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2. La Coordinación de la Personalidad - Parte 1

Consideramos, aunque superficialmente, el hecho de que el ego se apropia de las formas mediante las cuales puede expresarse en los distintos niveles de manifestación divina. Se ha observado que tales formas, a su debido tiempo, personifican la voluntad y el propósito de su divino Morador interno. Este Morador interno es el alma. A medida que el ciclo evolutivo sigue su curso, tienen lugar tres desarrollos:

1. Las formas, a través de las cuales ella se expresa, se desarrollan poco a poco como resultado de:

a. Encarnaciones sucesivas.

b. El impulso y la consiguiente actividad del deseo.

c. La interpretación de la experiencia que se intensifica y llega a ser más correcta y adecuada a medida que pasa el tiempo.

2. El yo interno, identificado con la naturaleza forma:

a. Llega a ser poco a poco consciente y, en consecuencia, inteligentemente activo en los tres mundos de la evolución humana.

b. Cambia su foco de atención sucesivamente de un cuerpo a otro, pasando conscientemente a estados cada vez más elevados de conciencia, hasta que el Sendero de Persecución se convierte en el Sendero de Retorno, y el deseo de identificarse con la forma se convierte en aspiración por lograr la autoconciencia. Más tarde, se obtiene la identificación con el Yo en su propio nivel de conciencia.

c. Se reorienta y, así en sentido oculto, “abandona lo que, hasta entonces, le parecía deseable y aspira a alcanzar aquello que, hasta entonces, no había percibido”.

3. En el proceso evolutivo, [i343] el aspirante pasa por una etapa intermedia, en la que la “divina atracción” reemplaza a la atracción que ejercen los tres mundos; esta etapa se desarrolla en cinco partes:

a. El período en que se da cuenta de la dualidad y de la falta de control.

b. El período en que se afirma el autocontrol mediante el siguiente proceso:

  1. 1. La descentralización.
  2. 2. La comprensión de la tarea que debe realizar.
  3. 3. La investigación, por el divino Observador, respecto a la naturaleza de la vida de la forma.
  4. 4. La divina expresión, comprensivamente aplicada, por medio de la forma.

c. El período en que tiene lugar el alineamiento y (mediante la comprensión y la práctica) la forma se subordina, gradualmente, a los requisitos del Yo, comenzando a trabajar al unísono con éste.

d. El período en que las formas se van alineando a intervalos cada vez más frecuentes, son:

  1. 1. integradas en una personalidad activa y en funcionamiento;
  2. 2. arrastradas por el poder de su vida personal dominante o integrada;
  3. 3. controladas gradualmente por el Yo y fusionadas en un instrumento para servir eficientemente al mundo;
  4. 4. unificadas, en intención y propósito, con el alma.

e. El período en que el rayo de la personalidad y el del alma se fusionan en una sola energía, y el rayo de la personalidad se convierte en una cualidad del alma, complementario del rayo del alma, posibilitando el desarrollo del propósito del alma en los tres mundos [i344].

Así es como progresamos, y de este modo forma y conciencia, apariencia y cualidad, se unen, y se alcanza la unidad divina, dando fin a la dualidad sentida hasta entonces, que ha obstaculizado al aspirante.

Dos puntos de este tema justifican su estudio. Uno abarca el proceso del pasado ciclo evolutivo que, durante su transcurso, ha llevado al aspirante a presentir la dualidad, la consiguiente lucha y la apenas lograda reorientación hacia la realidad. Este período, para los propósitos actuales, ha sido adecuadamente descrito por las ciencias exotérica y esotérica. El otro es el período de perfección final, alcanzado como resultado del esfuerzo. Un período ha quedado muy atrás y la humanidad inteligente ha avanzado mucho hacia el período de comprensión, el otro pertenece al futuro; nos limitaremos a estudiar la tarea del aspirante al reorientarse en el Sendero de Probación, a medida que va percibiendo acrecentadamente el mundo de los valores superiores y la existencia del Reino de Dios. En este sendero, presiente su dualidad en forma casi angustiosa y comienza a ansiar la unidad. Tal es la tarea que debe realizar, hoy, un vasto número de aspirantes mundiales. El deseo por esta reorientación es tal, que ha producido la actual perturbación mundial, y es fuente espiritual de la causa específica de los conflictos ideológicos que, hoy, se desarrollan en todos los países.

Ahora, entraremos a analizar el trabajo de los discípulos del mundo que, habiéndose esforzado por lograr la reorientación deseada, han aprendido que la necesidad fundamental es integrar la personalidad y establecer contacto o fusión con el Yo, el ego o alma. Sería conveniente tener presente estas tres etapas, pues la mayoría de los problemas psicológicos modernos se deben a [i345]:

  1.  Los procesos de reorientación con los consiguientes trastornos y desórdenes de la personalidad.
  2. El proceso de integración que se desarrolla en la naturaleza inferior de la humanidad inteligente, conduciendo inevitablemente a la dualidad y al conflicto.
  3. La fusión consciente de la personalidad y el alma, con sus efectos fisiológicos y personales, produciendo los problemas y dilemas psicológicos del aspirante y del discípulo muy evolucionado. En esta etapa, se acrecienta el así llamado “mal de los místicos”.

Trataremos también, aunque muy brevemente, los esfuerzos que realiza el iniciado a medida que trabaja por medio de y con el mecanismo subyugado de la personalidad para servir al Plan. El iniciado a su vez -utilizando el alma y el cuerpo en forma unida y alineada- se va dando cuenta gradualmente de una síntesis aún más elevada. Después de la tercera iniciación, emprende un renovado esfuerzo para producir una fusión e integración más incluyente -esta vez con la mónada o el aspecto vida-. Sobre esta última etapa, poco puede decirse que sea de valor. La enseñanza que sería ininteligible para un iniciado de tercer grado, resultaría inútil e incomprensible hasta para el discípulo altamente integrado e inteligente, especialmente cuando tal enseñanza es necesario darla por medio de símbolos muy abstractos y complicados, que requieren un cuidadoso análisis e interpretación. Ninguna de estas enseñanzas superiores se imparte por medio de palabras, habladas o escritas.

A. Siete técnicas de integración

Consideraremos ahora las siete técnicas de integración, recordando que trataremos la integración de la triple naturaleza inferior en una personalidad activa y consciente, antes de fusionarse en una unidad con el alma. Debemos recordar que tratamos [i346], aquí, el aspecto conciencia de la manifestación y su captación, y la valorización del propósito y de la verdad. Tendemos siempre a pensar en la forma y en la actividad de la forma; es necesario repetir, una y otra vez, la necesidad de pensar en términos de conciencia y percepción, que conducen a una comprensión final. Cuando se captan el propósito y la verdad, se ponen en conflicto directo la voluntad de la personalidad (el individuo separatista regido por la mente concreta y analítica) y la voluntad del alma, que constituye la voluntad de la Jerarquía de Almas, el Reino de Dios. En el cuarto reino o humano, el factor que controla es el deseo, que se convierte en aspiración. En el quinto reino, el espiritual, el factor que controla es el propósito divino o la voluntad de Dios. Entonces, hallamos que este propósito, libre de lo que llamamos deseo, está motivado por el amor, expresado por la devoción y el servicio y llevado a su plena expresión en el plano físico.

Lógicamente, como podrá suponerse, existe una técnica para cada uno de los siete rayos. El rayo del ego o alma, adormecido en las primeras etapas dentro de la forma, aplica ocultamente estos métodos de integración. El alma es esencialmente el factor integrador y se manifiesta, en las primeras etapas inconscientes, como el poder coherente del principio vida que mantiene unidas las formas en encarnación. En etapas posteriores y conscientes, manifiesta su poder aplicando los métodos de controlar y unificar a la personalidad, métodos que el ser humano no puede aplicar

ni disponer de ellos, hasta que su personalidad se haya integrado. Con frecuencia, esto se olvida, aunque los seres humanos reclaman los derechos que otorga el discipulado y los poderes que confiere la iniciación, antes de llegar a ser una personalidad integrada. Esto ha conducido al desastre, desacreditando toda la cuestión del discipulado y de la iniciación.

Resulta difícil explicar, en forma comprensible y fácil, la naturaleza y [i347] el propósito de estas técnicas; sólo es posible indicar las técnicas de los siete rayos, a medida que se aplican a los cuerpos del ser humano inferior cuando se alinean rápidamente. Para mayor claridad y comprensión de su significado, dividiremos este tema en dos partes. Primero, la técnica que pertenece al aspecto de primer rayo y se aplica a la naturaleza forma, trayendo destrucción mediante la cristalización. Esto trae la “muerte de la forma” para que pueda “resucitar y vivir nuevamente”. Segundo, la técnica que pertenece al aspecto de segundo rayo trae la reconstrucción, la reabsorción y el reconocimiento de la forma, mediante la luz que se proyecta alrededor, en y sobre la personalidad. En esa luz, el ser humano ve la Luz y, oportunamente, se convierte en un portador de luz.

Lo que diré, respecto a cada rayo y al trabajo que cada uno de ellos realizan para integrar las personalidades de quienes pertenecen a ellos, lo impartiré por medio de una fórmula de integración. La clasificaré en dos partes, las cuales tratarán esos procesos que, en tiempo y espacio, producen la integración de la personalidad.

Las palabras que describen el proceso en cada caso son: Alineamiento, Crisis, Luz, Revelación e Integración. Bajo el encabezamiento de cada rayo, tenemos:

1. La fórmula de integración.

2. La aplicación dual de la destrucción y de la reconstrucción, con una breve indicación del proceso y del resultado.

3. La etapa final del proceso, donde el ser humano:

a. alinea los tres cuerpos;

b. pasa por una crisis de evocación que, según el Baghavad Gita, se “manifiesta por el poder mágico del alma” [i348];

c. entra en una fase de la luz, donde el ser humano ve claramente el paso siguiente a dar;

d. recibe la revelación del Plan y de lo que debe hacer en conexión con éste;

e. integra los tres cuerpos en un todo sintético, estando, por lo tanto, preparado para aplicar la Técnica de la Fusión apropiada a su tipo de rayo.

Esto nos conduce al segundo punto, que concierne a la Técnica de la Fusión y a la entrada en actividad del rayo de la personalidad.

¿Qué significa el término Integración? Tendemos a pronunciar palabras superficiales, en forma irreflexiva e inexacta, pero, debido a que tratamos el desarrollo que va prevaleciendo acrecentadamente en el campo humano, sería de valor que lo definiera brevemente y tratara de hacerles comprender una o dos de sus principales implicaciones. La integración debe considerarse como un paso esencial antes de pasar (en plena conciencia de vigilia) al quinto reino o espiritual. Consideramos al cuerpo físico como un conjunto activo de órganos físicos, que tiene cada uno sus propios deberes y propósito, y cuando están combinados y actúan al unísono, constituyen un organismo viviente. Muchas partes forman un todo, funcionando bajo la dirección del Pensador consciente e inteligente, el alma, en lo que al ser humano respecta. Al mismo tiempo, esta forma consciente va llegando paulatinamente a un punto en que es deseable integrarla en un todo mayor, lo que finalmente se logra también en la conciencia de vigilia. Este proceso de asimilación consciente se lleva a cabo progresivamente, integrando gradualmente la parte, desde la familia, la nación, el orden social, la civilización actual, el mundo de las naciones, y por último la humanidad misma. Por lo tanto, esta integración es de naturaleza física y también una actitud mental. La conciencia del ser humano [i349] se despierta gradualmente para que reconozca esta relación de la parte con el todo, y la implícita interrelación de todas las partes dentro de la totalidad.

El ser humano que ha llegado a ser plenamente consciente de los distintos aspectos de su naturaleza emocional, mental y egoica, se da cuenta, ante todo, que él es una personalidad. Integra sus diversos cuerpos, con sus diferentes estados de conciencia, en una activa realidad. Entonces, llega a ser una personalidad definida y ha pasado un importante jalón en el Sendero de Retorno. Éste es el primer gran paso. El proceso evolutivo inevitablemente producirá este acontecimiento fenoménico, en todos los seres humanos, pero puede producirse (y hoy sucede en

forma acrecentada) si se dedica mentalmente a planear la tarea y a considerar inteligentemente la relación entre la parte y el todo. Se verá así que la personalidad, estrictamente egoísta y material, llegará con el tiempo a esa situación en la que el ser humano será consciente de la actividad y el poder integrado, porque habrá:

  1. Desarrollado e integrado en un todo sus propias partes separadas.
  2. Estudiado y utilizado su medio ambiente, o ese todo del cual su personalidad es sólo una parte, de tal modo que contribuirá a lograr su deseo y su triunfo, y llegará a destacarse. Al lograrlo, habrá hecho necesariamente una contribución vital al todo, a fin de evocar su poder integrador. Sin embargo, por ser su móvil puramente egoísta y su objetivo materialista, sólo podrá conducirlo hasta cierta distancia en el sendero de la integración superior.

El ser humano altruista, orientado espiritualmente, también integra los diversos aspectos de sí mismo en un todo en funcionamiento; pero el foco de su actividad consiste en contribuir, no en adquirir, y mediante [i350] la actuación de la ley superior, la Ley del Servicio, se integrará en la civilización prevaleciente, no sólo como un ser humano, sino también en ese mundo más amplio y más incluyente de actividad consciente, denominado Reino de Dios.

La humanidad progresa de una integración realizada tras otra; sin embargo, la integración básica del ser humano se logra en el reino de la conciencia. Este enunciado es importante. Podría decirse, hablando superficial y generalmente, que:

En la época de Lemuria, la humanidad logró la integración del cuerpo vital o etérico, con el cuerpo físico.

En la época Atlante, la humanidad agregó otra parte a la síntesis ya alcanzada, la naturaleza astral, y el ser humano psíquico vino definitivamente a la existencia. Vivía y al mismo tiempo era sensible y respondía a su medio ambiente, en un sentido más amplio y específico.

Hoy, en nuestra raza Aria, la humanidad está abocada a la tarea de agregar otro aspecto, el de la mente. A las cualidades de vivencia y sensibilidad alcanzadas, el ser humano va agregando rápidamente la razón, la percepción mental y otras cualidades de la mente y de la vida mental.

La humanidad evolucionada que se halla en el Sendero de Probación, está fusionando esos tres aspectos divinos en un todo denominado personalidad. Millares de individuos recorren hoy ese Sendero y actúan, sienten y piensan, simultáneamente, convirtiendo estas funciones en una sola actividad, síntesis de la personalidad que se logra en el Sendero del Discipulado, bajo la dirección de la entidad que mora internamente, el ser humano espiritual. Esta integración significa alineamiento y -una vez realizado- pasa finalmente por un proceso de reorientación, el cual le revela, mientras va cambiando [i351] lentamente su orientación, el Todo aún mayor, la humanidad. Más tarde, en el Sendero de Iniciación, aparecerá ante su visión el Todo, del cual la humanidad misma es sólo una expresión. Éste es el mundo subjetivo de la realidad, en el cual comenzarnos a entrar en forma definida, a medida que nos hacemos miembros del Reino de Dios.

  1. En el Sendero de Probación, el ser humano empieza a servir conscientemente a la humanidad, aunque lo hace únicamente durante las últimas etapas, a través de su personalidad integrada, y de esta manera, la conciencia de un todo mayor y más amplio reemplaza gradualmente a su conciencia individual y separatista. Sabe que él es sólo una parte.
  2. En el Sendero del Discipulado, el proceso de integrarse al Reino de Dios, el Reino de las Almas, continúa hasta recibir la tercera iniciación.

Estas distintas integraciones se desarrollan mediante cierto tipo de actividad definida. Primero, tenemos el servicio que presta la personalidad egoísta y separatista, cuando el ser humano sacrifica muchas cosas para satisfacer su propio deseo. Luego, viene la etapa en que se sirve a la humanidad, y finalmente el servicio que se presta al Plan. Sin embargo, la integración de la cual nos ocuparemos, principalmente, al estudiar las siete Técnicas de Integración, será la de la personalidad a medida que se integra al todo, del cual es parte, mediante el servicio que presta a la raza y al Plan. Téngase en cuenta que estas técnicas de rayo son impuestas por el alma a la personalidad, después de que ella se ha integrado parcialmente en una unidad de funcionamiento y, en consecuencia, comienza a responder ligeramente al alma o Inteligencia rectora.

Primer Rayo

“El amor al poder debe prevalecer, pero también deben rechazarse esas formas que no tienen poder

“La palabra surge del Alma y llega a la forma: ‘Levántate, ve [i352] hacia la vida, alcanza la meta. Para ti no debe haber un círculo, sino Una línea.

“Prepara la forma. Deja que los ojos miren adelante, no hacia los lados. Deja que los oídos se cierren a todas las voces externas y que las manos se crispen, y mantén también el cuerpo firme y la mente alerta. La emoción no se emplea para desarrollar el Plan. El amor lo reemplaza.

“El símbolo del punto movible de luz aparece sobre la frente. La tónica de la Vida, aún no emitida, se oye nítidamente: «Entro a ejercer poder. Yo soy el Uno. Somos una unidad en poder y todo es para poder y gloria del Uno»”.

Tal es el canon del pensamiento y el proceso de la vida del ser humano que pertenece al primer rayo, que trata, ante todo, de controlar su personalidad y, luego, dominar su medio ambiente. Su progreso reside “en el control obtenido, en ser controlado y, luego, en controlar nuevamente”. Al principio, su móvil es una realización egoísta y separatista; luego, debe compensar el fracaso. Entonces, tiene lugar una realización superior, como resultado del servicio rendido al Plan, hasta que llega el momento en que Dios le confíe al ser humano de primer rayo la tarea del Ángel Destructor, el Ángel que trae vida mediante la destrucción de la forma. Dichas personalidades integradas son al principio despiadadas, egoístas, ambiciosas, autocentradas, crueles, obstinadas, implacables, indesviables, y se dan cuenta de las implicaciones, las significaciones y los resultados de la acción; pero, al mismo tiempo, son inconmovibles e indesviables para llevar adelante sus propósitos. Destruyen y derriban, a fin de elevarse a mayores alturas sobre los escombros de lo que han destruido. Se elevan, pisotean a otros seres humanos y también el destino de las personas insignificantes. Integran lo que los circunda y lo convierten en instrumento de su voluntad, siguiendo adelante implacablemente, de acuerdo a sus propias decisiones. Se verá que este tipo de ser humano expresa dichas cualidades, en todos los sectores de la vida y los campos de actividad, y constituye una fuerza destructora en su hogar, sus empresas o su nación.

Esto es posible porque el primer rayo [i353] ha integrado, en esta etapa, los vehículos de la personalidad y ha logrado controlarlos simultáneamente. El ser humano actúa como un todo.

Este procedimiento y método de trabajo lo conduce, con el tiempo, a una etapa de crisis, crisis basada en el hecho inalterable de su ser, o naturaleza esencialmente divina, que no puede sentirse satisfecha con el poder adquirido, en un sentido personal y en el mundo material. El poder egoístamente empleado agota a quien lo utiliza y evoca el despliegue de poderes que le son antagónicos; así se lo destruye porque él ha destruido, se lo separa de sus semejantes, porque es de naturaleza retraída y separatista, y está solo porque ha exclamado: “No aceptaré compañía, soy el uno solitario”.

Esta crisis de evocación lo conduce a un cambio interno, que implica un cambio en su dirección, un cambio de método y un cambio de actitud. Estos tres cambios se describen en El Antiguo Comentario (donde se exponen estas técnicas), en los siguientes términos:

“Quien sigue una sola línea vuelve por ese camino. Retorna al centro de su vida y allí espera. Extiende sus brazos y exclama: No puedo sostenerme ni caminar solo. En esa posición se forma una cruz, y en esa cruz ocupa su lugar con otros”.

El cambio de dirección lo hace volver al centro de su ser, el corazón; tiene lugar el cambio de método, porque, en vez de ir adelante en línea recta, espera pacientemente y trata de ser sensible. El cambio de actitud puede observarse, porque tiende sus brazos a sus semejantes -el todo mayor- y así llega a ser incluyente.

Permaneciendo silencioso en el centro, buscando en sí mismo la respuesta a su medio ambiente, pierde de vista al yo, y la luz irrumpe en él. Es como si se corriera un velo. En esta luz, se le revela primero la espantosa visión de lo que ha destruido [i354]. Entonces, queda sujeto a lo que esotéricamente se denomina “la luz que sacude”. Lenta y laboriosamente, y utilizando todo el poder de su personalidad alineada, demanda, en su desesperación, el poder de su alma y se dedica exclusivamente a reconstruir lo que ha destruido. En esta reconstrucción, erige toda la estructura a un nivel más elevado y no alcanzado hasta entonces. Esta es la tarea de los destructores, de quienes trabajan con las civilizaciones y en quienes se puede confiar que actuarán de acuerdo al Plan, como agentes destructores.

Resulta interesante observar que, cuando se ha llegado a esta etapa (la de reconstruir, tal como la entiende el individuo de primer rayo), pasará generalmente por cuatro encarnaciones, en las cuales será “el ser humano que se halla en el centro”, punto focal de poder inamovible. Es consciente del poder adquirido

mientras actuaba como destructor egoísta, pero es también consciente de su frustración y futilidad. Luego, pasa por una vida en la que empieza a reorganizarse a sí mismo para emprender un tipo distinto de actividad; en estos casos, poseerá una personalidad de tercero o séptimo rayo. En la tercera encarnación, empieza a reconstruir, trabajando por medio de una personalidad de segundo rayo, hasta que, en la cuarta vida, puede actuar sin peligro, mediante una personalidad de primer rayo, sin perder su equilibrio espiritual si puede emplearse esta frase. Mediante este tipo de personalidad, puede manifestar su alma de primer rayo, porque el discípulo ha “recobrado el sentimiento, ha logrado la emoción divina y ha colmado de amor su corazón expectante”. En dichos casos, el cuerpo astral pertenece, por lo general, al segundo rayo, el cuerpo mental, al cuarto, y el cuerpo físico, al sexto. Esto tiende, naturalmente, a equilibrar o contrarrestar la intensidad de las vibraciones del primer rayo, al cual pertenecen la personalidad y el alma. Durante la tercera vida de reorientación, recibe la recompensa por haber vencido su egoísmo; entonces, se le revelan aspectos del Plan [i355].

Segundo Rayo

“«Nuevamente permanezco; un punto dentro de un círculo y no obstante, soy yo mismo».

“Debe prevalecer el amor por el amor mismo, no el amor de ser amado. Debe predominar el poder de atraer; pero este poder debe algún día dejar de penetrar en los mundos de la forma. Primer paso que debe darse hacia una búsqueda más profunda.

“La palabra surge del alma y llega a la forma: «Libérate de todo lo que te circunda, pues nada contiene para ti, mírame a Mí. Soy el Uno que construye, sostiene y te impele hacia adelante y hacia arriba. Mírame con ojos de amor y busca el sendero que conduce desde el círculo externo hasta el punto. Yo, en el punto, sostengo. Yo, en el punto, atraigo. Yo, en el punto, dirijo, elijo y domino. Yo, en el punto, amo a todos, atrayéndolos al centro y marchando adelante con los puntos que avanzan hacia el gran Centro donde permanece el punto UNO. ¿Qué significa esta Palabra?»”.

Con referencia al segundo rayo, es conveniente recordar que todos los rayos sólo son subrayos del segundo rayo de Amor-Sabiduría. El Uno en el centro, el Cual es el “punto dentro del círculo” de manifestación, posee tres cualidades principales: vida o actividad de la forma, amor y poder de abstracción. Estas dos últimas cualidades de la Deidad nos conciernen en estas fórmulas, y (respecto al segundo rayo) surgen las dualidades de atracción y de abstracción, ambas latentes y capaces de desarrollar una actividad perfecta en su propia esfera.

Llega un momento, en la vida del aspirante, en que comienza a considerar con asombro la significación de esa actitud común de no hallar satisfacción en las cosas familiares, ni atraerle la antigua vida en que deseaba las formas de existencia y de expresión bien conocidas. El tirón o poder atractivo del Uno que está en el centro (el verdadero Yo), también fracasa. Aún no se ha familiarizado con ese llamado. El aspirante queda insatisfecho, con un sentido cada vez más profundo de futilidad y vaciedad, “pendiente en la periferia” del “divino círculo infranqueable” [i356] que él mismo ha establecido. Cuando se halla en tal punto y situación, debe reflexionar sobre dicha fórmula y utilizarla.

Aquí podría intercalarse la pregunta, ¿cuál debe ser, entonces, el procedimiento, y cuál, su correcto empleo? Respecto a esto, no es posible entrar en detalles, excepto indicar que todas las prácticas de meditación, vinculadas al sistema de Raja Yoga, tienen por objeto llevar al aspirante a un punto de tan intenso enfoque interno y alerta desapego mental, que estará en condiciones de poder emplear estas fórmulas con comprensión, de acuerdo a su tipo de rayo, con eficacia y poder. Su meditación le ha producido el alineamiento necesario. Por lo tanto, se ha establecido un camino o línea directa (hablando simbólicamente) entre el ser humano pensador, meditativo y reflexivo, que se halla en la periferia de influencia del alma, y el alma misma, el Uno que está en el centro. La crisis de evocación tiene lugar cuando la línea de contacto, el antakarana, se ha establecido y reconocido, produciendo una crisis de intensa actividad, donde el ser humano, en sentido oculto, “se aparta del punto más lejano de la periferia externa de la vida y se dirige terminantemente al Punto central”. Así lo expone El Antiguo Comentario a menudo citado en estas páginas.

Sólo se pueden exponer estas ideas en forma simbólica, dejando que los misterios del alma sean captados por aquellos cuya influencia del alma llega a esa periferia, reconociéndola por lo que es. La crisis persiste generalmente durante largo tiempo, y se extiende, aún más, en el caso del aspirante que está en la línea de actividad de primer rayo. Sin embargo, una vez que el aspirante de segundo rayo ha

comprendido y aprovechado la oportunidad, y puede ver ante sí la línea que se extiende entre él y el centro, entonces “la luz irrumpe”.

Este período de crisis presenta un problema importante a los aspirantes avanzados de hoy, que evoca en consecuencia [i357] el interés de los psiquiatras y psicólogos. En vez de tratar la dificultad como síntoma de progreso, como indicación de una etapa relativamente elevada en la escala evolutiva, y una razón para sentirse alentado, se la considera como una enfermedad de la mente y de la personalidad. En lugar de considerarla como una condición que merece ser explicada y comprendida, aunque no implique verdadera preocupación, se intenta obviar la dificultad eliminándola, en vez de solucionarla, con lo cual, aunque la personalidad puede aliviarse temporalmente, el trabajo del alma queda paralizado y demorado durante ese ciclo particular de vida. Sobre este problema, nos ocuparemos más adelante.

La luz revela, y la etapa de revelación le sigue. Esta luz en el camino produce visión y la visión se manifiesta como una:

  1. Visión de los defectos, ante todo. La luz revela al ser humano, a sí mismo, tal como es, o como el alma ve a la personalidad.
  2. Visión del próximo paso a dar, que, una vez dado, indica el procedimiento a seguir.
  3. Visión que descubre a quienes recorren el mismo camino.
  4. Vislumbre de “el Ángel de la Guarda”, tenue reflejo del Ángel de la Presencia o Ángel Solar, que acompaña a cada ser humano desde el nacimiento hasta la muerte, y contiene toda la luz que el ser humano, en un momento dado en el sendero de evolución, puede utilizar y expresar.
  5. Vislumbre fugaz (en momentos raros y elevados) del Ángel de la Presencia.
  6. Vislumbre del Maestro -en ciertos momentos y cuando se considera necesario- que pertenece al rayo grupal del ser humano. Esto generalmente se clasifica en dos tipos de experiencias y causas:
  • a. En las primeras etapas y mientras está dominado por la ilusión y el espejismo hace contacto con una visión astral, o forma [i358] ilusoria en los planos de la ilusión y del espejismo. Por lo tanto, esto no constituye una vislumbre del Maestro, sino su símbolo astral, o la forma construida por sus discípulos y seguidores consagrados.
  • b. Se establece contacto con el Maestro Mismo. Esto tiene lugar cuando el discípulo ha efectuado la integración necesaria de la triple naturaleza inferior.

En el momento de la “integración como resultado de la revelación”, se produce la fusión del rayo de la personalidad con el rayo del ego. Esto lo consideraremos más adelante; pero aquí mencionaré un hecho que no se hizo resaltar suficientemente ni se ha dilucidado hasta ahora: que el rayo de la personalidad es siempre un subrayo del rayo egoico, así como los siete rayos mayores de nuestro sistema solar constituyen los siete subrayos del rayo cósmico de Amor-Sabiduría, o los siete planos de nuestro sistema son los siete subplanos del plano físico cósmico. Supongamos, por ejemplo, que el rayo egoico de un ser humano pertenece al tercer rayo de inteligencia activa o de adaptabilidad, y que el rayo de su personalidad corresponde al segundo rayo de amor-sabiduría. Este rayo de la personalidad es el segundo subrayo del tercer rayo de inteligencia activa. Además pueden agregarse los siguientes rayos que rigen los tres vehículos de la personalidad:

rayo egoico - tercer rayo de inteligencia activa

            |          |

   1        2          3         4          5           6          7  

             |                              -          -          -

  Personalidad                         -            -           -                

                       Cuerpo Mental       -          -         

                                     Cuerpo Astral      -

                                                Cuerpo físico

[i359] Hay un punto de valor que deben recordar y tratar de comprender los verdaderos estudiantes. Reflexionen al respecto porque se explica por sí mismo y una comprensión de ello hará posible resolver los problemas de:

  1. El alineamiento.
  2. Las líneas de menor resistencia.
  3. Los procesos de sustitución.
  4. La alquimia de transmutación.
  5. Los campos donde se practica:

a. El servicio.

b. La ocupación.

c. La vocación.

Se evidenciará el desequilibrio, si se estudia el gráfico y el ser humano puede llegar a comprender lo que debe hacer. Un estudio de las dos fórmulas de los rayos primero y segundo pondrá en claro por qué en la humanidad (y también en el sistema solar) estos dos rayos mayores están siempre tan íntimamente asociados, y por qué todas las escuelas esotéricas del mundo son predominantemente expresiones de ambos rayos. En cierta etapa del sendero, los rayos que rigen al cuerpo mental, cambian su enfoque en los rayos primero y segundo, haciéndolo por conducto del tercer rayo. Este rayo se halla en la misma posición, respecto a los otros rayos, que el centro plexo solar respecto a los otros seis centros, pues constituye un gran centro de distribución. El primer rayo penetra, atraviesa y traza la línea por la cual llega la Luz. El segundo rayo es el portador de Luz y complementa el trabajo del primero. Un estudio de la actividad y la colaboración de los Maestros M. y K. H. servirá para aclarar esto. El trabajo que realizan es indispensable para ambos, así como la vida y la conciencia son mutuamente indispensables, y sin ellas la forma resultaría inútil [i360].