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LOS DOS SENDEROS

[i226] Apartándonos de la consideración de la naturaleza del plano astral, trataremos sus funciones y la relación del discípulo con sus actividades. Recordemos ciertas cosas del plano astral. En primer lugar es preeminentemente el campo de batalla, y en él se libra la guerra que termina con la liberación final del alma aprisionada. Es útil recordar las características sobresalientes de los tres planos y de los tres cuerpos que actúan en ellos.

En el plano físico se adquiere activamente experiencia en la materia y por medio de ella. Es el plano de la exteriorización y, de acuerdo a la condición y etapa de desarrollo del ser interno, así será la forma externa y sus actividades.

En el plano astral, la persona pasa por tres etapas de la consciencia:

a. Adquiere consciencia, mediante el mecanismo sensorial, en el mundo de las formas, y desarrolla la capacidad de reaccionar sabia e inteligentemente a dichas formas. Esta consciencia la comparte con el mundo animal, aunque en un aspecto va más allá, debido a que posee una mente correlacionadora y coordinadora.

b. Percibe o es sensible a los temperamentos, emociones y sentimientos, deseos y aspiraciones, que están arraigados en él, en el principio de la autoconsciencia o ahamkara, como suele llamarlo el esotérico -a quien le agradan las frases difíciles. Esto lo comparte con sus semejantes.

c. Logra la percepción espiritual o sensibilidad al mundo espiritual, y el aspecto sentimiento de la consciencia superior. Esto tiene sus raíces en el alma, presupone el dominio de la naturaleza mental y constituye esa facultad [i227] que lo convierte en un místico. Esta percepción la comparte en común con todos los discípulos, y es la recompensa de las victorias alcanzadas en sus experiencias en el plano astral.

Luego viene el plano mental. El uso correcto del intelecto es la realización más destacada. Se caracteriza por tres etapas:

a. La mente recibe impresiones del mundo externo, por medio de los cinco sentidos y el cerebro, constituyendo una condición negativa, donde “las modificaciones del principio pensante” son originadas por los impactos del mundo externo y las reacciones del mundo astral.

b. La mente inicia sus propias actividades y el intelecto es el factor dominante. Aunque es puesta en actividad por los factores ya enumerados, responde también a las corrientes de pensamientos del plano mental y se activa enormemente como resultado de estos dos contactos. De ello surge una tercera actividad, en que el principio razonador actúa sobre la información adquirida de estos dos modos, establece sus propias corrientes de pensamientos y formula sus propias formas mentales, además de registrar las de otros.

c. El alma, mediante la concentración y la meditación, consigue imponer sus ideas e impresiones sobre la mente mantenida “firme en la luz” y permite al cuerpo mental responder a las impresiones y contactos que emanan de los mundos subjetivos espirituales.

Sin embargo, la verdadera batalla se libra por excelencia en el cuerpo astral, y alcanza su mayor intensidad y combatividad cuando hay un buen instrumento físico y una mentalidad bien dotada. A mayor sensibilidad del cuerpo astral, mayores reacciones al [i228] mundo físico y a la condición mental, de ahí que los discípulos y las personas más evolucionadas del mundo tengan “un cuerpo astral más poderoso y trabajen bajo una mayor tensión emotiva” que los menos evolucionados y los hijos de Dios.

Por lo tanto, se encarece a los estudiantes que traten drástica y potentemente su naturaleza emocional, recordando que la victoria viene de arriba y no puede empezar de abajo. El alma debe regir, y su arma en la lucha es la mente consagrada.

Resulta interesante observar, en la regla en consideración, que hay una secuencia esotérica en la descripción de este plano.Es ante todo el plano de las fuerzas duales. Lo primero que descubre el aspirante es la dualidad. El individuo poco evolucionado percibe la síntesis, pero es la de su naturaleza material. El ser altamente espiritual también percibe la síntesis, pero es la de su alma, cuya consciencia es unidad. Pero entre ambas está el desdichado aspirante, consciente sobre todo de la dualidad, y llevado de un lado a otro por ambas. Su primer paso tiene como objetivo hacerse consciente de los pares de opuestos y de la necesidad de elegir entre ellos. Por medio de la luz que ha descubierto en sí mismo, se hace consciente de la oscuridad. A través del bien que lo atrae, ve el mal que para él es la línea de menor resistencia. Mediante la actuación del dolor puede visualizar y ser consciente del placer, y el cielo y el infierno llegan a ser para él realidades. Mediante la actuación de la vida atractiva de su alma, se da cuenta de la atracción de la materia y de la forma, y se ve obligado a reconocer el impulso y la atracción de ambos. Aprende a sentirse como “pendiendo entre las dos grandes fuerzas”, y una vez comprendidas las dualidades, va conociendo paulatinamente y con certeza que el factor decisivo en la lucha es su voluntad divina, en contraposición a su voluntad egoísta. [i229]  Así las fuerzas duales desempeñan su parte hasta que son percibidas como dos grandes corrientes de energía divina que van en dirección opuesta, entonces se da cuenta de los dos senderos mencionados en nuestra regla. Uno conduce de regreso al triste mundo del renacimiento, el otro a través del portal dorado, a la ciudad de las almas libres. Uno es involutivo y lo envuelve en la más densa materia; el otro lo conduce fuera de la naturaleza corporal, y con el tiempo lo hace consciente de su cuerpo espiritual, mediante el cual puede actuar en el reino del alma. Posteriormente (cuando sea un chela verdadero y consagrado) reconocerá que uno es el sendero de la izquierda, y el otro el de la actividad correcta. En un sendero llegará a ser experto en magia negra, que no es más que el desarrollo de los poderes de la personalidad, subordinados a los propósitos egoístas de la persona, movilizados por el propio interés y las ambiciones mundanas. Estos lo confinan a los tres mundos, cerrando la puerta que da a la vida. En el otro sendero subordina su personalidad y ejerce la magia de la Hermandad Blanca, trabajando siempre en la luz del alma, con el alma de todas las formas y sin acentuar las ambiciones del yo personal. La clara discriminación de estos dos senderos revela lo que se denomina, en algunos libros esotéricos, el estrecho “Sendero del filo de la navaja” que se encuentra entre ambos. Es el “Noble Sendero Medio” de Buda, que traza la fina línea demarcatoria entre los pares de opuestos y entre las dos corrientes que ha aprendido a reconocer -una asciende a los portales del cielo y la otra desciende al infierno más profundo-.

Al usar sus dos armas principales, la discriminación y el desapasionamiento, el aspirante adquiere esa cualidad que en esta regla se denomina “poder vital”. Así como el ojo es el instrumento que sirve para elegir el camino a recorrer en el plano físico y tiene además su propio poder que atrae y desarrolla su [i230] propio lenguaje por medio de signos, así también el aspirante siente un poder vital. Esto pone oportunamente en actividad al tercer ojo, y adquiere tal poder y clara visión, que la correcta elección y el rápido progreso en el camino se convierten en un constante avance. Se dice que el poder crece o se desarrolla en el silencio, y solo aquel que encuentra un centro de paz en su cabeza, donde se unen los senderos de las fuerzas corporales y las corrientes espirituales afluyentes, puede practicar correctamente la verdadera discriminación y el desapasionamiento, poniendo bajo la guía del alma los cuerpos astral y mental controlados.

Entonces puede comprender el significado de “los polos vibrantes” y obtener ese punto de equilibrio, resultante de la interacción y vibración de los mismos.

La percepción de las fuerzas duales y el claro discernimiento de los dos senderos, conduce al desenvolvimiento del poder vital, demostrándose su primera actividad cuando permite al aspirante alcanzar un punto de equilibrio y permanecer en ese pináculo de realización donde “se hace una elección”.

¿Cuál es esa elección? Para el aspirante es elegir entre un progreso rápido o lento. Para el discípulo aceptado y leal, la elección reside en los métodos de servicio. Para el iniciado la elección está entre el progreso espiritual y la ardua tarea de permanecer con el grupo y desarrollar el Plan. El Maestro debe elegir entre los siete senderos, de allí que su problema sea difícil y penoso.

Sin embargo, todo prepara al aspirante para la correcta elección mediante la correcta discriminación que conduce a la recta acción, posible mediante la práctica del desapasionamiento. Esta frase resume la técnica del guerrero en el campo de batalla del plano de deseos.

Debe observarse aquí que, en el continuo desarrollo del poder de elección y en la batalla lealmente librada en el plano [i231] astral, la consciencia humana cambia etapa tras etapa. Primero, es el aspirante abatido y cansado que tiene que luchar con el deseo, el espejismo, la ambición y con su cuerpo emocional sensorio. Piensa que la batalla es tremenda, aunque desde un ángulo más amplio es relativamente ínfima -sin embargo, es todo lo que él puede soportar.

Posteriormente, el experimentado discípulo en probación, que lucha en el valle de la ilusión, no solo con su propia naturaleza sino con las fuerzas de ese valle, es quien reconoce su naturaleza dual. Entonces el discípulo entra en la lucha y enfrenta con valor (y muchas veces con clara visión) las fuerzas desplegadas contra él. Estas implican no solo las de su propia naturaleza y las de esos aspectos del plano astral, a los cuales reacciona en forma natural, sino también las fuerzas de la ilusión formadas en contra del grupo de discípulos al cual pertenece. Que todos los discípulos tomen nota y tengan esto presente en los actuales días arduos y difíciles. Tales discípulos están a veces en contacto consciente con las propias fuerzas del alma y para ellos no hay derrotas ni retrocesos. Son los guerreros probados, llenos de cicatrices, cansados, que saben que les espera una victoria triunfal, puesto que el alma es omnipotente. Los discípulos aceptados, que luchan contra todos los factores enumerados, y las fuerzas negras formadas en contra de los Hermanos Mayores, pueden demandar las energías espirituales de su grupo y, en momentos excepcionales e indicados, apelar al Maestro bajo el cual trabajan. Así se expande la tarea y el trabajo; así se acrecienta continuamente la responsabilidad y la lucha; pero al mismo tiempo también aumenta constantemente el reconocimiento de potestades con las cuales pueden hacer contacto y ser utilizadas, y cuando se establece correctamente dicho contacto, la victoria final está asegurada.

La frase “aquel que medita” se refiere al alma. Arjuna, el discípulo aspirante, renuncia a la lucha y entrega las armas y las riendas del gobierno a Krishna, el alma, y es recompensado finalmente por la comprensión [i232] y la visión de la forma divina que vela al Hijo de Dios, que es Él Mismo.

Cuando se ha librado y ganado esta batalla, el discípulo ingresa en las filas de los magos blancos de nuestro planeta y puede manejar fuerzas, colaborar con el Plan, mandar a los elementales e imponer orden en el caos. Ya no está sumergido en la ilusión mundial, pues se ha elevado por encima de ella. Ya no puede ser retenido por las cadenas de sus propios y antiguos hábitos y su karma. Ha adquirido el poder vital y se manifiesta como un Hermano Mayor.

Este es el sendero que tienen por delante cada uno y todos los que se atreven a hollarlo. Es la oportunidad brindada a todos los estudiantes que han hecho su elección con desapasionamiento y están impulsados por el amor y el deseo de servir.