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UN LLAMADO AL SERVICIO

Al finalizar este tratado sobre el trabajo mágico del aspirante individual, trataré de hacer dos cosas:

1. Indicar el objetivo inmediato para los estudiantes de este siglo y resumir los pasos que deben dar.

2. Indicar lo que debe ser eliminado y vencido, más los castigos en que incurren el neófito y el discípulo cuando cometen errores, y las faltas perdonadas.

Ante todo, debe ser bien reconocida la meta inmediata, si se quieren evitar esfuerzos inútiles y alcanzar un verdadero progreso. Muchos aspirantes bien intencionados son propensos a dedicar demasiado tiempo a sus aspiraciones y a formular sus planes para el servicio. La aspiración mundial es actualmente tan pronunciada y la humanidad se está orientando tan poderosamente hacia el sendero, que en todas partes las personas sensibles son arrastradas hacia ese vórtice de deseo espiritual, y anhelan ardientemente alcanzar la liberación en la vida, y emprender empresas espirituales y registrar la consciencia del alma. El reconocimiento de sus propias posibilidades latentes es hoy tan fuerte que se sobreestiman a sí mismos; dedican todo su tiempo a imaginarse que son místicos ideales, o a deplorar su falta de realización espiritual o su fracaso si no obtienen una esfera de servicio. Por un lado, se pierden en los vagos y nebulosos reinos de un hermoso idealismo, de coloridas hipótesis y de encantadoras teorías; por otro, se sumergen en un campo fructífero de servicio, haciendo autodramatizaciones como centros de poder; desarrollan [i619] planos mentales para esfuerzos mundiales, se ven a sí mismos como un eje en torno al cual se moverá ese servicio; con frecuencia, se esfuerzan por realizar esos planes y forman, por ejemplo, una organización en el plano físico, potencialmente valiosa, pero al mismo tiempo potencialmente inútil, aunque no sea peligrosa. No comprenden que el impulso motivador reside principalmente en lo que los instructores hindúes llaman “el sentido del yoismo”, y su trabajo se funda en un egoísmo subjetivo que debe ser eliminado, y lo será antes de prestar el verdadero servicio.

Esta tendencia a la aspiración y al servicio es correcta y buena, y debe verse como formando parte de la próxima consciencia universal y de las facultades de la raza en su totalidad. Paulatinamente surge a la superficie debido a la creciente fuerza de la influencia acuariana que (más o menos desde el año 1640 d. C.) ha adquirido potencia y está produciendo dos efectos: destruye las viejas formas cristalizadas de la era pisciana y estimula las facultades creadoras, mientras se expresan a sí mismas en conceptos y planes grupales. Como bien saben, esto es la causa de las actuales condiciones perturbadoras, condiciones que pueden ser resumidas en las palabras siguientes: impersonalización, en que el estado, grupo o grupos, son considerados de mayor importancia que el individuo y sus derechos; amalgamación, tendencia a fusionar, mezclar, adherir y producir esa interrelación, que oportunamente debe marcar el intercambio de la humanidad y producir esa “síntesis de todos los seres humanos individuales” que Browning tan acertadamente observa; es la meta del proceso evolutivo y marca el final de la jornada del divino pródigo; y finalmente, la intercomunicación sensible entre unidades, grupos y combinaciones de grupos, tanto en la manifestación subjetiva como en la objetiva. En estas tres palabras -impersonalización, amalgamación e intercomunicación- se [i620] han resumido los fenómenos que actualmente se destacan y aparecen entre nosotros. Los estudiantes son instados a considerar el plan tal como se está expresando, y a estudiar estas crecientes tendencias en los asuntos humanos. El hecho de que se destaquen tanto, se pondrá de relieve si el estudiante se toma la molestia de considerar el panorama histórico; entonces, observará que hasta la historia de hace quinientos años le revelará que los grandes personajes de esa época fueron los factores prominentes, y que toda la historia está en gran parte interesada en la actuación de las poderosas personalidades que fascinaron en su tiempo y en su época; entonces, el aislamiento y la separatividad gobernaban los asuntos humanos y cada ser humano luchaba por su propia tierra, olvidaba a su hermano y vivía egoístamente; había poca interrelación entre las diferentes razas o familias humanas, y no había verdaderos medios de comunicación, excepto el contacto personal que a menudo era imposible.

Los estudiantes deberían reflexionar sobre estas palabras, pues serán cada vez de mayor importancia en los próximos cincuenta años. Esto pertenece al futuro, y el estudiante común puede planear y mirar hacia él, y al reconocer este aspecto de la actuación del Propósito divino, le sería benéfico estudiar su expresión individual de vida y preguntarse:

  1. Si pierde el tiempo en sueños místicos, o se ocupa en la aplicación práctica de las verdades espirituales percibidas, haciéndolas de ese modo parte de su experiencia diaria.
  2. Si encuentra que reacciona con resentimiento a la creciente impersonalidad de la era, o esta actitud relativamente nueva de desapego personal tiende a resolver sus propios problemas personales. [i621]
  3. Si reconoce la creciente capacidad de percibir los pensamientos e ideas de otros, y que es más sensible y, por lo tanto, más capaz de introducirse en la gran corriente de la intercomunicación.
  4. Hasta qué punto la facultad de dramatización gobierna su vida diaria. Si siente que es el centro del universo, que gira automáticamente en torno de él, o está trabajando en el problema de la descentralización de sí mismo y de ser absorbido en el todo.

Estas y otras preguntas que pueden surgir, sirven para indicar la respuesta del aspirante a la nueva era futura.

En este tratado sobre el desarrollo individual y el control astral, se ha dado una visión y se ha expuesto una regla de vida que contiene la instrucción necesaria para el período que media entre las dos grandes eras, la pisciana y la acuariana. Una parte del propósito subyacente se ha expresado en palabras -propósito que es reconocido por muchas personas en todo el mundo y que se está desarrollando prácticamente en todos los sectores de la vida humana-. Es registrado inconscientemente y seguido intuitivamente por muchos que no conocen nada de los tecnicismos del plan. A quienes guían a la raza humana no les preocupa particularmente el éxito de las nuevas condiciones emergentes. Eso está definitivamente asegurado y no puede ser detenido el crecimiento de la comprensión humana y de la consciencia espiritual de la no separatividad. El problema está en saber qué medios emplear para lograr estos fines deseados, de tal manera que la naturaleza forma pueda ser excitada y preparada para manejar sus nuevas responsabilidades y tratar con los nuevos conocimientos, sin excesivos sufrimientos, sin penosas separaciones y horas de agonía que atraen la atención, más que el progreso sutil y [i622] constante de la percepción divina. Cada vez que hay una tendencia a la síntesis y la comprensión en el mundo, cada vez que lo inferior es fusionado con lo superior y la unidad es mezclada con el todo, cada vez que los conceptos grandes y universales hacen su impacto sobre las mentes de las masas, hay un desastre y un cataclismo consecuentes, y una destrucción del aspecto forma y de lo que podría evitar que esos conceptos se convirtieran en realidades en el plano físico. Este, por lo tanto, es el problema de los trabajadores jerárquicos: cómo evitar el tan temido sufrimiento y conducir al ser humano mientras la oleada de realización espiritual invade al mundo y efectúa su necesario trabajo. De ahí el presente llamado al servicio, emitido como un toque para el oído atento de todos los discípulos.

Este llamado al servicio halla generalmente una respuesta, pero una respuesta matizada por la personalidad del aspirante y por su orgullo y ambición. La necesidad es verdaderamente comprendida. El deseo de satisfacer esa necesidad es genuino y sincero; el anhelo de servir y elevarse es verdadero. El estudiante da los pasos necesarios que lo capacitarán para adaptarse al plan. Pero el inconveniente que debemos enfrentar forzosamente, en el aspecto interno, es que, aun no existiendo duda alguna respecto a la voluntad y deseo de servir, los caracteres y temperamentos son de tal índole, que se presentan dificultades casi insuperables. Por medio de estos aspirantes, tenemos que hacer el trabajo, y con frecuencia el material que nos brindan da mucho que hacer.

Estas características latentes no aparecen a menudo hasta después de haber emprendido el servicio. Los guías observadores pueden sospechar su existencia, pero ni aun ellos tienen el derecho de negar la oportunidad. Cuando tardan en aparecer esas características, lo trágico es que sufren otros además del aspirante. A medida que el elemento humano se hace sentir y se desprende de la niebla del idealismo, de los hermosos planes y del hablar y reajustar demasiado, muchos son atraídos por el idealismo [i623] sincronizado que se congrega en torno al servidor. Cuando aparecen sus debilidades ocultas, esta gran mayoría sufre conjuntamente con él. El método de los Grandes Seres, de buscar a quienes se han entrenado en cierta medida para responder sensiblemente y trabajar por medio de ellos, trae consigo ciertos peligros. El aspirante común, bien intencionado, no se halla tan en peligro como el discípulo más avanzado y activo. El peligro lo acecha en tres direcciones y puede arrastrarlo de tres maneras:

  1. Toda su naturaleza está bajo un estímulo indebido, a causa de sus contactos internos y a las fuerzas espirituales con las cuales está en contacto; esto lleva consigo un verdadero peligro, porque apenas sabe cómo manejarse a sí mismo y casi es inconsciente del riesgo que corre.
  2. Las personas que trabajan con él son, a su vez, su problema. Su codicia, su adulación, sus elogios y sus críticas tienden a oscurecer su camino. Porque no está suficientemente desapegado ni espiritualmente avanzado, camina como aturdido en una nube de formas mentales sin saberlo. Pierde así su camino y divaga, desviándose de su intento original, y tampoco lo sabe.
  3. Su debilidad latente emergerá bajo la presión del trabajo e inevitablemente dará señales de derrumbe, si puedo emplear esta palabra. Se fortalecerán las fallas de la personalidad a medida que trata de expresar, en el mundo, su forma especial de servicio. Me refiero a ese servicio buscado por él mismo y formulado desde las profundidades de la ambición personal y del amor al poder, aunque sea o no parcialmente reconocido. Lógicamente está bajo tensión y -como ser humano que lleva una carga pesada en una cuesta empinada- descubre puntos de tensión y evidencia la tendencia a derrumbarse [i624] físicamente, o a empequeñecer su ideal para estar de acuerdo con su debilidad.

A todo esto, hay que agregar la tensión de la época misma y la condición general de la desdichada humanidad. Esto tiene su efecto inconsciente en todos los discípulos y en quienes actualmente trabajan en el mundo. Algunos demuestran signos de presión física, aunque la vida interna permanezca equilibrada y normal, sensata y correctamente orientada. Otros decaen emocionalmente, y esto produce dos efectos distintos según el grado de desarrollo del aspirante al servicio. A través de la tensión, pueden estar aprendiendo el desapego, y en forma curiosa esto podría llamarse el “mecanismo de defensa” del alma, en el presente período del desarrollo mundial, o estar cada vez más nerviosos y en camino de convertirse en neuróticos. Otros, a su vez, sienten la presión en el cuerpo mental. En algunos casos, están confundidos y no ven con claridad la verdad. Entonces, siguen trabajando sin ninguna inspiración, porque saben que es correcto y también porque tienen el ritmo del trabajo. Otros captan la oportunidad tal como la ven, y para hacerlo acuden a la autoimposición innata (que es la principal falla de tipo mental), erigen una estructura en torno a su servicio y construyen una forma que, en realidad, encarna lo que ellos desean y creen correcto, pero es separatista y fruto de sus mentes, no de sus almas. Otros, a su vez, que son más poderosos y están mejor coordinados, sienten la presión de toda la personalidad; la versátil naturaleza psíquica responde tanto a la necesidad como a la teoría del plan; comprenden que su acerbo es realmente valioso y saben que tienen algo con que contribuir. Pero están aún tan satisfechos de su personalidad que el servicio se ve gradual y continuamente llevado al nivel de esa personalidad, por estar sus simpatías y antipatías, [i625] sus tendencias y hábitos individuales de vida matizados por sus reacciones. Estas se imponen al fin, y entonces el trabajador hace un buen trabajo, pero lo echa a perder debido a su separatividad inconsciente y a sus métodos individuales. Esto significa que tal trabajador reúne a su alrededor solo a quienes puede subordinar y gobernar. Su grupo no estará matizado por los impulsos de la nueva era, sino por los instintos separatistas del trabajador en el centro. El peligro es tan sutil que un discípulo debe tener mucho cuidado al hacer su propio análisis. Es tan fácil dejarse ilusionar por la belleza y la visión de los ideales propios, por la supuesta rectitud de su propia posición y, sin embargo, estar todo el tiempo bajo la influencia subjetiva del amor al poder personal, la ambición individual, los celos de otros trabajadores y las muchas trampas que acechan al incauto discípulo.

Pero si se cultiva una verdadera impersonalidad, se desarrolla el poder de mantenerse firme, se maneja toda la situación con espíritu de amor, no se actúa precipitadamente ni se permite que se infiltre la separatividad; entonces, se desarrollará un grupo de verdaderos servidores que reunirá a quienes puedan materializar el plan, promover el nacimiento de la nueva era y sus consecuentes milagros.Para efectuar esto, debe haber un valor especial. El temor hunde al mundo en la esclavitud, y nadie está exento de su influencia. Para el aspirante y el discípulo hay dos tipos de temores, que requieren ser considerados especialmente. Los temores que hemos considerado, en la primera parte de este tratado, y los que como bien saben son inherentes a la existencia misma son familiares para todos nosotros. Tienen su raíz en la naturaleza instintiva (temores económicos, temores provenientes de la vida sexual, temor y terror físico, temor a lo desconocido, ese temor predominante a la muerte que colora tantas vidas) y han sido objeto de muchas investigaciones psicológicas. Estos no voy a tratarlos aquí. Deben ser vencidos por la vida del alma a medida que compenetra y trasforma la vida diaria, [i626] y por el aspirante que se resiste a reconocerlos. El primer método tiene como finalidad fortalecer el carácter y evitar que penetren nuevos temores. No pueden existir cuando el alma está conscientemente controlando la vida y sus situaciones. El segundo método contrarresta las viejas formas mentales y provoca oportunamente su destrucción por falta de nutrición. Por lo tanto, es llevado a cabo un doble proceso que produce una genuina manifestación de las cualidades del ser espiritual y una creciente liberación de la esclavitud de los conceptos anticuados del temor. El estudiante se desapega constantemente de los instintos primordiales que lo rigen y le han servido para fusionarlo con el esquema general de la vida planetaria elemental. Sería valioso señalar aquí que todos los instintos principales tienen sus raíces en la cualidad especial de la vida planetaria -reacciones del temor que conducen a cualquier clase de actividad-. Como saben, los psicólogos catalogan cinco instintos principales y predominantes que trataremos brevemente.

El instinto de autoconservación tiene su raíz en un temor innato a la muerte; mediante la presencia de ese temor, la raza ha luchado hasta alcanzar el presente punto de longevidad y resistencia. Las ciencias que conciernen a la preservación de la vida, al conocimiento médico en la actualidad y a las proezas de la comodidad de la civilización, todo ha surgido de este temor básico. Todo ha tendido hacia la conservación del individuo y su continua condición de ser. La humanidad persiste, como raza y como reino de la naturaleza, y el resultado de la tendencia a ese temor trae la reacción instintiva de la unidad humana a la propia perpetuación.

El instinto del sexo tiene su raíz principal en el temor a la separatividad y al aislamiento, en la rebeldía contra la unidad separatista y contra la soledad en el plano físico, y su resultado ha sido llevar adelante a la raza mediante [i627] la firme propagación de las formas por las cuales la raza puede venir a la manifestación.

El instinto de rebaño, como puede observarse fácilmente, tiene su raíz en una reacción similar; por el sentido de seguridad -y por esta seguridad basada en un conjunto numérico- los seres humanos siempre han buscado su propio género, uniéndose en grupos para su defensa y su estabilidad económica. Nuestra moderna civilización es el resultado de esta reacción instintiva de la raza como un todo; han emergido sus centros enormes, sus ciudades grandiosas y sus viviendas apiñadas, y tenemos el rebaño moderno llevado a su máxima expresión.

El cuarto gran instinto, la autoimposición, está también basado en el temor; significa el temor del individuo a no ser reconocido y a perder lo que considera suyo. A medida que el tiempo ha transcurrido, el egoísmo de la raza ha crecido paralelamente; su sentido de adquisición se ha desarrollado y ha surgido el poder de apoderarse de diversas cosas (la “voluntad de poder” en una forma u otra), hasta llegar al intenso individualismo de hoy y al sentido positivo de importancia, que han producido gran número de los modernos trastornos económicos y nacionales. Hemos fomentado la autodeterminación, la autoimposición y el interés propio, al punto de encontrarnos con problemas casi insolubles. Pero de todo eso ha surgido mucho bien y mucho más surgirá, porque ningún individuo tiene valor hasta que se da cuenta de ese valor por sí mismo, y entonces sacrifica, definitivamente en bien del todo, los valores adquiridos.

El instinto de investigación está a su vez fundado en el temor a lo desconocido, pero de este temor ha emergido -como resultado de investigaciones durante épocas- nuestros actuales sistemas educativos y culturales y toda la estructura de investigación científica.

Estas tendencias, basadas en el temor, han actuado (porque el ser humano es divino) como un potente estímulo para toda su naturaleza, conduciéndolo al punto presente [i628] de una amplia comprensión y utilidad; han producido nuestra moderna civilización con todos sus defectos y, sin embargo, con toda su divinidad. De estos instintos llevados adelante hasta el infinito, y del proceso de transmutación en sus correspondencias más elevadas, emergerá la plena expresión del alma. Quisiera puntualizar lo siguiente:

El instinto de autoconservación halla su consumación en la inmortalidad segura, y el trabajo de los espiritistas e investigadores psíquicos, durante épocas, constituye el método de acercamiento y su inevitable garantía.

El instinto sexual se ha desarrollado y encuentra su consumación lógica en la relación -conscientemente comprendida- entre el alma y el cuerpo. Esto constituye la nota clave del misticismo y de la religión que, actualmente y como lo ha sido siempre, es la expresión de la Ley de Atracción, no mediante el matrimonio en el plano físico, sino (para el ser humano) en el sublime matrimonio consumado con consciente intención entre el alma positiva y la forma negativa y receptiva.

El instinto de rebaño halla su divina consumación en la consciencia grupal despierta, que se evidencia hoy en la tendencia general a la amalgamación, y en la amplia fusión y mezcla que se efectúa en todas partes. También se demuestra en la capacidad de pensar en términos de internacionalismo, de conceptos universales, que oportunamente dará por resultado el establecimiento de la hermandad universal.

El instinto de autoimposición, a su vez, ha dado a nuestra moderna civilización su intenso individualismo, el culto a la personalidad y el establecimiento del culto a los antepasados y los héroes. Sin embargo, está conduciendo a la afirmación del Yo, el divino Regidor interno, y de nuestra ciencia más nueva, la psicología, surgirá la imposición de un conocimiento del Yo espiritual dominante, que llevará [i629] finalmente a la manifestación del reino de las almas en la Tierra.

Y, ¿qué puede decirse respecto al instinto de investigación? Transmutado en investigación divina y trasformado por la aplicación de la luz del alma en el reino de la investigación, tendremos a la humanidad conducida al Aula de la Sabiduría, y el ser humano dejará atrás las experiencias del Aula del Conocimiento. Nuestros grandes centros educativos serán escuelas para el desarrollo de la percepción intuitiva y el conocimiento espiritual.

El estudiante debe analizar cuidadosamente la clasificación siguiente:

Instinto                                  Analogía                                  Medio

1. Autoconservación....     Inmortalidad..........    Investigación Espiritismo

2. Sexo............................ Unión espiritual.....    Unificación  Religión Misticismo

3. Rebaño....................... Consciencia grupal... Hermandad

4. Autoimposición........    Afirmación del Yo...     Psicología

5. Investigación............    Intuición.................     Educación

Como vemos, los temores que acosan a la humanidad tienen sus raíces en los instintos; sin embargo, parecen ser características divinas mal aplicadas y utilizadas. No obstante, cuando son correctamente comprendidas, utilizadas y transmutadas por el alma conocedora, traen consciencia y son fuente de crecimiento y lo que transmite al alma dormida -en tiempo y espacio- el necesario impulso, el ímpetu y el anhelo de progreso que ha conducido al ser humano hacia adelante, desde la etapa de las cavernas y del ciclo prehistórico, a través del largo período de la historia, y puede confiarse en que lo llevará adelante con mayor rapidez, a medida que llega a la captación intelectual y se consagra al problema del progreso con pleno conocimiento.

Los estudiantes deben comprender más profundamente que todo el proceso es divino, y lo que se llama mal, es tan solo una ilusión y una parte inherente a la dualidad, dando lugar en el [i630] tiempo y fuera del tiempo a una divina unidad. El mal se debe a una percepción e interpretación erróneas de lo que se capta. El logro de la verdadera visión, además de la correcta comprensión, libera de las reacciones instintivas y evoca ese desapego interno que permite al ser humano caminar libremente dentro del reino de Dios.

Pero, ¿qué decir de los dos temores que conciernen especialmente al aspirante, del temor a la opinión pública y al fracaso? Estos son dos poderosos factores en la vida de servicio y constituyen obstáculos para muchos.

Quienes comienzan a trabajar en colaboración con el plan y aprenden el significado del servicio, temen ser criticados y mal interpretados o, de lo contrario, creen que lo que hacen no agradará ni será apreciado o comprendido suficientemente. Exigen ser queridos y elogiados. Miden el éxito por el número y la respuesta. No les agrada que sus móviles sean impugnados y mal juzgados, y violentamente se apresuran a dar explicaciones; se sienten desdichados si son criticados sus métodos, las personas de su grupo o la forma en que prestan servicio. Son dominados por los falsos objetivos del conjunto, del poder o del enunciado de una doctrina. Si hacen algo que no es de su misma categoría, ni está de acuerdo a la técnica mental del grupo que los rodea o atrae, se sienten desgraciados y con frecuencia cambian sus planes, alteran su punto de vista y rebajan su norma hasta estar de acuerdo con su psicología colectiva inmediata o con sus consejeros elegidos.

El verdadero discípulo ve la visión. Luego trata de mantenerse tan íntimamente en contacto con su alma, que puede permanecer firme mientras procura hacer realidad esa visión; aspira a lograr aquello que, desde el punto de vista del mundo, parece imposible, sabiendo que la visión no se materializa por conveniencia o por una indebida [i631] adaptación de las ideas sugeridas por consejeros mundanos e intelectuales. La opinión pública y el consejo de quienes tienen tendencias piscianas y no acuarianas, son cuidadosamente considerados, aunque no con exceso, y cuando el consejo es separatista, tendente a eliminar la armonía, y no produce amor fraterno ni comprensión, es inmediatamente descartado. Cuando se critica constantemente a los trabajadores en otro campo del servicio mundial, y cuando solo hay propensión a ver egoísmos y faltas, e imputar móviles falsos y malos pensamientos, entonces, el verdadero aspirante no se deja influir y sigue serenamente su camino.

Quiero recalcar que, en el ciclo próximo, el verdadero trabajo será efectuado (el trabajo de unir espiritualmente al mundo en una síntesis y formar una reconocida hermandad de almas) solo por quienes se niegan a ser separatistas y cuyas palabras son vigiladas, de modo que nada malo se diga; estos trabajadores ven lo divino en todo y se niegan a pensar mal y a imputar el mal, trabajan en silencio, no intervienen en los asuntos de su hermano ni revelan lo que no les concierne; sus vidas están matizadas por la comprensión y el amor, sus mentes se caracterizan por una percepción espiritual entrenada y el conocimiento que emplea un agudo intelecto, como corolario de un espíritu amoroso.

Repetiré este tema con otras palabras, porque su importancia es vital y el efecto, sobre el trabajo de estos instrumentos en el mundo, es inmenso. Los hombres y mujeres cuya misión consiste en inaugurar la nueva era, han aprendido el secreto del silencio, están animados incesantemente por un espíritu de amor incluyente; sus palabras no les permiten desviarse al campo de la crítica común, no acusan a nadie y están animados por un espíritu de protección. Les está encomendado el trabajo de fomentar la vida de la nueva era. [i632]

Aquellos que aún no han alcanzado este punto en la evolución, y cuya visión no es tan clara, ni su naturaleza tan disciplinada, les queda la importante labor, en un nivel inferior, de actuar con los de su clase. Sus atributos y facultades les permiten atraer hacia sí a quienes se les asemejan; no trabajan tan solos y su actuación es externamente más productiva, aunque no siempre.

Debe recordarse que, para los Grandes Seres, todo trabajo es de igual importancia. Para esas almas que están en la etapa donde el hogar o la oficina les proporcionan suficiente experiencia, constituye el supremo esfuerzo; su trabajo es -en su propio nivel- una hazaña tan grande como dar cumplimiento al destino de un Cristo o un Napoleón. No olviden esto y procuren ver la vida tal cual es, sin las peligrosas diferenciaciones creadas por el ser humano. El discípulo que no posee la plena visión de un trabajador más avanzado, y por lo tanto, comienza a aprender el abecé del trabajo público, puede -con todos sus fracasos y estupideces- hacer su tarea tan bien como la de un discípulo más avanzado con su amplitud de conocimiento y experiencia.