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I. La Apropiación de los Cuerpos - Parte 3

B. Desarrollo y alineamiento de los cuerpos

Después de estas observaciones preliminares, podemos abocarnos al estudio de la clasificación anterior, sobre el método que emplea el alma para apropiarse de los distintos cuerpos, en qué forma se desarrollan e interrelacionan y, finalmente, cómo se establece la coordinación y el alineamiento. La última parte de la clasificación fue delineada de tal modo que muchos de los problemas que enfrenta hoy el psicólogo, pueden ser tratados desde el punto de vista esotérico, y quizás se vierta alguna luz sobre ellos.

En la actual literatura ocultista, el estudiante atento llegará a la conclusión de que el énfasis ha sido puesto en el proceso por el cual el ego o alma atrae hacia sí a la forma, utilizando para ese propósito una unidad mental y dos átomos permanentes, introduciéndose así en los tres mundos de la experiencia humana. Se le ha dado importancia inmediata a la materia, o mejor dicho, al aspecto sustancia. De ahí que este tema fue tratado en mis primeros libros, pues están destinados a servir de enlace entre las antiguas “técnicas de comprensión” y el esoterismo que la nueva era fomentará. Sin embargo, debemos tener en cuenta dos cosas:

Que los términos “unidad mental”, “átomo permanente”, etc., [i314] son simplemente modos simbólicos de expresar una verdad difícil. Lo cierto es que el alma está activa en los tres planos inferiores y constituye un tipo de energía que actúa en un campo de fuerza, produciendo así cierta clase de actividad.

Que los átomos permanentes no son realmente átomos, sino simples puntos focales de energía, que poseen poder suficiente para atraer y mantener unida coherentemente la sustancia requerida por el alma, con la cual creará una forma de expresión.

El alma constituye un centro de experiencia en la vida de la mónada; los cuerpos inferiores son centros de expresión en la vida del alma; a medida que la conciencia del ser humano se transfiere constantemente a los cuerpos superiores, mediante los cuales puede llegar a expresarse, el alma gradualmente llega a ser el centro principal de experiencia en la conciencia, y los centros inferiores de experiencia (los cuerpos inferiores) tienen una importancia cada vez menor. El alma adquiere menos experiencia a través de ellos, pero los utiliza cada vez más para servir.

Esta misma idea puede aplicarse al concepto que tenemos del alma como centro de la conciencia. En las primeras etapas de la evolución, el alma emplea los cuerpos como centros de experiencia consciente, y pone el énfasis sobre ellos y la experiencia. Pero, a medida que el tiempo avanza, el ser humano llega a ser cada vez más consciente del alma, y la conciencia que experimenta (como alma en los tres cuerpos) disminuye en importancia, hasta que finalmente los cuerpos llegan a ser simples instrumentos de contacto, mediante los cuales el alma entra en relación comprensiva con el mundo del plano físico, con los niveles del sentimiento y de la sensibilidad y con el mundo del pensamiento.

Al considerar, por lo tanto, esta parte del libro, es esencial, para obtener una correcta comprensión y una utilidad psicológica final, recordar constantemente [i315] que hablamos siempre en términos de conciencia y de energía del alma, y que tratamos únicamente con la sustancia sensible, desde el punto de su utilidad, en términos de tiempo y espacio o de manifestación. Al pensar en los puntos focales de la energía del alma, en los planos mental, astral y físico, no debe pensarse que los átomos permanentes son centros de materia o gérmenes de la forma, pues es la idea prevaleciente. Se considerarán simplemente como expresiones -de cualidad atractiva o magnética, según sea el caso- de la energía del alma, que actúa sobre energías que contienen en sí la cualidad de responder a los aspectos positivos de la energía con los cuales entran en contacto. Al elucidar tan difícil problema puede decirse que los problemas que enfrenta la psicología son de dos tipos:

El conjunto de dificultades que el psicólogo tiene que sortear, en las personas cuyo vehículo de expresión o campo de experiencia no responde debidamente al ambiente que necesita el alma inmanente creadora. Cuando esto sucede, los centros del cuerpo etérico van despertando en forma diversa, pero parcial y, en consecuencia, el sistema glandular es proporcionalmente mediocre e irregular.

Otro conjunto de dificultades concierne a esos seres humanos, cuyos vehículos de expresión, como centros de experiencia, están excesivamente desarrollados y estimulados y el alma no ejerce un control adecuado y consciente sobre ellos. El desarrollo actual está enfocado principalmente en el cuerpo astral, que sensibiliza excesivamente al centro plexo solar o al laríngeo, trayendo la consiguiente dificultad. Gran parte de la inestabilidad de la glándula tiroides se basa hoy en esto.

Existe un tercer conjunto de dificultades que conciernen a quienes [i316] están en el Sendero del Discipulado, pero de ellos no nos ocuparemos aquí. Estos discípulos poseen una sensibilidad excesiva y anormal en sus vehículos; la fuerza que se precipita desde el alma, por conducto de los centros, presenta verdaderas dificultades, y la respuesta al medio ambiente está excesivamente desarrollada en muchos casos.

Estas condiciones están regidas, como se reconocerá, por el grado de evolución, el tipo de rayo, la cualidad del karma acumulado y las características heredadas de su familia, nación y raza actuales. Conviene recordar que tratamos al alma como centro de conciencia y a los vehículos como centros de experiencia. Hay que tratar de eliminar de nuestras mentes el contenido tan materialista que han acentuado las antiguas enseñanzas. Annie Besant, en su libro Estudio sobre la Conciencia, trató de evitar que, en sus páginas, aflorara el materialismo, dando una verdadera visión de la verdad; pero las palabras limitan y frecuentemente velan y ocultan la verdad. No obstante, dicho libro tiene un valor definido. Recuerden también que la conciencia del ser humano está, ante todo y por lo general, centrada sucesivamente en los tres cuerpos, y los centros de experiencia son, para él, primordialmente, el campo de su conciencia. Durante mucho tiempo se identifica con el campo de experiencia y no con el yo verdadero. Aún no se ha identificado con el sujeto consciente, es decir, con Aquél que percibe; pero, a medida que pasa el tiempo, su centro de identificación cambia, se interesa, cada vez menos, por el campo de experiencia y percibe, cada vez más, al alma como individuo pensante y consciente.

La comprensión que cada uno obtenga, dependerá de dónde pone el énfasis como individuo, cómo ha despertado y está alerta, y de qué es consciente. Cuando se alcanza la experiencia de la tercera iniciación y ya no se identifica con los vehículos de expresión, entonces, en una vuelta más elevada de la espiral, tendrá lugar otro cambio en la expresión y experiencia de la vida. El centro [i317] de experiencia o el alma, y los vehículos de expresión, es decir, el triple ser humano inferior, no serán considerados desde el punto de vista de la conciencia. El aspecto Vida reemplazará a todo lo demás. ¿De qué servirá dilucidar esta etapa si, en la mayoría de nosotros, dominan (debiéramos decir en forma desenfrenada) las expresiones inferiores de la manifestación divina, que ni el alma puede controlar en forma vital?

Por esta razón, en la anterior clasificación se emplearon expresiones como “construir psicológicamente”, para que la atención del estudiante se dirija al alma o psique, como agente constructor, y al mismo tiempo niegue o rechace el concepto materialista que se tiene sobre la construcción del cuerpo. Ocultismo es la ciencia de la manipulación de la energía, el aspecto atracción o repulsión de la fuerza, y de esto vamos a ocuparnos.

En la actividad que el alma despliega, reside la fuente o el germen de toda la experiencia que -actualmente en el plano físico- es reconocida y considerada, hoy, por los psicólogos. Este concepto implica el hecho de que no existe ninguna dificultad, en los vehículos de expresión, que no tenga su analogía y sus verdades superiores, en el centro de experiencia que llamamos alma.Tomemos, por ejemplo, la importancia que le dan ciertos psicólogos a la idea de que toda la verdad heredada (la idea de Dios, el concepto de un futuro cielo, la antigua y explotada (?) creencia alrededor de la cual se han centrado supersticiosamente los pensamientos de los seres humanos) constituye únicamente la expresión externa o la formulación de una “vida de deseo” oculta. Según se dice, esta vida de deseos está basada en un sentido de frustración, desilusión y dificultades, internas y frecuentemente oculto e incomprendido; todas las ideas que la raza ha valorado, en el transcurso de las épocas, y de acuerdo a las cuales han vivido muchas almas nobles, se fundan en la ilusión. Los instructores de los mundos internos coincidirán, en muchos casos, con la exteriorización de las distintas “satisfacciones del deseo”, [i318] en la vida del individuo, y con el hecho de que conducen a muchas dificultades, tensiones y tiranteces, que requieren un cuidadoso reajuste con la creencia de que estos conceptos encierran mucha superstición infantil, pero formulan la siguiente excepción, afirmando que los centros de expresión, a través de los cuales el alma obtiene la experiencia necesaria y llega a ser consciente en los mundos del ser, que de otra manera serían desconocidos, han venido a la manifestación como resultado del deseo o anhelo del alma. La “vida de deseo” del alma, y no las frustraciones de la personalidad, ha producido la situación con la que el ser humano brega en la actualidad. Por lo tanto, el surgimiento de la conciencia pública (mediante la enseñanza que imparten ciertas escuelas de psicología), el conocimiento acerca de esta vida de deseo y su creciente predominio, se funda definidamente en el hecho de que la humanidad va siendo consciente del alma y, por consiguiente, se da cuenta lentamente de los deseos de la misma. Pero, como todavía el ser humano se identifica básicamente con los centros de expresión, y no con el centro de experiencia, el alma, existe una inevitable, aunque transitoria, distorsión de la verdad.

De la misma manera puede encararse otro problema psicológico. Gran parte de lo que hoy se escribe, es el resultado del desarrollo de la ciencia del psicoanálisis. A dicho problema, se lo denomina comúnmente una “doble personalidad”. Esta dualidad que se efectúa en la continuidad de la conciencia (porque básicamente es esto) toma muchas formas y, a veces, produce algo más que una simple dualidad. La mejor manifestación de la continuidad del deseo fue expresada por Pablo, el Iniciado, en la Epístola a los Romanos, donde se refiere a la constante lucha que se libra entre la voluntad al bien y la voluntad al mal, que tiene lugar dentro de la periferia de la conciencia de un ser humano. Desde cierto punto de vista, este pasaje es profético, pues quizás [i319] sin saberlo, preveía ese período, en la evolución de la humanidad, en que la batalla de los “pares de opuestos” se desarrollaría en toda su plenitud, tanto individualmente como dentro de las naciones y las razas. Ese período ya ha llegado. En lo que respecta al individuo, el psicólogo está tratando de resolver el problema. En lo que concierne a la raza, los grandes movimientos sociales, filantrópicos, políticos y religiosos, también procuran resolverlo. Esto debiera ser de interés general, porque indica que ahora se está desarrollando el Kurukshetra planetario y, por consiguiente, los asuntos actuales deben observarse desde el punto de vista de una psicología fundamental, que exprese, en tiempo y espacio, el gran centro de expresión del alma que denominamos familia humana. Indica también el punto elevado y alcanzado en la conciencia, en el Sendero de Evolución. Cuando la batalla termine triunfalmente y haya una comprensión consciente de la naturaleza de las cuestiones implicadas (percepción que se va desarrollando rápidamente), se habrá tendido un puente sobre el abismo, y se habrán fusionado los pares fundamentales de opuestos, el alma y la forma. Esto introducirá la nueva era de la realización espiritual, o del contacto con el alma.

La idea que debiera predominar, hoy, en nuestras mentes, a fin de comprender correctamente esta parte del libro, es que la correcta apropiación de la forma, por parte del alma, es el resultado de un deseo o anhelo inicial. Es también el resultado de la exteriorización de un impulso fundamental, en el cual participa el centro de energía. Esta tendencia a exteriorizarse se define en palabras o expresiones distintas en la literatura mundial, tales como:

  • a. El deseo de manifestarse.
  • b. El impulso creador.
  • c. El impulso evolutivo [i320].
  • d. El deseo de encarnar.
  • e. La atracción de los pares de opuestos. Esta energía positiva tiene un efecto atrayente sobre la energía negativa.
  • f. La tendencia a exteriorizarse.
  • g. La caída del ser humano.
  • h. Los “hijos de Dios nacieron de las hijas de los hombres” (La Biblia).
  • i. El “grano de trigo que cae en la tierra”.

Existen muchas de estas expresiones simbólicas que no se pueden interpretar literalmente ni darles un significado físico. Cada expresión, sin embargo, implica una dualidad y también el concepto de que existe “aquello que se manifiesta por medio de la forma de lo manifestado”. Esto constituye “el alma y la forma”, y muchas otras frases similares son familiares.

Les insto a preservar, dentro de lo posible, la idea de las implicaciones psicológicas, y a considerar esta parte del libro desde el punto de vista sensorial, porque en lo sensorial, como bien saben, reside todo el problema psicológico. En todos los casos, constituye el problema de la respuesta al medio ambiente y a la oportunidad, concepto muy significativo para el psicólogo esotérico. En la percepción sensorial, existe el secreto del progreso de la psiquis y también el de la mayoría de los estados de conciencia, que el factor sensibilidad o sentimiento, es decir, el alma, experimenta en el sendero de evolución, a medida que se expande:

  • a. Su esfera de contactos.
  • b. Su campo de influencia.
  • c. Su campo de actividad consciente.

He expresado estas tres expansiones por orden de aparición.

Tendemos a considerarlas, desde el punto de vista del ser humano en el plano físico. Es necesario [i321] hacerlo, desde el punto de vista del alma y del proceso de experimentación, lo cual sólo es posible para el ser humano que comienza a actuar como alma.

Por eso, la naturaleza del rayo de un alma determinada se pone en actividad, porque su color, tono, cualidad y vibración fundamental determinan psicológicamente el color, el tono, la cualidad y la vibración básica de la energía mental demostrada. Condiciona a la forma sensorial atraída y al cuerpo vital que constituye el agente atrayente en el plano físico, que atrae hacia sí el tipo de energía o sustancia negativa, a través de la cual puede expresarse la cualidad, el tono o la vibración del centro especifico de experiencia y el medio ambiente, con el cual ha entrado en contacto. En las primeras etapas de manifestación, domina la naturaleza forma o el vehículo, que es la característica sobresaliente. La naturaleza de la cualidad del alma subyacente no se evidencia. Entonces, la forma o vehículo es sensible en dos direcciones: hacia afuera, al medio ambiente, lo que conduce (a medida que prosigue la evolución) al perfeccionamiento del vehículo, y hacia adentro, con un impulso superior progresivo, que conduce a una definida expansión de conciencia. Estos impulsos superiores aparecen progresivamente. A este respecto, podría decirse que:

1. La naturaleza física responde a:

  • a. el deseo,
  • b. la ambición.
  • c. la aspiración.

Llega, entonces, a completarse la fusión del cuerpo astral sensorial y del cuerpo físico.

2. Esta dualidad básica responde a:

  • a. la mente concreta inferior [i322],
  • b. el impulso separatista del cuerpo mental egoísta,
  • c. el intelecto, síntesis de la mente y del instinto,
  • d. los anhelos del alma.

Esto produce la integración de las tres energías que constituyen el triple ser humano inferior.

3. Tal triplicidad responde:

  • a. a sí misma, como personalidad integral. Entonces, el ritmo establecido por la fusión de las energías inferiores, astral y mental, predominan;
  • b. al Alma, como centro fundamental de experiencia. La personalidad obtiene la visión de su destino, que consiste en ser el instrumento de una fuerza superior;
  • c. a la intuición y
  • d. a la fuente de inspiración, la mónada.

Algunos estudiantes pueden llegar a comprender la significación simbólica del proceso, si captan el hecho de que, en las primeras etapas del sendero evolutivo, la Mónada es la fuente de exhalación o de expiración, que trajo el alma a la existencia en el plano físico; en el Sendero de Retorno, en el cual nos vemos implicados en esta última etapa, la Mónada es la fuente de inhalación o de inspiración.

En el proceso de exhalación o de expiración, se enfoca cierto tipo de energía divina, como centro de experiencia, en esa sustancia sensible que llamamos materia mental superior, que formó, en su oportunidad, ese aspecto del ser humano que llamamos alma.

A su vez, el alma continuó este proceso de exhalación o expiración, iniciado por la Mónada o la Vida Una. La energía así emitida conforma centros de experiencia en los tres mundos, por medio del proceso de “apropiación atractiva” de sustancia o materia cualificada. A través de estos centros, se adquiere la experiencia necesaria, se intensifica [i323] el proceso de la vida y es posible ampliar la experiencia, mediante el contacto con el medio ambiente que va ensanchándose, conduciendo a sucesivas expansiones de conciencia llamadas iniciaciones, en etapas posteriores, cuando se pasan conscientemente y son iniciadas definidamente por uno mismo. 

Así se expande constantemente el campo de influencia del alma. Mientras la actividad del alma avanza, se produce una actividad paralela, en la sustancia material, que constantemente lleva, al aspecto negativo de la materia o sustancia, a cumplir con los requisitos positivos del alma. Los vehículos de expresión, el mecanismo de manifestación y los centros para la experiencia mejoran, a medida que la conciencia se expande y profundiza.

Desde el punto de vista de la psicología, esto significa que el sistema glandular, el mecanismo físico y el instrumento de respuesta, se hacen cada vez más eficientes, mientras que, en forma análoga, prosiguen la coordinación interna y la integración. El dilema de los psicólogos, en la actualidad, se debe, en gran parte, a que la Ley de Renacimiento no ha sido aún reconocida por los científicos ni por los intelectuales. El psicólogo, por lo tanto, tiene que hacer frente a los problemas de las disparidades del equipo físico que prevalecen en todas partes. Se ha fracasado ampliamente en reconocer la causa subyacente responsable de la apariencia del mecanismo. En consecuencia, no existe una prueba científica (como se entiende hoy esta palabra), respecto al campo de experiencia. No existe ni se permite -en tiempo y espacio- la síntesis (entendida esotéricamente), sino simplemente constituye un ser humano aislado que conforma infinidad de seres humanos, distintamente dotados, grandemente limitados por su equipo y enfrentados también a un medio ambiente aparentemente antagónico, carente de síntesis, de coordinación e integración internas, excepto en el caso de personas muy inteligentes y profundamente espirituales, que actúan definidamente como almas, para las cuales el psicólogo común no puede dar una explicación adecuada [i324].

La integración del individuo, en su medio ambiente, prosigue rápidamente, y la adaptación psicológica del ser humano a su campo de experiencia mejorará constantemente. La humanidad puede depender de esto, y lo atestigua la historia del desarrollo del ser humano como ser conocedor. Pero la integración del ser humano, en el tiempo, no ha sido lograda y quizás esta afirmación sea poco comprendida. El origen y la meta del ser humano no han sido mayormente considerados y se lo analiza desde el ángulo de esta sola y breve vida, y de su equipo actual. Hasta que no se integre en el tiempo y en el medio ambiente, y se acepte la Ley de Renacimiento como hipótesis probable, no habrá una verdadera comprensión del proceso evolutivo, de la relación que existe entre los individuos y de la naturaleza del desarrollo del equipo. Tampoco habrá verdadera sabiduría. El conocimiento lo obtiene el individuo a medida que se integra a su medio ambiente. La sabiduría la adquiere a medida que se coordina en los procesos del tiempo. El mecanismo se relaciona con el medio ambiente y es el instrumento de contacto y el medio por el cual el alma experimentadora llega a comprender plenamente el campo de conocimiento. El alma es el ente consciente del tiempo, en la verdadera acepción de la palabra, que observa todo el período de manifestación, obteniendo así el sentido de proporción, la comprensión de los valores y el sentido interno de síntesis.

El triple mecanismo se desarrolla paulatinamente y el centro de experiencia se expande en conocimiento, el cual es de un orden muy elevado; por eso, el mundo está colmado de personalidades. Complementando nuestras definiciones anteriores, la personalidad puede definirse simplemente como:

  • a. El instrumento que se va capacitando para hacer contacto en tres direcciones. El alma experimentadora puede ya comenzar a utilizar eficazmente el instrumento [i325].
  • b. La expresión del poder creador del alma preparada para trasmutar el conocimiento en sabiduría.
  • c. El alma que ha encarnado, está dispuesta a trabajar conscientemente con el factor tiempo, porque ha aprendido a trabajar con el factor medio ambiente, y ahora puede empezar a controlar las circunstancias y el medio ambiente, desde el punto de vista del tiempo. Esto significa, en el primer caso, emplear correctamente el tiempo y aprovechar la oportunidad, y luego, establecer la continuidad de conciencia.

No tengo la intención de tratar la construcción de los distintos cuerpos. Procuro generalizar y encarar el tema, desde el punto de la realización alcanzada por la humanidad moderna. Ya se han dado indicaciones, en el Tratado sobre Fuego Cósmico, que, si son estudiadas detenidamente, servirán para elucidar el problema primitivo del impulso creador que posee el alma. Por lo tanto, aceptaremos el hecho de la creación original de las formas, basado en el deseo de manifestarse, y continuaremos con este tema, dentro de los conceptos de experiencia, expresión y expansión, ocupándonos del ser humano moderno y sus problemas, desde el punto de vista del desarrollo psicológico de los mismos.

C. Interrelaciones de la vida de la personalidad

Al tratar ahora el aspecto esotérico de la apropiación de los vehículos, mediante los cuales el Hijo de Dios en manifestación puede expresarse, no es posible evitar el empleo de frases simbólicas. Sin embargo, si el estudiante recordara que son simbólicas, no correrían peligro de ser mal interpretadas. La mente inteligente y analítica emplea expresiones apropiadas, a fin de limitar el concepto intuido, dentro de ciertos términos que pueden ser comprendidos, con lo cual las ideas abstractas son llevadas al nivel de la comprensión [i326].

Hemos visto que se ha considerado principalmente que el alma es un centro de conciencia y los cuerpos son centros de experiencia; con este postulado, sentamos las bases de nuestras futuras investigaciones psicológicas. No trataremos aquí la cuestión de por qué esto es así o cómo ha sucedido. Aceptaremos que esta afirmación es básica y fundamental, y nos atendremos a la premisa de que la finalidad de la vida en el mundo es obtener experiencia, porque vemos que esto sucede en todas partes y lo observamos también en nuestras propias vidas.

Podemos agrupar a las personas en tres tipos:

1. Las que adquieren experiencia inconscientemente, pero al mismo tiempo están tan ensimismadas, en el proceso de obtener resultados de la experiencia, que no perciben los objetivos más profundos.

2. Las que perciben tenuemente que la adaptación a los modos de vivir, a que están sometidas y que, al parecer, no pueden evadir, significa para ellas aprender alguna lección, la cual:

  • a. enriquece sus vidas, por lo general, en sentido práctico y material,
  • b. intensifica su percepción sensible,
  • c. permite desarrollar la cualidad y adquirir continuamente características, habilidades y capacidades.

3. Las que perciben la finalidad de la experiencia y, en consecuencia, aplican en todos los casos el poder inteligente para extraer, de los acontecimientos a los cuales están sujetos, algún beneficio para la vida del alma. Han aprendido que su medio ambiente constituye el lugar de purificación y el campo del servicio que ha planeado [i327].

Esta amplía generalización explica la razón de la experiencia humana y las consiguientes actitudes adoptadas por los tres grupos principales.

Es necesario recordar que el proceso de apropiación de los cuerpos presenta etapas similares, respecto a la evolución de la forma y a la evolución de la vida que mora internamente. En el transcurso de la historia del aspecto material de la manifestación, han existido (como lo enseñan los libros ocultistas) las siguientes etapas:

  1. La etapa de involución o de apropiación, y la etapa de construcción de los vehículos de expresión, sobre el arco descendente, donde el énfasis se pone sobre la construcción, el crecimiento y la apropiación de los cuerpos, y no tanto sobre la Entidad consciente que mora internamente.
  2. La etapa de evolución o purificación, y la etapa de desarrollo de las cualidades, que conduce a la liberación en el arco ascendente.

Lo mismo ocurre en la historia psicológica del ser humano. Ahí también encontramos un proceso similar, dividido en dos etapas que marcan la involución y la evolución de la conciencia.

Hasta ahora, en los libros ocultistas (como he indicado anteriormente), se ha hecho resaltar el desarrollo del aspecto forma de la vida, y la naturaleza y la cualidad de esa forma que responde, en distintos niveles de la vida planetaria, a los impactos del medio ambiente, en las primeras etapas, y a la impresión del alma, en las últimas. El objetivo principal de este tratado consiste en señalar el efecto que producen sobre el alma las experiencias sufridas en los cuerpos y los procesos, mediante los cuales se expande el aspecto conciencia de la divinidad, culminando en lo que técnicamente se llama una iniciación. Cada una de las dos divisiones principales [i328] de este proceso de involución y evolución, puede dividirse en seis expansiones definidas de conciencia. Las que están en el arco ascendente difieren de las que están en el arco descendente, en objetivo, móvil y alcance, y son esencialmente sublimaciones de los aspectos inferiores del desarrollo de la conciencia, etapas que podrían denominarse de:

  1. Apropiación
  2. Aspiración
  3. Acercamiento
  4. Aparición
  5. Actividad
  6. Ambición

Cada etapa, al llegar a la máxima expresión, implica un período de crisis, crisis que tiene lugar antes de iniciarse la próxima etapa de la conciencia del ser humano que va despertando. Consideramos aquí al Ser Humano como pensador consciente, y no al ser humano como miembro del cuarto reino de la naturaleza. Reflexionen sobre esta diferencia, porque determina el punto de énfasis y marca el foco de identificación.

En la primera etapa, la de apropiación, el alma o el pensador consciente (el divino Hijo de Dios o Manasaputra), realiza tres cosas:

  1. Registra conscientemente el deseo de encarnar. Constituye la voluntad de existir o de estar en el plano físico.
  2. Enfoca conscientemente la atención en el proceso que implica la decisión de aparecer.
  3. Da conscientemente los pasos necesarios para apropiarse de la sustancia requerida, a fin de aparecer y, en consecuencia, satisfacer el anhelo de existir.

Estamos familiarizados con estos procesos formulados como teorías. Las especulaciones y los pronunciamientos de los instructores de todas partes, [i329] en el transcurso de las épocas, nos han familiarizado con las innumerables maneras simbólicas de tratar estos temas. No es necesario extenderme sobre ello. La serie de acontecimientos involucrados, al tomar esta decisión, los consideraremos sólo desde el ángulo de la conciencia y de un definido proceso involutivo.

La segunda etapa, la de aspiración, concierne al deseo o aspiración del alma de aparecer, y hace descender la conciencia a lo que denominamos plano astral. La tendencia del alma se dirige hacia lo material. Debemos recordar este hecho. Tendemos a considerar la aspiración como la culminación o la transmutación del deseo. Sin embargo, en último análisis, se puede decir que la aspiración es la base o raíz de todo deseo, y utilizamos la palabra deseo únicamente para significar esa aspiración, que tiene un objetivo natural en la conciencia del ser humano, confinando la palabra aspiración al deseo trasmutado que convierte al alma en permanente objetivo, en la vida del ser humano encarnado. Pero todos los aspectos del deseo son esencialmente formas de aspiración y, en el arco involutivo, la aspiración se demuestra como el deseo del alma de experimentar conscientemente los procesos que la harán consciente y dinámica, en el mundo de los asuntos humanos.

Una vez lograda esta comprensión consciente, y cuando el alma se ha apropiado de una forma en el plano mental, mediante la voluntad de existir, y de otra en el plano astral, mediante la aspiración, tiene lugar la tercera etapa de acercamiento en los niveles etéricos. La conciencia se enfoca allí, preparándose para la intensa crisis de aparecer; entonces, tiene lugar lo que puede considerarse la concentración o reunión de todas las fuerzas de la conciencia, a fin de forzar el proceso y poder surgir a la manifestación. Es un momento trascendental en la conciencia, un período de preparación vital para un gran acontecimiento espiritual, la encarnación de un Hijo de Dios. [i330] Significa apropiarse de un cuerpo físico denso, que actuará como prisión absoluta del alma, o como “una forma para la revelación”, como ha sido denominada en los casos de esos seres humanos evolucionados que se han revelado como Hijos de Dios.

La crisis de acercamiento es, en las diversas etapas, una de las más importantes y la menos comprendida. Será de interés para los estudiantes emprender un estudio comparativo de los acercamientos mencionados anteriormente, relacionándolos con los episodios de la historia humana que ocurren, durante el período de la Luna llena de Wesak. Existe una fundamental y estrecha relación entre los acercamientos en los senderos de involución y de evolución, y también entre los del individuo y los de un grupo.

Entonces, cuando se ha consumado dicha concentración de fuerzas, durante la etapa de acercamiento, tiene lugar la etapa de aparición; entonces, el ser humano surge a la luz del día y recorre su pequeño ciclo en el plano físico, desarrollando una creciente sensibilidad en la conciencia, gracias a la experiencia obtenida en el proceso de vivir en un cuerpo físico. Después de aparecer en la forma, va siendo (cada vez que aparece) más activo, ágil y despierto, intensificándose la etapa de actividad, hasta que la conciencia del ser humano es arrastrada por la ambición.

El psicólogo término medio se ocupa de estas dos etapas finales, actividad y ambición, por las que atraviesa el ser humano común. Esto en sí es interesante, porque demuestra cuán poco se ocupa el psicólogo exotérico ortodoxo de la vida del verdadero ser humano, el Ser pensante consciente. A las cuatro etapas del desarrollo del ser humano, que están detrás de su apariencia activa, en el plano físico, no se las considera en absoluto. La intensidad del proceso de acercamiento que precede a tal aparición, no se tiene en cuenta, siendo, sin embargo, fundamentalmente un factor determinante.

Pero esta actividad en el plano físico [i331] y la naturaleza de su vida de deseos (que más adelante sólo se traduce en términos de ambición en sus experiencias) son factores predominantes que deben ser considerados. No podrá haber lógicamente una verdadera comprensión del ser humano, hasta que se acepte la teoría del renacimiento y el ser humano sea estudiado a través de su larga historia. En esta época de pensamientos y actitudes enormemente separatistas, la vida del individuo como ser humano individual, separado en tiempo y espacio de todo lo que ha sucedido en el pasado, y de cuanto lo rodea en la actualidad, es lo que se considera de importancia y que constituye el ser humano, pero no se han ocupado, de manera alguna, del ser humano como expresión del proceso del alma.

Tenemos, así, etapas sucesivas, desde la apropiación inicial en el plano mental, hasta que el ser humano, en conciencia, se ha abierto camino descendiendo a través de los planos y volviendo al plano mental, que lo lleva a la etapa de la coordinación de la personalidad y a una plena expresión de lo que denominamos el Rayo de la Personalidad. Esto tiene lugar una vida tras otra. Así, el alma encarna una y otra vez, y conscientemente pasa por las etapas delineadas anteriormente. Pero gradualmente sobreviene un sentido más elevado de los valores; luego, hay un período en que el deseo de adquirir experiencia material y de satisfacer las ambiciones de la personalidad, comienza a desvanecerse; nuevos y mejores valores, y normas superiores de pensamientos y deseos empiezan a aparecer lentamente.

Después, el aspecto conciencia vuelve a pasar por las etapas expuestas, pero en sentido contrario, y esta vez en el arco ascendente, que corresponde a la etapa evolutiva del gran ciclo de procesos naturales que conciernen a la vida de la forma, el cual se expande paulatinamente, desde la conciencia de la ambición a través de la actividad y los posteriores desenvolvimientos, hasta la etapa de acercamiento a la divina realidad en el plano mental, y la etapa de apropiación final, donde [i332] la conciencia del ser humano se fusiona con la del alma en su propio nivel y, por último, se apropia del Uno en plena conciencia, si puede emplearse esta frase tan paradójica.

Cuando la conciencia del alma, encarnada en una forma humana, se da cuenta de la inutilidad de la ambición material, indica que ha obtenido una etapa elevada de integración de la personalidad, que precede a un período de cambio de actividad. Durante la segunda etapa, en el Sendero de Retorno, el cambio de la conciencia consiste en alejarse totalmente del cuerpo físico, pasando al cuerpo vital o etérico, y de ahí al cuerpo astral. Allí se siente la dualidad, y tiene lugar la batalla entre los pares de opuestos. El discípulo aparece como Arjuna. Sólo después de la batalla, y cuando Arjuna ha llegado a tomar decisiones definitivas, puede acercarse al alma en el plano mental. Esto lo realiza cuando:

  1. Comprende que constituye un alma y no una forma, lo cual implica un proceso denominado “reflejo divino”, que actúa de dos maneras; entonces, el alma comienza a rechazar definitivamente a la forma, y el ser humano, a través del cual el alma experimenta y se manifiesta, es a su vez rechazado por el mundo en que vive.
  2. Descubre el grupo al cual pertenece, impidiendo su acercamiento hasta descubrir cómo hacerlo mediante el servicio.
  3. Se identifica con el grupo que pertenece a su propio rayo, adquiriendo, así, el derecho de acercarse, porque ha aprendido que “no está solo”.

Luego, viene esa peculiar etapa de aspiración trascendente, donde ya no desea adquirir experiencia individual y sólo anhela actuar como parte consciente del Todo mayor. Sólo entonces, puede el alma consciente apropiarse del “cuerpo de luz y de esplendor, expresión [i333] y gloria del Uno”, lo cual, una vez realizado, ya no encarna en los tres mundos, excepto como un acto de voluntad espiritual. La significación de lo que antecede quizás sea difícil de comprender, porque constituye uno de los misterios de una iniciación superior.

Por lo tanto, se habrán dado cuenta de que comenzamos y terminamos con una expansión de conciencia. La primera condujo a incluir el mundo material y la segunda incluye o se apropia, consciente e inteligentemente, del mundo espiritual. Vemos, así, que la conciencia de deseos es trasmutada en aspiración por lograr las realidades espirituales y un acercamiento vital y enfocado al reino de Dios. Observamos la aparición, en el plano físico de la conciencia aprisionada, limitada y confinada, para obtener un desarrollo inteligente y definido, dentro de una forma que evoluciona, y vemos el resurgimiento final de la conciencia enriquecida y emancipada, que ha obtenido, en el plano mental, la plena liberación que otorga la Mente de Dios. También se observa la actividad consciente de la mente del ser humano, expandiéndose e intensificándose lentamente, hasta convertirse en la actividad de la mente iluminada, reflejando, así, la conciencia divina del alma. Vemos, también, la ambición del ser humano consciente, trasformada, al principio, en la ambición espiritual del discípulo consagrado y, por último, en la expresión de la voluntad de Dios o de la Mónada, en el iniciado.

Así, los tres aspectos de la divinidad se liberan en la tierra, mediante una conciencia encarnada y plenamente desarrollada de un Hijo de Dios. El Plan y el trabajo que realiza la Deidad consiste en apropiarse conscientemente de la forma, y luego, volver a apropiarse conscientemente de la divinidad. Al tratar de sentar las bases, como lo estamos haciendo, para el estudio de la integración sobre el ser humano, no será necesario detallar los innumerables aspectos de las distintas etapas consideradas. Millares de seres humanos, quizás millones, que evoluciona, y vemos el resurgimiento final de la conciencia enriquecida y emancipada, que ha obtenido, en el plano mental, la plena liberación que otorga la Mente de Dios. También se observa la actividad consciente de la mente del ser humano, expandiéndose e intensificándose lentamente, hasta convertirse en la actividad de la mente iluminada, reflejando, así, la conciencia divina del alma. Vemos, también, la ambición del ser humano consciente, trasformada, al principio, en la ambición espiritual del discípulo consagrado y, por último, en la expresión de la voluntad de Dios o de la Mónada, en el iniciado.

Así, los tres aspectos de la divinidad se liberan en la tierra, mediante una conciencia encarnada y plenamente desarrollada de un Hijo de Dios. El Plan y el trabajo que realiza la Deidad consiste en apropiarse conscientemente de la forma, y luego, volver a apropiarse conscientemente de la divinidad. Al tratar de sentar las bases, como lo estamos haciendo, para el estudio de la integración sobre el ser humano, no será necesario detallar los innumerables aspectos de las distintas etapas consideradas. Millares de seres humanos, quizás millones, [i334] estarán en este planeta, en determinado momento, cuyas vidas y actividades podrán ser ejemplo en cualquier etapa en el arco descendente o ascendente. Para la mayoría será suficiente la ayuda técnica prestada por el moderno educador entrenado, psicólogo, clérigo o médico, particularmente cuando tengan lugar tres acontecimientos que, inevitablemente, ocurrirán antes que hayan pasado muchas décadas:

  1. Estos cuatro tipos de técnicos -educadores, psicólogos, clérigos y médicos- trabajarán juntos, y cada uno pondrá, a disposición de sus compañeros de trabajo, su capacidad, su punto de vista peculiar y su interpretación de las condiciones prevalecientes.
  2. La realidad del alma será aceptada como hipótesis razonable y también se aceptará el hecho de que puede existir un ente inmanente que trata de controlar, en cierta medida, el mecanismo.
  3. La Ley del Renacimiento será considerada como una ley de la naturaleza, y en el pensamiento de estos cuatro grupos que prestan ayuda a la humanidad, tendrá cabida el pasado del ser humano y el rápido cumplimiento de su destino.

En este Tratado consideramos a las personas más evolucionadas, los intelectuales del mundo, que comienzan a utilizar la mente y se hallan en el Sendero de Probación o se acercan al Sendero del Discipulado. Cuando esto sucede (lo cual raras veces ocurre antes, a no ser que aparezca ante el ojo del iniciado), las personalidades están ya tan refinadas, que el rayo de la personalidad y el rayo del ego permiten hacer un análisis y una definición. Hasta que no haya un desarrollo suficiente y notable que permita hacer una verdadera diagnosis, no es posible decir definidamente a que rayo pertenece la personalidad. Más adelante, se definirá el rayo del ego, el cual al principio sólo se puede deducir por la naturaleza del [i335] conflicto, del cual la personalidad es consciente, basado en un acrecentado sentido de la dualidad. Además, se podrá hacer un diagnóstico que se basará en ciertas características físicas y psíquicas, que indicarán la cualidad de la naturaleza superior del individuo, así como también un estudio de los distintos grupos, con los cuales se va afiliando el ser humano a medida que aparecen en el plano físico. Cuando un

ser humano -si por predilección personal es un artista creador- se interesa repentinamente por las matemáticas, podría deducirse que comienza a estar bajo la influencia de un alma de segundo rayo; o si el ser humano, cuya personalidad pertenecía definidamente al sexto rayo de idealismo fanático, o de devoción por el objeto de su idealismo, y durante la vida fue un devoto religioso, y luego cambió el interés de su vida por la investigación científica, podría quizás responder a la impresión de un alma de quinto rayo.

En consecuencia, estudiaremos el proceso de coordinación y los métodos empleados para lograr dos grandes integraciones:

1. La integración de la personalidad, o los medios por los cuales la conciencia del individuo:

  • a. pasa de un cuerpo a otro, para que tenga lugar una definida expansión de conciencia,
  • b. entra simultáneamente en actividad en los tres vehículos de la personalidad.

2. La integración de la personalidad y el alma, para que el alma pueda:

  • a. actuar a voluntad, en cualquiera de los cuerpos, o
  • b. actuar por medio de los tres cuerpos, que simultáneamente constituyen la personalidad.

Esto obligará a limitarnos al estudio de los tipos más evolucionados o destacados de nuestro tiempo y época, principalmente el [i336] místico, el aspirante y las personas que sobresalen, así como aquellas que tienen problemas psicológicos.

Los distintos cuerpos se han ido paulatinamente desarrollando y han sido utilizados, refinados y organizados. Gradualmente se ha empleado y sensibilizado el equipo sensorial del ser humano y, en la actualidad, hay en el mundo infinidad de hombres y mujeres, cuyo instrumento de respuesta y de contacto ha alcanzado tal grado de eficacia y está tan alejado en relación con el ser humano primitivo, como los vehículos del ser humano moderno común lo están del Cristo y del Buda, con su inmenso y amplio cambio de percepción subjetiva y divina. El desarrollo del sistema nervioso ha ido a la par del mecanismo psíquico interno, y el del sistema glandular ha reflejado fielmente el de los grandes centros de fuerza, con las líneas interconectadas de energía. Paso a paso, la conciencia del ser humano ha cambiado de:

  1. La conciencia estrictamente animal, centrada en los apetitos físicos naturales, a la del ser individual y vital que responde a los impactos de un medio ambiente que no comprende inteligentemente, pero en el cual vive. Éste es el estado de conciencia primitivo y salvaje, que ya ha sido superado y pertenece a una remota historia racial. Esta etapa primitiva fue testigo del nacimiento de esa orientación religiosa que llamamos animismo.
  2. La conciencia del ser vital primitivo al estado de conciencia coloreado casi totalmente por el deseo de la satisfacción material. Esto, con el tiempo, se trasmuta en una respuesta emotiva a las condiciones del medio ambiente, que lleva a una intensificada “vida de deseo” y a un desenvolvimiento de la facultad imaginativa. Finalmente, produce al Místico y su consiguiente aspiración, su sentido de la [i337] dualidad y su búsqueda de Dios, además de una intensa devoción a uno u otro tipo de ideal.
  3. La conciencia centralizada en los deseos y anhelos vitales emotivos, a la conciencia mental inteligente, inquisidora e intelectualmente sensible, capaz de responder a las corrientes de pensamientos y reaccionar con constante firmeza, vigor y sensibilidad, al impacto de las ideas.
  4. De uno u otro de estos estados de conciencia, alternando el énfasis de los mismos, o haciéndolos predominantemente activos en cualquiera de los aspectos inferiores, a los de la personalidad integrada, egoístamente ocupada en sí misma, en su amor propio y en sus propias expresiones, aparentando, así, ser un gran e intrépido individuo que demuestra poder y propósito, en un mundo que él explota para sus propios fines egoístas.

Cuando se llega a esta etapa, el enfoque de la vida es predominantemente materialista, y el ser humano se hace ambicioso, eficiente y poderoso. Sin embargo, lentamente se despierta en él un divino descontento, y los resultados de la experiencia, obtenida en sus empresas y en su vida, comienzan a no satisfacerle. Entonces, tiene lugar otro cambio de conciencia, y se esfuerza, al principio inconscientemente y más tarde conscientemente, por alcanzar la vida y la significación de una realidad vagamente sentida. El alma empieza a hacer sentir su presencia y a aferrarse, en un sentido diferente del de ahora y en forma más activa, a sus vehículos de expresión y servicio.

En este resumen, se ha esbozado el delineamiento amplio y general del proceso. Evidentemente existirán graduaciones dentro del proceso; hay en la tierra seres humanos de todos los estados de conciencia. En algunos, sus vehículos estarán centralizados en la vida sensorial. En otros, la conciencia cambiará el énfasis de un vehículo a otro y así llegarán a [i338] despertar y a ser más incluyentes en sus contactos y percepciones. Otros, aún, poseerán una conciencia en desarrollo, que se está organizando para expresarse plenamente como seres humanos y personalidades integradas que trabajan para lograr fines materiales, poniendo en la realización de esos objetivos, toda la fuerza y el poder de una activa personalidad integrada. Existirán, también, aquellos cuya conciencia va despertando gradualmente a un sentido nuevo y más elevado de los valores; lentamente al principio y luego con mayor rapidez, a medida que adquiere mayor habilidad, cambia su foco de atención del mundo materialista y de un vivir egoísta, al mundo de las verdaderas realidades espirituales.

Poco a poco, la conciencia del tercer aspecto de la divinidad se coordina con la del segundo aspecto y, mediante la experiencia adquirida en la forma, entra en actividad la conciencia crística. El ser humano comienza a agregar a la experiencia adquirida, como personalidad en los tres mundos del esfuerzo humano, la percepción intuitiva espiritual, patrimonio de los que han despertado en el reino de Dios. Paralelamente con este desarrollo de la conciencia del ser humano, tenemos la evolución del mecanismo por el cual esa conciencia, que se expande cada vez más, se pone en armonía con el mundo de la percepción sensorial de los conceptos intelectuales y de los conocimientos intuitivos. No trataremos el desarrollo de este

aspecto de la forma. Sólo indicaré que, al pasar la conciencia de un cuerpo a otro, expandiendo constantemente sus contactos, los centros del cuerpo etérico del ser humano (cuatro arriba del diafragma y tres abajo) entran en actividad en tres etapas principales, aunque a través de innumerables despertamientos menores:

  1. Su desarrollo es similar al proceso que se efectúa desde “el capullo cerrado hasta el loto abierto” y tiene lugar en el período evolutivo común [i339].
  2. Los pétalos del loto llegan a ser vibrantes y vívidos. Ésta es la etapa de integración de la personalidad.
  3. El corazón del loto, “la joya en el loto”, comienza también a actuar vívidamente. Éste es el período que corresponde a las etapas finales del Sendero.
  4. El proceso del desarrollo se produce mediante cinco crisis del despertamiento, de modo que tenemos un proceso triple y un movimiento quíntuple:
  5. Los centros que están abajo del diafragma son los factores controladores y dominantes. La etapa del denso materialismo, del deseo inferior y del impulso físico, se halla en plena expresión. Esto llegó a su máximo desarrollo en la raza Lemuriana, donde el centro sacro era el factor controlador.
  6. Dichos centros entraron en plena actividad adquiriendo mayor énfasis el centro plexo solar, el cual oportunamente se convierte en el gran centro de distribución de todas las fuerzas inferiores y marca el periodo de cambio a un cuerpo superior, el astral. Ésta fue la característica del desarrollo racial atlante.
  7. El despertar del centro laríngeo y la trasferencia de gran parte de la energía inferior a la actividad laríngea. El centro ajna comienza a activarse produciendo personalidades integradas y creadoras. Esta etapa es característica de la actual raza aria.
  8. El despertar del centro cardíaco y la trasferencia de la energía del plexo solar a dicho centro, trae la formación de grupos y permite introducir un sentido nuevo y más pleno de energía espiritual. Entonces, el énfasis pasa a esos contactos de percepción que revelan el reino de Dios, y el quinto reino de la naturaleza llega a ser activamente creador [i340] en la tierra. Esta será la característica de la conciencia de la próxima gran raza.
  9. El despertar del centro coronario, con el consiguiente despertar del fuego kundalini en la base de la columna vertebral. Esto lleva a la integración final del alma y el cuerpo, y a la aparición, en la tierra, de una humanidad perfecta, que expresará la naturaleza de la última raza.

No olviden que siempre hay quienes expresan la característica de uno de estos distintos estados de conciencia. Muy pocos en la tierra, en la actualidad, son capaces de expresar un estado inferior de tan relativo desarrollo como el de la conciencia lemuriana. Son pocos, también, en el otro extremo del Camino, los que expresan la perfección divina; entre estos dos extremos, se encuentran todos los grados posibles de desarrollo y desenvolvimiento.

El ser humano es, por lo tanto (desde el punto de vista de la expresión de la fuerza), un conglomerado de energías antagónicas y un centro activo de fuerzas en movimiento, que cambia constantemente su enfoque y contiene, además, numerosas corrientes de energía, que presentan una confusa variedad de interrelación activa, interpenetración, lucha interna e interdependencia, hasta el momento en que las fuerzas de la personalidad (símbolo de la divina multiplicidad) son subyugadas o “aplacadas” por el alma dominante. Esto es lo que lealmente se quiere significar al emplear la palabra alineamiento, que es el resultado de:

  1. El control que ejerce el alma sobre la personalidad.
  2. El descenso de la energía del alma al cerebro, por conducto de los cuerpos mental y emocional, produciendo así la subyugación de la naturaleza inferior, el despertar de la conciencia cerebral a la percepción del alma, y un nuevo alineamiento de los cuerpos [i341].
  3. El correcto ordenamiento, de acuerdo al tipo de rayo, de las energías que animan y despiertan dinámicamente los centros a la actividad. Esto conduce finalmente a que se efectúe un alineamiento directo de los centros de la columna vertebral, para que la energía del alma pueda ascender y descender a través de los centros desde el centro rector de la cabeza. Mientras se perfecciona este proceso, a fin de que controle el alma (el período de tiempo, desde el punto de vista de la conciencia limitadora de la personalidad, es muy extenso), el tipo de rayo al cual pertenecen los vehículos, aparece constantemente, y el rayo de la personalidad comienza a controlar la vida; finalmente, el rayo del alma empieza a dominar al de la personalidad y a subyugar su actividad.

Con el tiempo, el rayo monádico asume el control, absorbiendo en sí mismo el rayo de la personalidad y el del alma (en la tercera y quinta iniciaciones) y así, definitivamente, se subyuga la cualidad y “permanece sólo Aquel Que Es”.

Ahora, me ocuparé de la coordinación de la personalidad y de las tres técnicas mencionadas previamente, las técnicas de integración, fusión y dualidad. Luego, consideraré algunos de los problemas que tiene que enfrentar la psicología, provenientes de los cambios efectuados en la conciencia, de la intensificación de la recepción de energías, a través de los centros y de la afluencia del poder del alma. Esto nos llevará a un punto de este Tratado, en el que se habrán considerado, en cierta medida, los rayos y el ser humano, y donde, oportuna y ventajosamente, podremos ocuparnos del tercer punto que corresponde al Rayo de la Personalidad, cuyo tratamiento estamos finalizando. Su estudio concierne a la educación, al entrenamiento psicológico de aspirantes y discípulos, y a las tendencias que surgen de la nueva psicología esotérica [i342].

2. la coordinación de la personalidad

Consideramos, aunque superficialmente, el hecho de que el ego se apropia de las formas mediante las cuales puede expresarse en los distintos niveles de manifestación divina. Se ha observado que tales formas, a su debido tiempo, personifican la voluntad y el propósito de su divino Morador interno. Este Morador interno es el alma. A medida que el ciclo evolutivo sigue su curso, tienen lugar tres desarrollos:

1. Las formas, a través de las cuales ella se expresa, se desarrollan poco a poco como resultado de:

  • a. Encarnaciones sucesivas.
  • b. El impulso y la consiguiente actividad del deseo.
  • c. La interpretación de la experiencia que se intensifica y llega a ser más correcta y adecuada a medida que pasa el tiempo.

2. El yo interno, identificado con la naturaleza forma:

  • a. Llega a ser poco a poco consciente y, en consecuencia, inteligentemente activo en los tres mundos de la evolución humana.
  • b. Cambia su foco de atención sucesivamente de un cuerpo a otro, pasando conscientemente a estados cada vez más elevados de conciencia, hasta que el Sendero de Persecución se convierte en el Sendero de Retorno, y el deseo de identificarse con la forma se convierte en aspiración por lograr la autoconciencia. Más tarde, se obtiene la identificación con el Yo en su propio nivel de conciencia.
  • c. Se reorienta y, así en sentido oculto, “abandona lo que, hasta entonces, le parecía deseable y aspira a alcanzar aquello que, hasta entonces, no había percibido”.

3. En el proceso evolutivo, [i343] el aspirante pasa por una etapa intermedia, en la que la “divina atracción” reemplaza a la atracción que ejercen los tres mundos; esta etapa se desarrolla en cinco partes:

  • a. El período en que se da cuenta de la dualidad y de la falta de control.
  • b. El período en que se afirma el autocontrol mediante el siguiente proceso:
  1. La descentralización.
  2. La comprensión de la tarea que debe realizar.
  3. La investigación, por el divino Observador, respecto a la naturaleza de la vida de la forma.
  4. La divina expresión, comprensivamente aplicada, por medio de la forma.

c. El período en que tiene lugar el alineamiento y (mediante la comprensión y la práctica) la forma se subordina, gradualmente, a los requisitos del Yo, comenzando a trabajar al unísono con éste.

d. El período en que las formas se van alineando a intervalos cada vez más frecuentes, son:

  1. integradas en una personalidad activa y en funcionamiento;
  2. arrastradas por el poder de su vida personal dominante o integrada;
  3. controladas gradualmente por el Yo y fusionadas en un instrumento para servir eficientemente al mundo;
  4. unificadas, en intención y propósito, con el alma.

e. El período en que el rayo de la personalidad y el del alma se fusionan en una sola energía, y