e impotente su camino, impelida por su densa naturaleza inferior de deseos, de la cual el cuerpo físico es sólo la expresión o el medio. Ellas están influenciadas por la conciencia, las ideas y las reacciones de la masa; por lo tanto, son incapaces de hacer algo por iniciativa propia, sino que están estandarizados por los complejos de la masa, siendo por consiguiente médiums que poseen ideas de masa; son arrastrados por los impulsos que le imponen los maestros y demagogos, y responden sin pensar ni razonar a cualquier escuela de pensamiento -espiritual, oculista, política, religiosa o filosófica-. Permítaseme repetir que tales personas son simples médiums y reciben ideas que no son propias ni que ellas han concebido.

Una personalidad es quien actúa coordinadamente, debido a sus dotes, a la estabilidad relativa de su naturaleza emocional y a un sistema glandular completo y sano. A esto le favorece su anhelo de adquirir poder y las adecuadas condiciones [i265] ambientales. Tal condición puede hallarse en cualquier campo del esfuerzo humano, haciendo del ser humano un buen capataz de fábrica o un dictador, según sean las circunstancias, su karma y su oportunidad. No me refiero aquí, en manera alguna, a la deseable coordinación del alma y el cuerpo, que es un desarrollo posterior, sino simplemente a un buen mecanismo físico, a un sensato control emocional y a un desarrollo mental. Puede haberse alcanzado un desenvolvimiento interno superior y, sin embargo, tener un instrumento tan pobre, en el plano físico, que resulte imposible lograr la coordinación. En estos casos, el sujeto rara vez afecta a su medio ambiente, en sentido permanente o poderoso. No puede manifestar o irradiar su poder interno porque se lo impide, en toda forma, su mecanismo físico. Un ser humano de mucho menos desarrollo interno, pero con un cuerpo físico que responda y unas glándulas que funcionen mejor, resultará ser, con frecuencia, un agente eficaz e influyente en el medio ambiente.

Una personalidad es un ser humano que tiene sentido del destino. Dicho ser humano posee la suficiente fuerza de voluntad para someter su naturaleza inferior a tal disciplina, que puede cumplir el destino que percibe inconscientemente. Tales personas constituyen dos grupos y son:

a. Los que no han establecido contacto con el alma y son impulsados a cumplir su destino por el sentido de poder, amor propio, ambición exaltada, un complejo de superioridad y por la determinación de llegar a la cumbre.

b. Los que han logrado, en pequeña medida, contacto con el alma, cuyos métodos y móviles son, por lo tanto, una mezcla de egoísmo y de visión espiritual. Su problema es difícil, porque la medida del contacto establecido con el alma hace afluir la fuerza que estimula la naturaleza inferior, aunque aumente [i266)] el control del alma. Sin embargo, tal control no es suficientemente fuerte como para subordinar totalmente a la naturaleza inferior.

Una personalidad es un ser humano totalmente integrado. En este caso, tenemos un ser humano cuya naturaleza física, emocional y mental puede fusionarse y, en consecuencia, funcionar como uno solo, y producir así un mecanismo subordinado a la voluntad de la personalidad. Esto puede tener lugar con o sin el establecimiento de un definido contacto con el alma. En esta etapa, está predispuesto a seguir el sendero de la derecha o el de la izquierda. La coordinación se efectúa de la siguiente manera:

a. La coordinación de la naturaleza emocional o astral con el cuerpo físico. En sentido racial, esto tuvo lugar durante la época Atlante; continúa efectuándose, en la actualidad, entre los grupos inferiores de la familia humana. Debiera ser el objetivo del desarrollo de los niños desde los siete a los catorce años.

b. La coordinación de las naturalezas física, astral y mental en un todo fusionado. En sentido racial, dicha coordinación se está realizando en la raza Aria, y el proceso terminará (para la humanidad) cuando el sol entre en el signo zodiacal de Sagitario, así como ahora está entrando en el signo de Acuario. Esta coordinación está desarrollándose rápidamente entre los miembros avanzados de la familia humana, y debiera ser el objetivo del entrenamiento de todos los adolescentes entre los catorce y los veintiún años.

c. Después, comienza la coordinación entre el alma y la personalidad; el alma enfoca su atención en la naturaleza astral o de deseos. Es la tarea inmediata de los aspirantes del mundo en la actualidad, y será la meta de la raza que suceda a la Aria [i267].

d. La coordinación entre el alma, la mente y el cerebro, excluyendo el cuerpo de ilusión, el astral. Ésta es la meta peculiar de los discípulos mundiales.

e. La coordinación que debe establecerse entre el alma, la personalidad purificada y la Jerarquía. Es la meta de los Iniciados del mundo en la actualidad, y la de todos los que se preparan para la primera, segunda y tercera iniciaciones. Esta culminación se alcanza, finalmente, en la Iniciación denominada Transfiguración.

f. La coordinación entre el alma, la personalidad y el espíritu. Tiene lugar mediante la Jerarquía de Almas -frase que sólo los Iniciados pueden interpretar y comprender en forma adecuada-. Este proceso se lleva a cabo después de la tercera iniciación.

Un ser humano puede considerarse que realmente es una personalidad, cuando el aspecto forma y la naturaleza del alma se han unificado. Cuando el alma ejerce influencia sobre la personalidad y compenetra todas las manifestaciones inferiores, sólo entonces la personalidad estará a la altura de su verdadera significación y constituirá la máscara del alma, la apariencia externa de las fuerzas espirituales internas. Estas fuerzas son expresiones del alma, y el alma es el ente central o foco fundamental en el plano mental de la Vida de Dios Mismo. Esencia, conciencia y apariencia, son los tres aspectos de la divinidad y del ser humano; cuando la personalidad está plenamente desarrollada, es la “apariencia de Dios en la tierra”. Vida, cualidad y forma, es otra manera de expresar la misma triplicidad.

Estas definiciones son realmente sencillas y breves. Las definiciones complicadas no aseguran su exactitud y los claros perfiles de una verdad se pierden a menudo en un laberinto de palabras [i268].