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IV. Reglas para obtener el Control del Alma - Parte 1

IV. REGLAS PARA OBTENER EL CONTROL DEL ALMA

Al considerar las reglas para obtener el control por el alma, no recapitularé las innumerables reglas que el aspirante debe seguir mientras se esfuerza perseverantemente por recorrer el sendero hasta su fuente de origen, sendero que conduce a lo que los budistas denominan Nirvana. En realidad, ese Sendero es sólo el comienzo del Camino superior que conduce a una vida incomprensible, hasta para los más evolucionados Seres de la Jerarquía planetaria. Tampoco es esencial que insistamos sobre los detalles del vivir que debe controlar el ser humano que, frecuente y adecuadamente, trata de actuar como alma que dirige a la personalidad. Éstos han sido delineados y reducidos a palabras por los discípulos en el transcurso de las épocas. En mi anterior libro titulado Tratado sobre Magia Blanca y en otros, me he ocupado de ello. Nuestro problema inmediato consiste en aplicar estas reglas para el discipulado, a fin de que [i215] progrese firmemente su técnica práctica. Mi propósito actual es mucho más difícil, pues este tratado ha sido escrito para los estudiantes del futuro, no para los del presente. Trato de indicar las reglas básicas que determinan el gobierno jerárquico y condicionan los asuntos mundiales. Por lo tanto, nos ocuparemos de las actividades sutiles de las energías que, en el aspecto interno, animan las actividades externas y provocan esos acontecimientos en el mundo de los seres humanos que más tarde formarán parte de la historia.

El problema que tiene ante sí la Jerarquía es doble y puede ser expresado con dos interrogantes:

1 ¿En qué forma puede expandirse la conciencia de la humanidad a fin de que se desarrolle desde el germen de la autoconciencia (así como era en la individualización), para ser llevada hasta la total conciencia e identificación grupales, como ocurre al recibir la última iniciación?

2 ¿En qué forma la energía ascendente del cuarto reino de la naturaleza puede ponerse en tan estrecha relación con la energía descendente del espíritu, para que otra gran expresión de la Deidad -la expresión grupal- pueda surgir a la manifestación a través del ser humano?

Por lo tanto dos cosas deben tenerse en cuenta: Primero, la atención de los miembros de la Jerarquía, que en la actualidad trabajan con el género humano, no está centrada en el aspirante individual, en tal forma que pueda ser interpretada como de interés personal. El interés puesto en él depende de su preocupación por los asuntos que conciernen al bien del grupo. El segundo punto es muy conocido y ha sido últimamente muy acentuado. En la actualidad atravesamos un período de oportunidad y crisis sin precedentes y, en consecuencia, la atención de la Jerarquía está enfocada en los seres humanos en forma excesivamente centralizada, a fin de valerse de la [i216] oportunidad en bien del ser humano. Aquí reside la responsabilidad y la base de la esperanza.

Por lo tanto, las reglas que consideraremos no son las leyes del alma, o las leyes que controlan las etapas del desenvolvimiento humano en el Sendero. Ellas tienen un alcance mucho más amplio y pertenecen al extenso ciclo evolutivo, en lo que concierne a toda la familia humana, especialmente la contribución que aporta al entero esquema evolutivo. Sin embargo -dada la falta de una comprensión desarrollada- tendremos que limitarnos a considerar estas reglas únicamente cuando rigen el desenvolvimiento humano.

Trataremos de revelar, si es posible, algunos de los factores que rigen el esfuerzo que la Jerarquía controladora y los Custodios del Plan hacen cuando trabajan con los factores que están presentes en el ser humano y con las energías que ya se emplean objetivamente en este planeta. Lo que expondré no es sencillo, pues les resulta aún difícil a los discípulos avanzados percibir el propósito de algunos de estos factores. Lo que aquí se expone acerca de estas cuestiones, podrá ser apreciado cuando se produzcan ciertos acontecimientos posteriores durante el siglo venidero, pues ciertas líneas de desarrollo científico y espiritual deben tener lugar antes de que las implicaciones ocultas puedan ser convenientemente comprendidas. Si esto les parece sencillo y claro sería inteligente desconfiar de las obvias interpretaciones. El tema es muy abstruso. Conviene reflexionar sobre el concepto presentado, pero no crean que lo van a comprender rápidamente. Hay muchos modos de expresar el trabajo de la Jerarquía, y la interpretación estará de acuerdo al tipo de mente.

1. El Objetivo de estas Reglas

Puede decirse que para nuestro propósito, las finalidades que persiguen estas Reglas son cuatro, pero cada una es factible de ser expresada de [i217] muchas maneras. Indican simplemente las cuatro metas principales que los Trabajadores del Plan se han fijado. Las enunciaré concisamente y luego las detallaré algo más.

1 - El primero y principal objetivo radica en establecer, por intermedio de la humanidad, una avanzada de la Conciencia de Dios en el sistema solar. Ésta es una analogía, macrocósmicamente entendida, de la relación que existe entre un Maestro y Su grupo de discípulos. Si se reflexiona sobre ello se puede obtener la clave de la significación de nuestro trabajo planetario.

2 - Establecer en la tierra (como ya se ha indicado) una usina de tal poder y un punto focal de tal energía que toda la humanidad pueda ser un factor en el sistema solar, que produzca cambios y acontecimientos de naturaleza excepcional en la vida y vidas planetarias (y por consiguiente en el sistema) e inducir a una actividad interestelar.

3 - Fundar una estación de luz, por intermedio del cuarto reino de la naturaleza, que servirá no sólo a nuestro planeta y a nuestro sistema solar en particular, sino también a los siete sistemas, de los cuales el nuestro es uno. Este problema de la luz, ligado como está a los colores de los siete rayos, es por ahora una ciencia embrionaria y sería inútil extendernos sobre ello.

4 - Establecer un centro magnético en el universo, en el cual el reino humano y el reino de las almas, unidos y unificados, constituirán el punto de poder más intenso, que prestará servicio a las Vidas evolucionadas dentro del ámbito de irradiación de Aquel del Cual Nada Puede Decirse.

En estas cuatro afirmaciones hemos tratado de expresar las amplias [i218] posibilidades y oportunidades, tales como la Jerarquía lo ve actualmente. Sus planes y propósitos están destinados y orientados a una mayor realización, hasta ahora no visualizada por el ser humano normal. Si no fuera así, el objetivo principal a lograrse en el planeta sería el desarrollo del alma en el ser humano, pero no lo es. Podría serlo desde el punto de vista del ser humano, considerándolo como un ente esencialmente separable e identificable en el gran esquema cósmico, pero no es así para el todo mayor del cual la humanidad es sólo una parte. Los grandes Hijos de Dios, que han ido más allá de la etapa de desarrollo de los Maestros que trabajan exclusivamente con el reino humano, tienen proyectos de un alcance mucho más vasto y amplio, y Sus objetivos incluyen a la humanidad sólo como un detalle del Plan de la grandiosa Vida “en Quien Vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser”.

Quizás se pregunten, y con razón, hasta qué punto esta información puede servirnos en este mundo atormentado y confuso. Por evidentes razones, una visión nebulosa del Plan, como necesariamente será, confiere un sentido de proporción y también de estabilidad. Conduce a un muy necesario reajuste de valores, que indica, tal como lo hace, que existe un propósito y un objetivo detrás de todos los acontecimientos de la vida diaria. Ensancha, amplía y expande la conciencia cuando se estudia el gran libro de la vida planetaria que abarca, como realmente lo hace, los detalles y la estructura terminada, el factor humano y la entera vida del planeta en su relación con el Todo mayor. Esto es de mucha mayor importancia que los minuciosos detalles de la capacidad individual del ser humano para llegar a comprender cuál es el lugar inmediato que le corresponde dentro del cuadro mayor. Es fácil y lógico para el ser humano recalcar esos aspectos del trabajo jerárquico que le conciernen. A los Maestros de Sabiduría, que están suficientemente avanzados como para trabajar en zonas más amplias [i219] del plan espiritual, les causa gracia conocer la importancia que los discípulos y aspirantes del mundo les atribuyen y la forma en que se Los sobreestiman. ¿Cuándo comprenderemos que existen miembros de la Jerarquía cuya captación de la verdad y conocimiento del Plan divino, es mucho más avanzado que el de los Maestros que conocemos, así como Ellos son más evolucionados que el salvaje y el ser humano no evolucionado? Debería reflexionarse sobre esto.

Sin embargo, no es una tarea inútil para los discípulos y aspirantes captar el nebuloso delineamiento de esa estructura, propósito y destino, que será el resultado de la culminación y fructificación del Plan en la tierra. No es necesario evocar el sentido de futilidad, de interminable lucha y de un casi continuo bregar. Dado el hecho de que el ser humano y su vida son finitos, dada la enorme periferia del cosmos y la diminuta naturaleza de nuestro planeta y dada la vastedad del universo y la comprensión de que sólo es uno de los incontables (textualmente incontables) universos, mayores y menores, sin embargo existen en el ser humano y en nuestro planeta un factor y una cualidad que hacen posible que todos esos hechos puedan percibirse y comprenderse como partes de un todo, permitiendo al ser humano (escapar, como puede hacerlo, de su autoconciencia) expandir su sentido de percepción e identificación, de modo que el aspecto forma de la vida no oponga barreras a su espíritu omniabarcante. Es de valor escribir estas palabras y ocuparse de estas ideas, pues algunos de los que vienen ahora a la encarnación pueden comprenderlas, y las comprenderán cuando los lectores actuales hayan muerto y desaparecido. Ustedes y yo pasaremos a otro trabajo, pero habrá en la tierra quienes podrán visualizar el Plan con claridad y cuya visión será mucho más incluyente y comprensiva que la nuestra. La visión es de naturaleza divina. La expansión es un poder vital y una prerrogativa de la Deidad. Por lo tanto, esforcémonos por captar lo que sea posible en [i220] nuestra etapa particular de desarrollo y dejemos a la eternidad revelar sus secretos ocultos.

Los factores determinantes de este proceso peculiar del trabajo jerárquico, constituyen por lo tanto siete reglas principales de la vida evolutiva de Dios en la familia humana. Éstas determinan la actividad jerárquica -si podemos expresarlo así- dejando un amplio margen para el esfuerzo individual, pero proporcionando las vitales y activas tendencias más allá de las cuales el trabajador del Plan no se atreve a ir. Debemos comprender que existen fuerzas y energías que se mantienen en suspenso, como resultado de la interposición, conscientemente realizada, de la Jerarquía. Es posible para nosotros captar el hecho de que existen vidas y tipos de actividad que no han podido manifestarse (afortunadamente para el planeta) desde que la Jerarquía fue fundada en la tierra. No siempre ha existido una Jerarquía de almas perfectas, y este concepto abre perspectivas en los reinos de la expresión inmadura (desde el ángulo de la visión humana), tan difícil de comprender como las que se abrirán ante nosotros cuando pasemos imaginativa, tenue y nebulosamente, con incipiente conciencia, más allá de ese sector de la Jerarquía que se ocupa de los asuntos humanos, y captemos débiles destellos de otros sectores que se ocupan de asuntos más amplios e incluyentes.

2. Las Siete Reglas

Las siete reglas o factores para “Obtener el control por el Alma” son:

1. La tendencia innata e inextirpable de mezclar y sintetizar. Constituye la ley o regla de la vida misma:

a. Esta tendencia da por resultado en el aspecto forma, la destrucción y la ruina, con su corolario de dolor y sufrimiento. En el aspecto vida, da por resultado la liberación y la consiguiente expansión.

b. [i221] Es la causa básica de toda iluminación -individual, racial, planetaria y del sistema.

c. Es el resultado de un acto de la voluntad, causado por el impulso del presentido e innato propósito de Dios. Sin embargo -y esto a menudo se olvida- tal tendencia se inicia cuando el Logos planetario reconoce que Su plan, a su vez, también está condicionado y es parte integrante de un plan aún mayor, el de la Deidad solar. Dios, el Logos solar, está igualmente condicionado por un propósito de vida más elevado.

2. La cualidad de la visión oculta:

a. Esta cualidad, en el aspecto forma, produce la vista física, la ilusión astral y el conocimiento concreto. En el aspecto vida produce iluminación, incluyendo la extensa iluminación reflejada por nuestro planeta en el cielo, similar a la que hace al individuo un portador de luz, que eventualmente permitirá que la entera humanidad constituya una estación en la tierra.

b. Es la causa fundamental de toda percepción sensoria y el anhelo instintivo de llegar a la conciencia, en sus numerosas fases. La Jerarquía tiene que trabajar con esta cualidad, intensificándola y proporcionándole poder magnético.

c. Es el resultado superior del deseo que se funda intrínsecamente en la voluntad para formar un Plan y un propósito.

3. El instinto para formular un plan. Este instinto rige toda actividad que, en el proceso evolutivo, se divide en actividad instintiva, inteligente, intuitiva o plena de propósito, y en actividad iluminada, en lo que al género humano concierne. Esto incluye a ese sector de la [i222] Jerarquía que trabaja con la humanidad. Los aspectos más elevados de actividad planeada son muchos y diversos y todos se sintetizan por la actividad del tercer rayo, enfocada hoy en el séptimo rayo:

a. Observada desde el aspecto forma, esta facultad de hacer planes conduce a la actividad separatista y egoísta. Observada desde el aspecto vida, conduce a una colaboración fusionada que pone en actividad cada unidad de energía en todas las formas y aspectos subjetivos y unificados, a fin de que emprendan la tarea de unificación. Esto está sucediendo hoy poderosamente en el mundo actual. La tendencia a la unificación conduce, ante todo, al ser humano a desarrollar una personalidad integrada, para luego subordinar esa personalidad en bien del todo mayor.

b. Constituye la causa básica de la evolución misma, individual, planetaria y del sistema.

c. Este instinto es el resultado del desarrollo de la mente o manas, y el surgimiento de la inteligencia. Es la cualidad particular o naturaleza instintiva, mediante la cual la humanidad expresa el primer rayo de intención volitiva, fomentada por el deseo y trasmutada en actividad inteligente.

4. El anhelo de vivir una vida creadora, por medio de la facultad divina de la imaginación. Dicho anhelo, como podrá verse fácilmente, está estrechamente relacionado con el cuarto Rayo de Armonía, que produce unidad y belleza, adquiridas a través del conflicto:

a. En el aspecto forma conduce a la guerra, a la lucha y a la construcción de formas que luego deben ser destruidas. En el aspecto vida, conduce a la cualidad, a la irradiación vibratoria y a la revelación, en la tierra, del mundo de significados.

b. Por lo tanto, es la causa básica de la esencia sutil o [i223] revelación, que trata de expresarse a través de todas las formas de cada reino de la naturaleza. No hay un término mejor para expresar la maravilla oculta que debe ser revelada: la revelación del significado. En la actualidad ya comienza a suceder.

c. Es el resultado de la capacidad -unas veces adecuada y otras inadecuada- que posee la conciencia interna de revelar en qué medida controla por medio del Plan y cómo responde a la intención superior. Actualmente los miembros de la Jerarquía dependen de esta respuesta, al tratar que aflore en la conciencia humana el significado oculto.

5. El factor análisis. Este factor sorprenderá a quienes sufren la consecuencia del abuso del poder de discriminar, analizar y criticar. Sin embargo, es una cualidad fundamental y divina que produce una participación inteligente en el Plan y una habilidad en la acción:

a. En el aspecto forma se manifiesta como la tendencia a separar, dividir y crear posiciones contradictorias. En el aspecto vida, conduce a esa comprensión que tiende a la identificación, por medio de la elección y la comprensión más amplias.

b. Es el impulso y la causa básica que conducirá a la aparición eventual de ese reino de la naturaleza, superior al humano, el cual pertenecerá estrictamente al alma y manifestará en la tierra el quinto reino de la naturaleza, el reino de los dioses. Debe tomarse nota de esta frase.

c. Es el resultado del trabajo activo de los hijos de Dios, los hijos de la mente, y también su aporte a la contribución total planetaria, como parte del gran Plan del sistema. La Jerarquía misma es [i224] la manifestación externa e interna del sacrificio de los divinos Manasaputras (tal como se los denomina en La Doctrina Secreta) y sus miembros responden a la visión que han presentido del Plan para la totalidad. La Jerarquía es esencialmente el germen o el núcleo, del quinto reino de la naturaleza.

6. La cualidad innata que posee el ser humano para idealizar. Se funda en el éxito del Plan mismo. Originalmente dicho Plan trató de despertar en el ser humano las siguientes respuestas: correcto deseo, correcta visión y correcta actividad creadora, basados en la correcta interpretación de los ideales. Estos tres propósitos merecen ser considerados detenidamente.

a. En el aspecto forma se ha desarrollado como deseo material, conduciendo eventualmente a la crueldad y, con frecuencia, a una extrema expresión sádica. En el aspecto vida, ha conducido al sacrificio, a un centrado propósito, al progreso en el sendero y a la devoción.

b. Constituye la causa básica de toda organización y colaboración. El ideal que tiene ante sí la Jerarquía es la realización del Plan. El Plan es trasmitido a la humanidad en forma de ideas que, con el tiempo, se convierten en ideales -ideales que deben desearse y luchar por ellos. A fin de materializar esos ideales, surge la tendencia a organizar.

c. Es el resultado -en forma curiosa- del trabajo de un grupo peculiar de trabajadores mundiales que la humanidad conoce con el nombre de Salvadores Mundiales. Son los Fundadores de esas formas mediante las cuales las ideas divinas se convierten en ideales de las masas, en todas las esferas del pensamiento humano. Todo gran conductor mundial es necesariamente un “Salvador sufriente”.

7. La interacción de las grandes dualidades es la séptima regla o fuerza controladora, [i225] con la que trabaja la Jerarquía. Debido a la actividad engendrada por esta interacción y a los resultados obtenidos (que producen siempre un tercer factor), el mundo manifestado es impulsado a seguir la línea del Propósito divino. Esto no es evidente para el ser humano que está sumergido en los detalles de la vida, pero si pudiéramos ver la vida planetaria tal como la pueden ver los Maestros, veríamos aparecer el diseño en toda su belleza y la estructura de la idea de Dios acerca del universo, parecería hoy más nítidamente delineada y poseería mayor síntesis y belleza de detalles que en el pasado:

a. En el aspecto forma da la impresión de estar aprisionado por el factor tiempo, víctima de la velocidad y de las implacables fuerzas de todas las actividades de la vida, cuando actúan sobre el aprisionado ser humano. En el aspecto vida, proporciona un vivir rítmico y la consciente adaptación de la energía al propósito y a la meta inmediatos.

b. Necesariamente es la causa fundamental de la aparición y desaparición de las formas humanas y de las que han sido construidas por los seres humanos.

c. Es el resultado de la unificación efectuada en el plano físico que produce las unificaciones inferiores, así como las efectuadas hasta ahora en la conciencia humana han producido la unificación con el alma. Las unificaciones más elevadas hechas hasta ahora en el plano de la mente se han de expresar oportunamente en el plano de la vida física.

En el precedente delineamiento de la introducción hemos considerado muy brevemente las reglas que pueden producir en la tierra ese control que ejerce el alma, objetivo inmediato del proceso evolutivo. Como se verá, no hemos considerado simples ejercicios o disciplinas, ni tratado el desarrollo

La responsabilidad futura de una humanidad iluminada al entrar en la Nueva Era. Así se establecerán las bases para la enseñanza que impartiremos más adelante en este tratado.

Uno de los puntos que he tratado de exponer en todo lo publicado anteriormente es que las Leyes del Universo, las Leyes de la Naturaleza y los factores básicos controladores [i227] que determinan toda vida y circunstancia, y son para nosotros fijos e inalterables, constituyen la expresión -hasta donde el ser humano puede comprenderla- de la voluntad de Dios. Las reglas o factores vivientes que estamos considerando y que (cuando sean comprendidos y obedecidos) inducirán a que el alma controle al individuo y al universo, constituyen la expresión de la Cualidad o Naturaleza de Dios, que conducirán finalmente a la plena expresión de la divina Psiquis. Evidenciarán la naturaleza instintiva y emotiva de la Deidad, si estas palabras humanas pueden llegar a expresar algo de las divinas potencias cualitativas.

Las Leyes del Universo expresan la divina Voluntad y conducen a la manifestación del Propósito divino. Esto es sabiduría. Ordenan y nutren al Plan.

Las Reglas que inducen a que el alma controle expresan la cualidad divina y conducen a la revelación de la naturaleza de Dios, que es amor.

Las Leyes de la Naturaleza, o las llamadas leyes físicas, expresan la etapa de manifestación, o el punto alcanzado en la expresión divina. Se refieren a la multiplicidad o aspecto cualidad. Rigen o expresan lo que el Espíritu divino (la de las características requeridas que anteceden a la etapa de la Iniciación técnica. En realidad, nos hemos ocupado de esas tendencias fundamentales e inclinaciones innatas, contenidas en la divina expresión que finalmente producirán la manifestación de la súper Alma en nuestro planeta. Hemos visto también que estas tendencias regidoras comienzan ya a ser expresadas y comprendidas, y que el cuarto reino de la naturaleza o humano, ocupa una posición única en este desarrollo. En la afluencia descendente y ascendente de la vida divina, tal como se expresa por medio de los impulsos involutivo y evolutivo, la humanidad constituye uno de los fundamentales “centros originales de fuerza” que pueden formar y formarán una avanzada de la Conciencia divina, expresión de la divina Psiquis que manifestará eventualmente esas tres características psicológicas sobresalientes de la divinidad: Luz, Energía y Magnetismo. En el ser humano, reflejo microcósmico del Macrocosmos, estas cualidades se expresan mediante las palabras: Iluminación o Sabiduría, Actividad Inteligente y Atracción o Amor. Sería bueno meditar sobre esta tentativa de simplificar las potencias divinas en palabras e indicar cómo pueden expresarse en y a través de un vehículo humano.

Podríamos ahora ampliar algo las enunciaciones anteriores para que tengan una idea más clara sobre estos dos asuntos:

  1. La relación que tienen ambas cualidades divinas a medida que las capta y desarrolla el ser humano.
  2. La responsabilidad futura de una humanidad iluminada al entrar en la Nueva Era. Así se establecerán las bases para la enseñanza que impartiremos más adelante en este tratado.

Uno de los puntos que he tratado de exponer en todo lo publicado anteriormente es que las Leyes del Universo, las Leyes de la Naturaleza y los factores básicos controladores [i227] que determinan toda vida y circunstancia, y son para nosotros fijos e inalterables, constituyen la expresión -hasta donde el ser humano puede comprenderla- de la voluntad de Dios. Las reglas o factores vivientes que estamos considerando y que (cuando sean comprendidos y obedecidos) inducirán a que el alma controle al individuo y al universo, constituyen la expresión de la Cualidad o Naturaleza de Dios, que conducirán finalmente a la plena expresión de la divina Psiquis. Evidenciarán la naturaleza instintiva y emotiva de la Deidad, si estas palabras humanas pueden llegar a expresar algo de las divinas potencias cualitativas.

Las Leyes del Universo expresan la divina Voluntad y conducen a la manifestación del Propósito divino. Esto es sabiduría. Ordenan y nutren al Plan.

Las Reglas que inducen a que el alma controle expresan la cualidad divina y conducen a la revelación de la naturaleza de Dios, que es amor.

Las Leyes de la Naturaleza, o las llamadas leyes físicas, expresan la etapa de manifestación, o el punto alcanzado en la expresión divina. Se refieren a la multiplicidad o aspecto cualidad. Rigen o expresan lo que el Espíritu divino (la voluntad actuando con el amor) ha podido realizar en conjunción con la materia, a fin de producir la forma. Esta emergente revelación permitirá el reconocimiento de la belleza.

La primera serie de leyes, las Leyes del Universo, son abordadas en el Tratado sobre Fuego Cósmico y ocasionalmente mencionadas en otros escritos. La ciencia moderna ha hecho mucho para lograr una comprensión de las Leyes de la Naturaleza y confiamos en que seguirá haciéndolo, pues el alma dirige todas las cosas hacia el conocimiento. En lo que aquí expongo, trato de establecer las bases para la nueva ciencia de la psicología, que debe fundarse sobre una amplia y general comprensión de la divina Psiquis, a medida que trata de expresarse por medio del Todo manifestado, [i228] el sistema solar, y, para nuestro propósito, el planeta y todo lo que en él reside.

Cuando el poder de la psicología divina y sus principales tendencias y características sean reconocidas, y cuando la psicología moderna aparte su atención del minucioso estudio de la psiquis del individuo (comúnmente la de un individuo anormal) y la concentre en los atributos psicológicos del Todo mayor, del cual sólo somos una parte, obtendremos una nueva comprensión de la Deidad y de la relación existente entre el microcosmos y el Macrocosmos. En el pasado, esto fue confiado excesivamente a la filosofía, y ahora debe absorber la atención de los psicólogos. Tan deseado acontecimiento tendrá lugar cuando se capte el verdadero significado de la historia, cuando sea comprendida la amplitud del desarrollo humano durante las diversas épocas y cuando se compruebe que el alma actúa a través de todas las partes que componen todas las formas. En la actualidad se dice que únicamente el ser humano posee un alma y se pasa por alto el alma de todas las cosas. Sin embargo, el ser humano no es más que el macrocosmos de los otros reinos de la naturaleza.

Por lo tanto, son de suprema importancia las siete reglas que estamos estudiando, porque contienen las ideas-clave que revelarán a la Deidad que actúa como el Alma de todas las cosas y también a la naturaleza y el método de actividad del Cristo Cósmico, e indicarán las tendencias cualitativas que rigen y determinan la vida psíquica de todas las formas -desde un universo hasta un átomo- en el cuerpo de cualesquiera de las denominadas revelaciones materiales de la vida. Tengamos presente estos pensamientos cuando leemos y estudiamos.

Estas reglas se expresan con igual potencia en los siete rayos y producen la manifestación de la conciencia sobre la tierra, en cada una y en todas las formas. Ante todo, nos ocuparemos del Todo mayor, sin acentuar la diferenciación de los rayos. Los siete rayos, como a menudo se ha dicho, [i229] coloran o cualifican los instintos y poderes divinos, pero eso no es todo, pues ellos mismos están determinados y controlados por dichos poderes. No debe olvidarse que los rayos son las siete expresiones principales de la cualidad divina cuando ésta limita (y realmente limita) los propósitos de la Deidad. Dios Mismo se ajusta a un canon que le fue establecido por una remota visión. Este definido propósito o voluntad, está condicionado por su cualidad instintiva o psiquis, del mismo modo que el propósito de la vida de un ser humano está limitado y condicionado por el equipo psicológico con el cual llega a la manifestación. He dicho anteriormente que tratamos cosas abstrusas y difíciles y mucho de lo expuesto no estará al alcance de nuestra inmediata comprensión concreta. Sin embargo, el enunciado que antecede es relativamente simple si se interpreta en términos del propósito y de la cualidad de nuestra propia vida.

Aquí debemos abordar un punto antes de continuar nuestro estudio de las siete tendencias psicológicas de la Deidad.

Hemos hablado de Dios en términos de Persona y hemos empleado los pronombres Él y el posesivo. ¿Debemos inferir de esto que nos referimos a una prodigiosa Personalidad denominada Dios y, por lo tanto, pertenecemos a esa escuela de pensamiento llamada antropomórfica? La enseñanza budista no reconoce a un Dios ni a una Persona. Por consiguiente, desde nuestro punto de vista y acercamiento, ¿es erróneo o correcto? Técnicamente cuando se comprenda al ser humano como una expresión divina, en tiempo y espacio, podrá ser revelado este misterio.

Ambas escuelas de pensamiento son correctas y de ninguna manera se contradicen. En su síntesis y fusión, la verdad, tal como realmente es, puede comenzar -aunque en forma tenue- a aparecer. Existe un Dios Trascendente que “habiendo compenetrado todo el universo con un fragmento de Sí Mismo” puede todavía decir: “Yo permanezco”. Existe un Dios Inmanente cuya vida es el origen de toda [i230] actividad, inteligencia, crecimiento y atracción de todas las formas en todos los reinos de la naturaleza. Similarmente, existe en cada ser humano un alma trascendente que, cuando ha iniciado y terminado su ciclo de vida en la tierra y ha transcurrido el período de manifestación, se convierte nuevamente en lo inmanifestado y en lo amorfo, y también puede decir: “Yo permanezco”. Cuando se manifiesta y toma forma, la única manera en que la mente y el cerebro humanos pueden expresar su reconocimiento de la vida divina condicionante, es hablar en términos de Persona y de Individualidad. Por eso hablamos de Dios como de una Persona, de Su voluntad, de Su naturaleza y Su forma.

Sin embargo, detrás del universo manifestado permanece el Uno sin forma, Aquel que no es un individuo ni está limitado por la existencia individualizada. Por lo tanto, el budista tiene razón cuando acentúa la naturaleza no individualizada de la Deidad y se niega a personalizar a la Divinidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de la teología cristiana, personificando, como lo hacen, las triplicidades de todas las teologías, se convierten también en el Uno cuando ha terminado el período de manifestación. Permanecen como Uno, con la cualidad y vida intactas e indiferenciadas, tal como son en la manifestación.

La analogía de esto la tenemos cuando muere un ser humano. Desaparecen sus tres aspectos, mente o voluntad, emoción o amor, y apariencia física. Entonces la persona no existe. Sin embargo, si se acepta el hecho de la inmortalidad, el ser consciente permanece; su cualidad, propósito y vida están unidos con su alma inmortal. La forma externa, con sus diferenciaciones en una trinidad manifestada, ha desaparecido -nunca volverá exactamente en la misma forma o expresión, en tiempo y espacio.

La interacción del alma y de la mente produce el universo manifestado, con todo lo que contiene. Cuando persiste esa interacción, ya sea en Dios o en el ser humano, empleamos términos de origen humano (¿de qué otra manera se podría hablar con claridad?) que, por lo tanto, [i231] limitan, porque tal es nuestra actual etapa de iluminación -o ¿debería decirse etapa de oscuridad? Así se desarrolla la idea de la individualidad, de la personalidad y de la forma. Cuando cesa la interacción y termina la manifestación, tales términos ya no son apropiados ni tienen significado. Sin embargo, persiste el ser imperecedero, sea Dios u Ser Humano.

Por eso la mente humana sustenta el concepto sustentado por el gran Maestro de Oriente, el Buda, el de la Deidad trascendente, separada de la triplicidad, dualidad y multiplicidad de la manifestación. Sólo existe vida amorfa, sin individualidad y desconocida. En la enseñanza occidental que ha formulado y conservado el Cristo, persiste el concepto de Dios inmanente -Dios en nosotros y en todas las formas. En la síntesis de las enseñanzas de Oriente y Occidente y en la fusión de estas dos grandes escuelas de pensamiento, puede presentirse algo de este Todo superlativo, meramente presentido, pero no conocido. 

a. la tendencia a la síntesis

El primero de los factores que revela la naturaleza divina y el primero de los grandes aspectos psicológicos de Dios es la tendencia a la síntesis. Esta tendencia existe en toda naturaleza, en toda conciencia y es la vida misma. El impulso motivador de Dios y su descollante deseo es lograr la unión y la unificación. Ésta fue la tendencia o cualidad que el Cristo trató de revelar y dramatizar para la humanidad. En lo que se refiere al cuarto reino de la naturaleza, Sus grandiosos pronunciamientos, expresados en el capítulo XVII de San Juan, son un llamado a la síntesis y nos exhortan a alcanzar nuestra meta.

“Ya no estoy en el mundo; pero ellos están en el mundo y yo voy a Ti, Padre Santo, los que me has dado vigílalos en tu nombre, para que sean Uno, así como lo somos nosotros...

Les he dado tu palabra y el mundo los ha odiado, [i232] porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

No te ruego que los saques del mundo, sino que los protejas del mal.

No son ellos del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

Pero no ruego solamente por ellos, sino también por los que han de creer en mí, por la palabra de ellos.

Para que todos sean uno, así como tú, oh Padre, estás en mí, y yo en Ti, que también ellos estén en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.

La gloria que tú me has dado yo les he dado para que sean uno así como nosotros somos uno.

Padre, aquello que me has dado, deseo que donde yo estoy, ellos estén conmigo; para que vean la gloria que me has dado; por cuanto me has amado desde antes de la fundación del mundo”.

Esto nos indica la síntesis del alma y del espíritu, y también subraya la síntesis del alma y la materia, completando de esta manera la fusión y la deseada unificación.

Pero la síntesis de la Deidad, Su tendencia a mezclar y fusionar, es mucho más incluyente y universal que cualquier posible expresión del reino humano que, después de todo, sólo es una pequeña parte del todo mayor. El ser humano no es todo lo que puede llegar a ser ni constituye la consumación del pensamiento de Dios. El alcance de este instinto a la síntesis sustenta a todos los universos, constelaciones, sistemas solares, planetas y reinos de la naturaleza, así como también el aspecto actividad y la realización del ser humano, el individuo. Dicho instinto es el principio que rige a la conciencia misma, y la conciencia es la psiquis o alma que produce la vida psíquica; es percepción subhumana, humana y divina.

Respecto al ser humano, se han postulado las siguientes expresiones psicológicas:

1. Instinto. Está situado debajo del nivel de la conciencia, pero protege y gobierna los hábitos y la vida del organismo. Gran parte de la vida emocional se rige de este modo. [i233] El instinto controla por intermedio del plexo solar y de los centros inferiores.

2. Intelecto. Es autoconciencia inteligente que guía y dirige la actividad de la personalidad integrada, por medio de la mente y el cerebro, actuando a través de los centros laríngeo y ajna.

3. Intuición. Se refiere predominantemente a la conciencia grupal y, oportunamente, controlará nuestras mutuas relaciones, cuando funcionemos como unidades grupales. Actúa a través del corazón y del centro cardíaco, y es ese instinto elevado que permite al ser humano reconocer y someterse a su alma y también a su control e impresión de la vida.

4. Iluminación. En realidad esta palabra debería emplearse para designar a la conciencia superhumana. Este instinto divino permite al ser humano reconocer el todo del cual forma parte. Actúa mediante el alma del ser humano, utilizando el centro coronario y, eventualmente, inunda de luz o energía a todos los centros, vinculando al ser humano conscientemente con las correspondientes partes del divino Todo.

La tendencia a la síntesis constituye el instinto inherente en todo el universo y, sólo ahora, el ser humano está percibiendo su proximidad y potencia.

Este atributo divino del ser humano hace que su cuerpo físico sea parte integrante del mundo físico; lo hace psíquicamente gregario y está dispuesto a vivir en grupos (por elección u obligación). Este principio, actuando o funcionando por medio de la conciencia humana, ha conducido a la formación de nuestras enormes y modernas ciudades -símbolos de una futura civilización más elevada, denominada Reino de Dios, donde las relaciones entre los seres humanos serán muy [i234] estrechas psíquicamente. El instinto a la unificación subyace en el misticismo y en todas las religiones, pues el ser humano busca siempre una relación más estrecha con Dios y nada puede detener esta unificación (en la consciencia) con la Deidad. El instinto es la base de su sentido de inmortalidad y garantiza la unión con el polo opuesto de la personalidad, el alma.

Siendo un atributo de la Deidad y un instinto divino y, por lo tanto, parte de la vida subconsciente de Dios Mismo, es evidente que, dada la premisa original de que existe un Dios trascendente e inmanente, no tenemos por qué temer ni tener malos presentimientos. Los instintos de Dios son más fuertes, vitales y puros que los de la humanidad y, con el tiempo, triunfarán, se expresarán y florecerán en toda su plenitud. Los instintos inferiores, contra los cuales lucha el ser humano, sólo son distorsiones -en tiempo y espacio- de la realidad; de ahí el valor que tiene la enseñanza ocultista cuando dice que reflexionando sobre lo bueno, lo bello y lo verdadero, trasmutamos nuestros instintos inferiores en cualidades divinas superiores. El poder atractivo de la naturaleza instintiva de Dios, con su capacidad para sintetizar, atraer y mezclar, colabora con los poderes incomprendidos de la naturaleza del ser humano y hace que la oportuna unificación con Dios, en vida y propósito, sea un acontecimiento inevitable e irresistible.

Los estudiantes pueden vincular las leyes del universo y de la naturaleza a este instinto o tendencia a la síntesis y a la unificación, el cual está estrechamente relacionado con la Ley de Atracción y el Principio de Coherencia. En el futuro se realizarán grandes estudios sobre estas relaciones. Esta serie de libros de texto sobre ocultismo y fuerzas ocultas que he escrito, están destinados a servir de jalones y faros en el camino del conocimiento. Contienen indicios y sugerencias, pero cada estudiante debe interpretarlos de acuerdo a [i235] la luz que posee, analizar lo que acontece a su alrededor a la luz del Plan y del conocimiento que aquí se imparte y tratar de descubrir por sí mismo el surgimiento de la naturaleza psíquica instintiva de la Deidad en los asuntos mundiales y en su propia vida, porque esto sucede constantemente. También ha de recordar que él posee una naturaleza psíquica que es parte de un todo mayor y está sujeto, por lo tanto, a recibir impresiones de fuentes divinas. Debe cultivar la tendencia a la síntesis y convertir en uno de los pensamientos clave de su vida diaria, las palabras: “que mi conciencia no sea separatista”.

Debe observarse aquí que el instinto a la síntesis (porque concierne a la naturaleza psíquica de la Deidad) nada tiene que ver con la expresión física del sexo, pues éste está regido por otras leyes y controlado por la naturaleza física. No olvidemos que H.P.B. dijo (y con razón) que el cuerpo físico no es un principio. Las siete tendencias básicas que estamos analizando son estrictamente psíquicas o psicológicas.

La captación de la naturaleza de estos impelentes atributos psíquicos de Dios debería capacitar al ser humano para poner todo el peso de su aspiración síquica del lado de estas emergentes cualidades. Por ejemplo, en la vida diaria, tendría que trabajar por lograr la unificación con todos los seres, tratando de penetrar en el corazón de su hermano; esforzarse para llegar a ser uno con la vida de todas las formas; rechazar toda tendencia a las reacciones separatistas, porque sabe que conciernen a la innata psiquis heredada de los átomos, de la materia y la sustancia, que constituyen la naturaleza forma, los cuales han sido traídos, reordenados y reconstruidos en las formas que pertenecen a la actual manifestación de Dios. Contienen en sí las simientes de la vida material y psíquica, adquiridas en un universo anterior. No existe otro mal.

[i236] Mucho se ha enseñado respecto a la gran herejía de la separatividad, la cual es contrarrestada cuando el ser humano permite que la “tendencia hacia la síntesis” afluya a través de él como una potencia divina y condicione su conducta. Dichas tendencias divinas han constituido los impulsos básicos y subconscientes desde los albores de la evolución. La humanidad puede adaptarse hoy conscientemente a ellos y así apresurar el momento en que reinará la verdad, la belleza y la bondad.

Los discípulos mundiales y el Nuevo Grupo de Servidores del Mundo, como también todos los aspirantes inteligentes y activos, tienen hoy la responsabilidad de reconocer estas tendencias y particularmente, la tendencia a la unificación. El trabajo de la Jerarquía está en la actualidad peculiarmente conectado con esto, y Ella y todos nosotros, debemos fomentar y nutrir esta tendencia, dondequiera la observemos. La estandarización y la regimentación de las naciones sólo son un aspecto de este movimiento para lograr la síntesis, pero está siendo mal aplicado y prematuramente puesto en vigencia. Todos los movimientos que tienden a las síntesis nacional y mundial, son buenos y correctos; pero deben ser consciente y voluntariamente emprendidos por hombres y mujeres inteligentes; los métodos empleados para llevar a cabo esta fusión no deben infringir la ley del amor. El impulso actual hacia la unidad religiosa es también parte de la belleza que emerge y, aunque las formas deben desaparecer (porque son el origen de la separatividad), debe ser desarrollada la síntesis espiritual interna. Se mencionan aquí estos dos destacados ejemplos de esta divina tendencia, cuando emergen en la conciencia humana, porque deben ser reconocidos. Todas las almas que están en proceso de despertar tienen que trabajar para tales fines. Desde el momento que hay un conocimiento y destello de comprensión, allí comienza la responsabilidad del ser humano.

Por lo tanto, estudiemos las tendencias mundiales de hoy, que indican la presencia activa de esta tendencia, y fomentémosla allí donde podamos. Descubriremos que es una tarea [i237] práctica y ardua. La imposición de un atributo síquico divino presentido en la vida de la forma (con sus propios hábitos síquicos) pondrá a prueba los poderes de cualquier discípulo. Se nos exhorta a realizarlo para bien del Todo mayor.

b. La cualidad de la visión oculta

La siguiente tendencia que está emergiendo es muy difícil de describir. No es fácil hallar las palabras exactas para definir su significado. Es la cualidad de la visión interna. Es imposible expresarla en palabras que pueda comprenderlas el ser humano, porque no nos referimos a la visión que tiene el ser humano de Dios, sino a la propia visión que Dios tiene de Su propósito. En el transcurso de las épocas los seres humanos han presentido la visión, la han visto y se han sumergido en ella después de muchas luchas y esfuerzos; luego, han salido de la vida humana y han entrado en el silencio de lo ignoto. El místico y el ocultista han testimoniado esta visión, y toda la belleza y policromía en el mundo de la naturaleza y del pensamiento son también testigos silenciosos de ella. ¿Pero qué es? ¿Cómo definirla? A los seres humanos ya no les satisface llamarlo Dios, y tienen razón, pues es, en último análisis, aquello hacia lo cual Dios dedica todo Su esfuerzo.

Sin embargo, la cualidad y la naturaleza de la visión, que son la propia visión, sueño y pensamiento de Dios, han mantenido firme Su propósito a través de los eones y han motivado Sus procesos creadores. Los Grandes Hijos de Dios han aparecido y desaparecido y nos han desafiado a seguir la luz, a buscar la visión de la realidad, a abrir los ojos y a ver la verdad tal cual es. Durante las edades, los seres humanos han tratado de hacerlo, y al método empleado en Su búsqueda le han dado infinidad de nombres, experiencia de la vida, investigación científica, búsqueda filosófica, historia, aventura, religión, misticismo, ocultismo y muchos otros términos, aplicados a las aventuradas incursiones de la mente humana en busca del conocimiento, de la realidad y de Dios. Algunos han finalizado Su búsqueda, penetrando en un laberinto de fenómenos astrales, y deben continuarla posteriormente cuando [i238] surjan, escarmentados desde las profundidades de la Gran Ilusión. Otros han vuelto a penetrar en la oscura caverna del pronunciado materialismo y fenomenalismo y deben similarmente volver y reorientarse, o mejor dicho, cerrar el círculo, pues ¿quién puede decir que Dios está aquí o allá, o desde qué lugar puede verse Su visión? Algunos se pierden en procesos mentales y fantasías autoinducidas; pero la visión se oculta detrás de una multitud de palabras habladas y escritas. Otros se pierden en las brumas de su propia devoción y autopercepción y en las confusas especulaciones de sus mentes y deseos; están detenidos, perdidos en la niebla de sus propios sueños respecto a lo que debería ser la visión, y por eso ella los elude.

Otros -los teólogos de cualquier escuela de pensamiento- han tratado de definir la visión y se han esforzado por reducir la intención y la meta ocultas de Dios a formas y rituales, y dicen con énfasis: “Nosotros sabemos”. Sin embargo, no han hecho contacto jamás con la realidad y, hasta ahora, la verdad es desconocida para ellos. La posibilidad de la Visión que está más allá o detrás de la visión del místico, yace olvidada en las formas erigidas en el tiempo, y los símbolos de las enseñanzas de esos Hijos de Dios que han visto la realidad, se pierden de vista en rituales y ceremonias que (aunque tengan su lugar y valor educativo) deben ser empleados para revelar y no para oscurecer.

La visión está siempre ante nosotros; elude nuestra comprensión; ronda nuestros sueños y nuestros elevados momentos de aspiración. Sólo cuando el ser humano pueda actuar como alma, y dirija su desarrollado ojo interno externamente al mundo de los fenómenos e internamente al mundo de la realidad, comenzará a presentir el verdadero objetivo y propósito de Dios, a obtener una breve vislumbre del propio canon de Dios y el Plan, de acuerdo al cual voluntariamente condiciona Su propia Vida, para lo cual es esencial el Eterno Sacrificio del Cristo cósmico.

[i239] La Jerarquía se ocupa hoy principalmente de estas dos tendencias divinas (la tendencia a la síntesis y a la visión). Su consigna es unificación y visión. Estos desarrollos producirán en la humanidad la integración del alma con la personalidad y el despertar de esa visión interna, la cual permitirá que un destello de la Realidad penetre en la conciencia del ser humano. Esto no es un destello de su propia divinidad, o sentir a Dios como Creador, sino un destello de la divinidad inherente en el Todo, a medida que desarrolla un esquema más vasto del proceso evolutivo, de lo que hasta ahora ha podido ser captado o presentido por las mentes más agudas de la tierra. Concierne a la visión que se le otorga al ser humano que alcanza el Nirvana y entra en la primera etapa de ese interminable Sendero que conduce a la belleza, a la comprensión y al desarrollo, aún no alcanzados por la visión interna humana más elevada.

Sería conveniente señalar que más allá de la etapa de iluminación, tal como puede lograrla el ser humano, se halla lo que podría llamarse el desarrollo de la divina Visión interna. Por lo tanto, se dan a continuación los posibles desenvolvimientos y desarrollos, constituyendo cada uno una expansión de conciencia y acercan al ser humano en forma más íntima y definida al corazón y a la mente de Dios:

Instinto

Intelecto

Intuición }Todos conducen a la Visión interna

Iluminación

Estas palabras, correlativamente presentadas, quizás aclaren algo más la realidad de la propia visión de Dios. Nada más puede decirse al respecto hasta que cada una de estas palabras signifiquen algo práctico en nuestra propia experiencia interna.

Esta cualidad de la visión interna con la cual la Jerarquía trata de actuar, y desarrollarla en las almas de los seres humanos (sería [i240] conveniente meditar sobre esta última frase, pues presenta un aspecto del esfuerzo jerárquico aún no considerado en los libros de ocultismo), es una expresión del Principio de Continuidad, cuyo reflejo ha sido distorsionado en la palabra tan a menudo empleada por los discípulos: Duración. Este Principio de Continuidad constituye la capacidad de Dios para persistir y “permanecer”. Es un atributo del Rayo cósmico del Amor, como lo son todos los principios que consideramos ahora en relación con estas reglas o factores del alma -las tendencias de la divinidad y las inclinaciones de la vida divina. No olvidemos que los siete rayos son subrayos del Rayo cósmico del Amor. Por lo tanto, veremos por qué estos principios determinan las actividades del alma y pueden entrar en acción sólo cuando el reino de Dios o de las almas, comience a materializarse en la tierra.

El principio de continuidad está basado en una visión más clara de la Deidad y en la consiguiente continuidad del plan y del propósito de Dios, que surgen cuando el 

objetivo es claramente percibido por Él y desarrollado a través de un delineamiento sencillo y formulado. Es la analogía macrocósmica de la continuación y continuidad que se hallan en el ser humano cuando -después de una noche de sueño e inconsciencia- emprende su actividad diaria y reasume conscientemente las actividades planeadas.

Por las indicaciones dadas anteriormente podrá verse en qué forma el trabajo de la Jerarquía, en conexión con el género humano, se divide en dos partes: el trabajo que efectúa con los seres humanos individualmente, a fin de despertar en ellos la conciencia del alma, más el que realizan con ellos como almas, para que (actuando en los niveles del alma y como entes conscientes en el Reino de Dios) puedan comenzar a visualizar el objetivo de Dios Mismo. La segunda parte de Su esfuerzo sólo ahora es posible realizarlo en amplia escala, a medida que los seres humanos empiezan a responder a la tendencia a la síntesis y a reaccionar al divino principio de coherencia, de manera que (estimulados por sus relaciones grupales) puedan en forma unida presentir la [i241] visión y reaccionar al Principio de Continuidad. Aquí se da un indicio del verdadero y futuro propósito de la meditación grupal. No es posible decir algo más sobre este tema.